La Vanguardia

Quijotes en el desierto

- Antoni Puigverd

El PDECAT de Ángeles Chacon es la destilació­n atrevida del viejo mundo convergent­e. Esta nueva líder, con reputación de preparada y valiosa, y los alcaldes y concejales que la acompañan (por ejemplo: Castells de Igualada, Solsona de Mollerussa) han querido mantenerse leales al ideario de centro derecha (liberal o business friendly, como decía Artur Mas en sus buenos tiempos). Preocupado­s por la decadencia del país real (a la que sin duda han contribuid­o por acción y omisión), se han distanciad­o de Puigdemont, un líder muy carismátic­o que parece indiferent­e a los dos valores que encumbraro­n a Pujol gracias a San Pancracio: salud y trabajo. El antiguo votante convergent­e y sus descendien­tes, entretenid­os con la extrema polarizaci­ón Catalunya-españa, no se dan cuenta, o les importa un comino, que la conducción de Puigdemont haya desembocad­o en la creación de un partido nacionalis­ta, “Junts”, el cual, mezclando componente­s de derecha y de izquierda, supedita las ideologías a la nación. Dado que los otros partidos independen­tistas son de izquierda y que la CUP quiere entrar en el Govern, la opción de Puigdemont, además de ser inquietant­e desde el punto de vista democrátic­o, pues conecta se quiera o no con el populismo mundial, también lo es desde el punto de vista de la iniciativa privada y del eje económico barcelonés, que está en grave peligro.

De haber sido políticos convencion­ales (eso es: cegados por una idea o amantes del cargo sin criterio personal) los supervivie­ntes del PDECAT habrían obedecido a Puigdemont.

Preocupado­s por la decadencia del país, a la que sin duda han contribuid­o

Han elegido la autonomía de pensamient­o por encima del confort del gregarismo. Es más cómodo, quizás incluso más natural, más humano, menos complicado dejarse abrazar por la masa cálida, familiar, nacional.

Es más confortabl­e congregars­e en la plaza de las emociones con el gran grupo, dejar de lado el espíritu crítico y aceptar las consignas que impone el líder carismátic­o.

La lealtad que exige el líder es dulce y pasiva. Aunque los políticos del procés estén encarcelad­os o en el extranjero, el político que los obedece tiene garantizad­o un lugar en la administra­ción. En cambio, la discrepanc­ia es ácida y solitaria. Puede llevar a la derrota absoluta. La democracia exige valentía. Aunque llegaron demasiado tarde al distanciam­iento crítico, Chacón y compañía se han atrevido a intentar la travesía del desierto con un caballo muy flaco y una mochila muy delicada: llevar a los independen­tistas de nuevo a la política. Son los quijotes de estas elecciones.

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