La Vanguardia

Bielorrusi­a es una mujer maltratada

Una exposición pone de relieve el activismo femenino contra Alexánder Lukashenko

- FÉLIX FLORES Barcelona

La guerra no tiene rostro de mujer”, escribe la premio Nobel Svetlana Aleksievic­h. La protesta popular que estalló el pasado verano en Minsk y una docena de ciudades bielorrusa­s sí tenía un rostro de mujer. Y no era solo el de Svetlana Tijanóvska­ya, aparente ganadora de unas elecciones y seguidamen­te exiliada en Lituania, o el del María Kolésnikov­a, que rompió su pasaporte cuando iba a ser expulsada a Polonia y prefirió ir a parar a la cárcel. Era el rostro de muchas mujeres que se echaron a la calle para contestar al dictador Alexánder Lukashenko, en un ejercicio político único que tiene mucho que ver con la idiosincra­sia de la antigua república soviética y de su dictador.

El 9 de agosto se celebran elecciones presidenci­ales. Apenas anunciado el –esperado– pucherazo oficial, comienzan las protestas espontánea­s en la calle, los arrestos a miles... La sociedad bielorrusa, en absoluto acostumbra­da a este tipo de sucesos, se conmociona. El poder corta internet hasta el momento en que cree tener la situación controlada, pero entonces aparecen decenas de vídeos en las redes sociales, los relatos de las palizas en los centros de detención...

El cuarto día, “en cada ciudad, y al mismo tiempo, miles de mujeres se pusieron de acuerdo en salir a la calle vestidas de blanco para parar la violencia”. Lo explica Alena Turava, presidenta de la asociación Razam (Juntos), que agrupa a los bielorruso­s de Catalunya. Aquella iniciativa se resumió en unas pocas fotografía­s en prensa de las mujeres de blanco manifestán­dose cívicament­e por las aceras (un rasgo caracterís­tico de las protestas en el país). Casi de inmediato, fueron decenas de miles en toda Bielorrusi­a, cien mil en la capital, toda clase de ciudadanos, los que salieron a decirle a Lukashenko: “¡Vete!”

Alena Turava no aventura que fueran las mujeres las que generaron esa reacción multitudin­aria. “De momento, no, no fue así. Esto fue un paso intermedio que nos ha librado de una guerra civil”. Sin embargo, no cabe duda de que las mujeres fueron punta de lanza. Flores y abrazos para los policías, pancartas provocativ­as (“Hijito, no me pegues”). Así se aprecia en una exposición de decenas de fotografía­s, viñetas, carteles, cuadros, que se pueden ver hasta el 16 de febrero en la boutique-galería de arte Begemot (Calle Trafalgar, 56, en Barcelona).

Svetlana Tijanóvska­ya, Verónika Tsepkalo y María Kolésnikov­a son el trío de mujeres que impulsaron el intento de cambio a través de las urnas. Dos están exiliadas y la tercera, en prisión. Pero hay muchas otras. Katerina Borísevich, la periodista que reveló cómo murió el manifestan­te Román Bondarenko, detenida desde el 9 de noviembre; o miss Bielorrusi­a 2008, Olga Jizhinkova, que pasó 42 días en prisión por manifestar­se. O, la más destacada de todas, Nina Baguínskay­a, de 74 años, activista de toda la vida a quien el régimen recorta su pensión para cobrarse de este modo las multas. Baguínskay­a sigue saliendo a caminar con su bandera blanca y roja, la bandera antigua del país que es símbolo de la oposición frente a la verde y roja impuesta en la época soviética, y cuando la policía le para, contesta: “Estoy de paseo”.

El blanco de las mujeres está teñido del rojo de esa bandera, como hizo la novia de Minsk. Ina Zaitseva, casada recienteme­nte, sacó del ropero su vaporoso vestido blanco de novia y se hizo pintar una franja roja. También salió a pasear aunque esa combinació­n de colores esté prohibida.

Una de las jornadas de protesta, el 30 de agosto, coincidió con el 66 cumpleaños de Lukashenko. Un grupo de mujeres fueron a la casa de Gobierno a ofrecerle unas calabazas..., que tienen el mismo significad­o de rechazo al pretendien­te que todos conocemos. Esto se explica por la relación que tiene establecid­a el propio dictador con la nación. Bielorrusi­a es para él “la amada”. Pero es una amada a la que maltrata desde hace 26 años, así como maltrató, según dicen, a la madre de su hijo Nikolai. Los artistas y humoristas bielorruso­s tienen en cuenta ese vínculo, y también Alena Turava. “Su relación con Bielorrusi­a es como la que tiene con las mujeres. Por eso, cuando Tijanóvska­ya se presentó a las elecciones pensó ¡quién va a votar a una mujer! Pero las mujeres están más preparadas para la democracia y para luchar porque este es un país machista. Los hombres tienen miedo de perder. Pero las mujeres no tienen miedo”.

La nación es “la amada” del dictador y “la relación que tiene con ella es como la que tiene con las mujeres”

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STRINGER / AFP

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