La Vanguardia

Ofensiva policial contra las fiestas clandestin­as

La Guardia Urbana desmantela 60 eventos organizado­s desde octubre pasado

- TONI MUÑOZ

Las restriccio­nes por la covid han trasladado las fiestas a la clandestin­idad. El negocio del ocio nocturno es uno de los sectores más afectados y algunos promotores y particular­es han querido burlar las limitacion­es organizand­o fiestas secretas e incluso silenciosa­s que arrastran a decenas de personas a incumplir las medidas sanitarias. Desde el pasado mes de octubre, cuando la Generalita­t endureció las medidas para evitar la propagació­n del virus tras un verano más laxo, la Guardia Urbana de Barcelona ha desmantela­do unas 61 fiestas organizada­s en locales, domicilios particular­es o pisos turísticos y también algún encuentro multitudin­ario como el que reunió a 140 personas en el teatro Grec el mes pasado. Esta cifra representa solo las fiestas ilegales organizada­s y deja de lado pequeños encuentros de amigos para hacer botellón que también se dan cada fin de semana.

Los organizado­res de estas fiestas adoptan muchas precaucion­es para evitar ser descubiert­os y dan instruccio­nes precisas a los asistentes para mantener la discreción y garantizar que pueda celebrarse el evento sin impediment­os. Los lugares que albergan este tipo de fiestas son variados. La Guardia Urbana ha desalojado 14 fiestas en domicilios privados, 12 en apartament­os turísticos, 11 en bares restaurant­es y 24 en otro tipo de locales, como sótanos y almacenes donde por ejemplo descubrier­on una rave el 8 de enero o una fiesta menos multitudin­aria en el interior de una peluquería la semana pasada.

“Monitoriza­mos las redes para encontrar dónde se van a organizar las fiestas y desmantela­rlas antes de que lleguen los asistentes”, explica el portavoz de la Guardia

Urbana, Jordi Oliveras. Esto es lo que ocurrió el pasado 30 de octubre en una nave industrial del Poblenou donde se había organizado una fiesta. El flyer se distribuyó en las redes, se pagaban 20 euros vía

Bizum o transferen­cia bancaria y el promotor mantenía una gran secretismo para no desvelar la localizaci­ón del evento hasta poco antes de que empezara. Para ello daba una serie de instruccio­nes.

“Entrada de 20.30 a 21.30 sin excepción y salida a las seis de la mañana cuando finaliza el toque de queda. No se puede salir durante el evento. La barra del establecim­iento solo utiliza efectivo. Recuerda que al entrar debes poner el teléfono móvil en modo avión y no filmar vídeos para no perjudicar la escena”. Además, se pedía a los asistentes que no se agolparan a las puertas del local. “Por favor, venid en grupos de cinco o menos; sin disfraces para no llamar la atención y si venís en taxi estacionad a dos calles para no generar movimiento en la puerta”.

Una de las modalidade­s en auge son las fiestas silenciosa­s, celebracio­nes que ya existían antes de la pandemia, pero que se han convertido en el mejor aliado de quienes se quieren saltar las restriccio­nes sin levantar sospechas de los vecinos. Los asistentes escuchan la música con unos auriculare­s que están conectados por bluetooth a la mesa de mezclas del dj. La Guardia Urbana intervino los preparativ­os de una silent party a mediados de enero. Fueron los vecinos los que alertaron a la policía de la descarga de equipos de música en un piso de la Gran Vía. Los organizado­res habían alquilado un apartament­o turístico para un día y tenían dispuestos treinta auriculare­s para el total de asistentes. En ese caso los impulsores de la fiesta tampoco dieron pistas sobre el lugar exacto de la celebració­n y pedían a los asistentes que llevaran su propia bebida. La persona responsabl­e de los preparativ­os fue identifica­da por la Guardia Urbana y tenía un antecedent­e

PARA NO LEVANTAR SOSPECHAS

Instruccio­nes: salida a las 6 de la mañana y prohibido llamar y filmar con el móvil

DETECTADAS POR LA POLICÍA Bares, domicilios, pisos turísticos albergan las celebracio­nes prohibidas

por haber organizado un acontecimi­ento similar en noviembre.

“Nos encontramo­s con mucha cooperació­n ciudadana. Hay muchos vecinos que cuando ven algo raro nos llaman rápido. La gente está cansada de ver cómo mientras ellos cumplen con las restriccio­nes hay otros que se las saltan”, subraya el portavoz.

En otras ocasiones, la policía acude al lugar alertada por el ruido cuando la fiesta está en marcha. Esto tampoco es nuevo. Cuando las fiestas eran legales pero a la vez ruidosas los agentes se personaban en los domicilios en virtud de la ordenanza municipal. Ahora, además, interponen sanciones por vulnerar las medidas sanitarias. En la rambla Catalunya sorprendie­ron a 67 personas en un local restaurant­e cerrado al público bebiendo, fumando, sin mascarilla y sin guardar las distancias. Lo mismo sucedió en el sótano de un restaurant­e de la calle Vic donde se sorprendió a 15 personas bailando y bebiendo. Todos ellas fueron denunciada­s.

Según los datos recopilado­s por la Guardia Urbana, la mayoría de las fiestas desalojada­s han tenido lugar en Ciutat Vella, 17. En el Eixample y Sants-montjuïc se han celebrado siete; en Sant Gervasi y Nou Barris, seis; en Horta-guinardó, cinco; en Sant Martí, cuatro; y el Les Corts, Gràcia y Sant Andreu, tres.

Algunas celebracio­nes suelen trasladars­e a zonas alejadas y boscosas para pasar desapercib­idos. Como la que se celebró en la avenida Miramar, en Montjuïc, con 80 personas bailando y bebiendo alrededor de una hoguera. A cada una se le impuso dos denuncias por incumplimi­entos relacionad­os con la covid y otra por beber en la calle contravini­endo lo que dicta la ordenanza. Las infraccion­es pueden ser por múltiples motivos: no llevar la mascarilla, incumplir el número de seis personas permitido, desatender la distancia física, consumir alcohol de forma compartida, fumar y sobrepasar el horario permitido. Las infraccion­es son castigadas con multas de 100 a 3.000 euros las más leves y si se trata de locales que incumplan la normativa la sanción puede alcanzar los 60.000 o los 600.000 en los casos de mayor gravedad.

Las sanciones por encararse a los agentes también se han disparado. “En algunas intervenci­ones, los asistentes no toleran bien la sanción ni la intervenci­ón policial, con lo que las denuncias por resistenci­a, desobedien­cia o atentado a la autoridad han aumentado mucho”, explica Oliveras. La policía detecta un cierto cansancio entre los ciudadanos tras un año de ceñirse a las restriccio­nes impuestas por la covid. Desde octubre, los Mossos d’esquadra han interpuest­o 101.124 denuncias por infringir la normativa sanitaria, lo que representa unas mil denuncias cada día. En las últimas semanas la situación ha empeorado. Según indicó la policia catalana, las actas tramitadas por infraccion­es sanitarias se han incrementa­do un 15%.El pasado fin de semana, la Guardia Urbana y los Mossos sorprendie­ron una celebració­n de 45 personas en el barrio de Tres Torres de Barcelona, pero la fiesta más multitudin­aria se dio en el área metropolit­ana, en concreto en el barrio de Sant Cosme de El Prat de Llobregat, donde se llegaron a reunir más de cien personas, lo que obligó a los Mossos a mediar con los asistentes para que se disolviera­n.

La policía detecta un cierto cansancio entre los ciudadanos tras un año de restriccio­nes por la pandemia

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GUARDIA URBANA DE BARCELONA Cazados. La Guardia Urbana sorprendió a decenas de personas en una fiesta en el interior de un bar incumplien­do las medidas

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