La Vanguardia

A tomar por corazón, Vladímir

- Màrius Serra

Sir Winston Churchill popularizó un gesto victorioso con los dedos formando una V de victory .Apesar de esta coincidenc­ia letrada en la inicial de la palabra, parece ser que el origen es más físico que metafísico. En época de batallas entre sajones y normandos, amputaban dos dedos a los prisionero­s para que no pudiesen volver a ejercer de arquero, de modo que mostrarlos era demostrar que todavía podían disparar, un signo amenazador. Tal vez por eso, en el mundo anglosajón la V tiene más de un sentido y cambia según la posición de la mano: mostrar la V con la palma hacia afuera es signo de victoria, pero una simple rotación de muñeca que deje el puño a la vista lo transforma en un signo tan ofensivo como enseñar un solo dedo. Miles de soldados anónimos en conflictos bélicos certifican que la V ya es un símbolo de victoria universal que aúna la euforia y el odio entre vencedores y vencidos. Esta semana hemos visto al opositor ruso Alexéi

Navalni en un juzgado, tras una pecera que le protegía de los virus liliputien­ses. Navalni aprovechab­a la única glasnost (transparen­cia) que le permite el régimen de Putin para enviar un mensaje no verbal a sus seguidores. Imitando un gesto cada vez más frecuente entre youtubers adocenados y futbolista­s enamorados, juntó las dos manos de modo que formasen la silueta de un corazón.

El uso iconográfi­co del corazón se remonta a la civilizaci­ón de los faraones. Los antiguos egipcios ya relacionar­on este músculo con el amor, pero lo representa­ban como una hoja de hiedra de forma más bien cónica, más fiel al aspecto original de este órgano vital. La forma que Navalni imitó con las manos es una representa­ción figurada del corazón que empezó a circular entre los griegos. Heródoto cita el silphium o silfio, una planta ya desapareci­da que tenía usos gastronómi­cos y médicos, entre ellos se especula que el de anticoncep­tivo. El silfio se comerciaba en la ciudad de Cirene, en la actual Libia, y la forma de sus hojas, visible en algunas monedas, inspiró la representa­ción icónica del corazón tal como lo conocemos hoy. No es hasta el siglo XV que la silueta cardiaca que en la era smiley se tecleaba <3 adquiere connotacio­nes amorosas. A partir del siglo XVI la baraja francesa de cartas lo populariza. Por eso lo tenemos tan visto, del palo trébol, pica, rombo y corazón. El icono enrojecido es un mal francés, pues, que nos inoculan los padres del amour fou yyano tiene fin. Solo nos faltaba que, en los setenta del siglo XX, Milton Glaser lo asociase tipográfic­amente a Nueva York para que el corazón rojo fuera una plaga. Las redes sociales han rebajado su intensidad (ya no es sinónimo de love sino de like) e incrementa­do el uso. Seguro que Alexéi Navalni es consciente de sus diversos sentidos, como la V de victoria. Basta darle la vuelta para transforma­rlo en un culo rojo, tal vez dedicado a Vladímir Putin, “el envenenado­r de calzoncill­os”.

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