La materia oscura
Marlborough Barcelona presenta una muestra retrospectiva de Lucio Muñoz
Hubo un tiempo en que Federico García Lorca, desde Madrid o Granada, leía a J.V. Foix en catalán y traducía del gallego a Rosalía de Castro. Sin embargo, durante los últimos veinte años la distancia cultural entre Madrid y Barcelona parece haber aumentado hasta tal punto que, actualmente, en cierto sentido la capital catalana está ya más cerca de México, Bogotá, Montevideo o Buenos Aires que de Madrid. Y me temo que ese desdén ignorante –aunque por suerte no es general ni absoluto– es mutuo: un caso de feed-back desgraciado, con retroalimentación de rivalidades resentidas.
Llama la atención que la galería Marlborough Barcelona, al presentar la actual muestra dedicada a Lucio Muñoz (Madrid, 1930-1998), tenga que decir que es la primera exposición retrospectiva sobre este artista que se presenta en Barcelona. Tanta tardanza avergüenza. Habrá que ir pensando en rehacer esos puentes culturales que otros destruyen, con centralismo o con anticentralismo. En cualquier caso, la exposición de Lucio Muñoz en Marlborough Barcelona es muy recomendable.
El informalismo fue el estilo predominante en el arte europeo durante los años cincuenta y sesenta del siglo XX, especialmente en la pintura. Era un arte abstracto de posguerra, de carácter existencialista, que a menudo evocaba la muerte o su posibilidad. Sin embargo, pronto surgió una pintura informalista epigonal, menos genuina, ya retórica y manierista. Al contemplar esta muestra de Lucio Muñoz me ha parecido que este artista transmite una experiencia verdadera y la expresa sin adornos ni retóricas, con la intensidad propia de los momentos aurorales. La que tenían los rehenes masacrados de Fautrier, las cruces y manchas de Wols, las tierras ciegas de Dubuffet, las desgarraduras de Burri, Millares, Tàpies y otros. Una voz original se puede distinguir de los ecos y los ruidos que más tarde la intentan imitar. Y Lucio Muñoz encontró su propio lenguaje plástico ya en 1959, en una materia experimentada por Alberto Burri pocos años antes: la madera.
Materia y madera son etimológicamente sinónimos. Y Lucio Muñoz excavaba en la madera, la oscurecía y quemaba, la cubría de negrura y cicatrices, encontraba en el reverso del cuadro, en el bastidor, elementos y formas de construcción y destrucción. Hay que entender que una persona nacida en Madrid en 1930 y no partícipe de la llamada “Victoria Nacional” (nacionalismo español, por supuesto) tuvo que ver en su infancia cadáveres de guerra y en su adolescencia miseria y desesperanza. Muñoz compuso su obra con esos materiales de derribo.
A veces, las obras de arte que ya por sí solas expresan con intensidad experiencias, descubrimientos, vislumbres de algo profundo o intuiciones certeras, tienen además la suerte de ser acompañadas por textos que llevan su sentido y su alcance más allá, que las potencian y elevan. Así sucede en este caso, pues el texto del catálogo de Marlborough, que recoge palabras del artista, confirma esa impresión de verdad sin discursos postizos que transmiten los cuadros. Decía Lucio Muñoz: “Tengo clara conciencia de que existe un orden en la naturaleza del que no podemos evadirnos porque formamos parte de ella. (...) La razón crea códigos culturales con datos del pasado, pero la intuición, aunque en parte se alimenta también de información, es una pulsión hacia lo desconocido, tiene un mayor componente de aventura. (...) Porque la razón falla al llegar al límite de lo desconocido, y todo ese componente cultural de la razón es el que dificulta penetrar en muchos aspectos de la realidad”.
Encuentro en otro libro estas palabras del artista, que muestran su sintonía con los modos de la poesía: “Toda obra de arte es fruto de un control y un descontrol, y en ese descontrol radica su voz propia y su independencia. Ese descontrol no se enseña, pero hay que intentar aprenderlo.”
Lucio Muñoz tenía muy presentes estos versos de Roberto Juarroz: “Un misterio / cuyo mayor misterio sea su claridad. / Un misterio que consista en mostrarse”.
A veces, las obras de arte tienen la suerte de ser acompañadas por textos que llevan su sentido más allá