La narrativa de Trump
Robert Shiller, el premio Nobel de Economía que ya utilizaba técnicas de epidemiología y de crítica literaria –deconstrucción de textos– para analizar la economía y la sociedad, hizo un comentario sorprendente sobre Donald Trump en una entrevista en el suplemento económico Dinero de La Vanguardia. “Trump es un tipo listo. Entiende cuál es la narrativa que va a ser contagiosa”.
No es lo que se espera de un catedrático de la elitista Universidad de Yale en un país cuya clase intelectual y profesional –tanto demócrata como republicana– considera que Trump y sus 70 millones de votantes son ignorantes. Shiller advierte que Trump “escucha las historias que tienen resonancia y las reproduce”. Por supuesto las narrativas trumpistas son de terror y odio. Pero nadie ofrece buenas historias alternativas.
Esto pese a que, en sociedades de desigualdad medieval, en las que una plutocracia global disfruta alegremente las billonarias plusvalías de la pandemia, una narrativa clásica sobre la maldad de los ricos y la necesidad de asaltar el palacio seguramente resultaría más contagiosa que la de los asaltantes del Capitolio.
Una narrativa de clase y rebelión cumpliría con uno de los requisitos de Shiller: “Se sabe por el análisis del folklore que las narrativas más contagiosas tienen la misma estructura que las de hace milenios, aunque las narrativas sufren más mutaciones que los virus”.
Es importante saber contar una buena historia, dice Shiller. A fin de cuentas, para el neuroeconomista Paul Zak “las narrativas con arco dramático aumentan las hormonas oxitocina –la hormona del amor– y cortisol –antiestrés– en la sangre de quien las escucha, a diferencia de las narrativas planas”, explicó el premio Nobel.
Ausente una buena narrativa de la izquierda, los gurús conservadores como Steve Bannon o el filósofo místico del bolsonarismo Olavo de Carvalho, tienen derecho exclusivo para tejer (spin es la palabra que usa Shiller) sus historias. Son ya los únicos spin doctors que cuentan.
Eso sí, no tienen material tan bueno para una narrativa contagiosa como la realidad que la izquierda desaprovecha. Los diez hombres más ricos del mundo, por ejemplo, cuyo patrimonio ha subido medio billón de dólares durante la pandemia. En otros tiempos se habría tejido una historia con la estructura narrativa de un Espartaco o un David y Goliat. Pero nadie parece capaz de hacerlo.
Carente del material que la izquierda no sabe aprovechar, los spin doctors de la nueva derecha tienen que echarle más imaginación. Y ayuda el hecho de que las falsas noticias son seis veces más contagiosas que las verídicas, según calcula Shiller. “Aunque en última instancia, la gente prefiere la verdad”, matiza. Todo esto tampoco es nuevo. “El filósofo griego Luciano de Samósata ya escribía sobre las falsas noticias en el siglo II”.
Tal vez en Brasil es donde se tejen las narrativas más contagiosas. De Carvalho –exmarxista reciclado en astrólogo y ahora afincado en Virginia–, ha perfeccionado el arte de viralizar disparates, generar resonancia y provocar indignación. La historia de De Carvalho sobre la fabricación de la covid en un laboratorio chino resultó tan contagiosa que uno de cada dos brasileños ya no quiere vacunarse si la vacuna es de fabricación china.
“La derecha introduce ideas polémicas (…) las reacciones indignadas pueden ser usadas después para retratar a sus adversarios como enemigos de la libertad de pensamiento, elitistas, o moralistas sin sentido del humor”, explica el filósofo brasileño Rodrigo Nunes, autor del nuevo libro Ni vertical, ni horizontal.
Otros ejemplos de mininarrativas virales de la nueva derecha: el tuit de Bannon en el que propuso decapitar a los republicanos desleales a Trump; el videodiscurso del ministro de Cultura de Bolsonaro, Robert Alvim, plagiado de Goebbels con banda sonora de
Lohengrin de Wagner. O, más cerca de casa, la portada este mes de la edición española de la revista Vanity Fair, en la que la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, aparece con zapatos de tacón estilo Sexo en Nueva York.
La indignación ante estas provocaciones es natural. Pero, como advierte Nunes, es precisamente lo que se busca. Tampoco se debe repetir el error de Obama de fichar a un equipo de tecnócratas con doctorados por Harvard y discursos planos para combatir el “populismo” de la derecha. Hay que tener una narrativa alternativa contagiosa porque “la historia crea el mundo y no al revés”, afirma Shiller.
Las narrativas trumpistas son de terror y odio, pero nadie ofrece buenas historias alternativas