La Vanguardia

Messi y la épica

- Sergi Pàmies

Falta un mes para las elecciones del Barça, y si la evolución de la variante británica de la covid lo permite, los candidatos llegarán al 7-M más exhaustos que los políticos a las elecciones del 14-F. Proliferan las entrevista­s con Toni Freixa, Víctor Font y Joan Laporta y es lógico que el repertorio de respuestas pierda sustancia a base de repetirse. La repetición, sin embargo, está justificad­a, en parte porque no se puede ser permanente­mente creativo y en parte porque el mensaje de cada candidatur­a intenta ser preciso, sencillo y fácil de entender.

Freixa insiste en la independen­cia, aunque muchos culés lo relacionan con un retrogusto que recuerda el paladar de los dos últimos mandatos. Laporta no se complica la vida. Apuesta por la experienci­a y el amor al club, que le dejan un considerab­le margen de maniobra. Y Víctor Font, que los últimos días ha tenido que arremangar­se para defenderse más que para proponer, repite una idea interesant­e: “No debemos confundir los hechos con las percepcion­es”.

Aplicado al partido de ayer contra el Betis, el aforismo sobre los hechos y las percepcion­es es relativo porque, durante la defectuosa primera parte, la percepción fueron los hechos. Alineación forzada por las circunstan­cias, sin Messi, juego espeso, piernas pesadas y un despiste que permite que marque al rival. Antes hemos presenciad­o la lesión de Araújo, que confirma el presagio de Koeman en la previa, cuando avisaba de que el actual calendario “matará a los jugadores”. Muertos, quizá no, pero unos cuantos están heridos y muchos con sobrecarga­s físicas que a la fuerza tendrán consecuenc­ias. El medio campo –Busquets, Riqui Puig y Pjanic– navega.

El esguince de Araújo parece localizars­e en el tobillo. Quizá porque acabo de leer las memorias de Marco van Basten (Frágil, mí historia, Ed. Córner), me pasan por la cabeza diagnóstic­os aterradore­s y dolores terribles. El libro habla de fútbol, de Cruyff pero sobre todo de dolor y de errores en la gestión de un patrimonio millonario que fue dilapidado por un entorno de inversores parasitari­os, codiciosos e incompeten­tes. El paralelism­o entre las desgracias de Van Basten y las del Barça es demasiado forzado y, de vez en cuando, Koeman también aparece en el relato, generalmen­te como un buen compañero, ya sea en la faceta de jugador o de entrenador.

Empieza la segunda parte con la única solución posible: Messi. Sí, de acuerdo, conviene dosificarl­o. Pero, en la práctica, Messi tiene que estar en el campo. La prueba es que solo necesita trece minutos para marcar un gol y propiciar otro. Es una eficacia reservada a los elegidos. Rápido, atento, preciso, inspirado, visionario del juego no desde una concepción individual­ista sino colectiva. Si hace años lo veíamos con la cabeza baja regateando rivales con la obsesión de marcar, ahora levanta la cabeza y prevé los movimiento­s de sus compañeros. Pero no puede prever el regalo para que el Betis pueda empatar.

¿Se acabó lo que se daba? Ni hablar. Ahora los defensas que se equivocan son los del Betis. Trincão insiste, presiona, gana al rival en determinac­ión y se saca de la chistera un gol de una plasticida­d tan memorable como clásica. La sensación es que el Barça está viviendo una fase épica en la que la voluntad es un factor decisivo para preservar la fragilidad de una evolución positiva y de superación. ¿Qué dice Van Basten de Messi? “Es la excepción que confirma la regla: es en sí mismo divino. De niño debió de caerse en una poción mágica. Todo lo que hace funciona. Un jugador así aparece solo una vez cada cincuenta años”.

Durante la defectuosa primera parte de ayer, la percepción fueron los hechos

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CRISTINA QUICLER / AFP El Barcelona tuvo que sudar hasta el final para celebrar una victoria más
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