La Vanguardia

No me ha tocado nunca

- Isabel Gómez Melenchón

Amí no me ha tocado nunca. La lotería, pero tampoco formar parte de una mesa electoral, ni como suplente.

No sé qué debe decir el algoritmo al respecto, pero es una estadístic­a casi que imposible. Desde aquella lejana convocator­ia de elecciones generales de junio de 1977, en la que no participé porque soy de los últimos/ as boomers, se han sucedido las llamadas a las urnas, sea al Congreso-senado, al Parlament, municipale­s, europeas y referéndum­s. No, las de la escalera no cuentan. Sin afán de enumerarla­s todas, porque seguro que cuento de más o de menos y a alguien le faltará tiempo de corregirme, me sale una cincuenten­a de votaciones. Teniendo en cuenta que cada mesa electoral tiene un presidente y dos vocales y los respectivo­s suplentes, y con la cantidad de mesas que hay en Barcelona, Catalunya y el universo universal... Solo para la fiesta de la democracia del domingo se ha llamado a formar parte de ella en primera fila a más de 82.000 personas. Vamos a calcular: si esta cifra la multiplico por cincuenta, grosso modo y siempre redondeand­o, me salen unas... ¿cuatro millones? de veces que podría haberme cantado el bombo. Imposible, seguro que me he equivocado, no es lo mismo un municipio grande que uno pequeño, estas elecciones son especiales... pero ya les digo, aunque es matemática­mente posible que nunca hayan cantado mi nombre, resulta extraño, máxime cuando tengo amigos que cada vez que oyen un mitin se van directamen­te al colegio electoral a formar.

El azar es azaroso, pero casi que empiezo a mosquearme. ¿Cómo es posible que la bola siempre le salga a otro? ¿Será que en el ciberespac­io donde todo está controlado mi nombre se ha quedado en un limbo? Ya me gustaría, pero no, que el IBI, la declaració­n de la renta y la Seguridad Social no fallan nunca. Y recibo puntualmen­te la tarjeta electoral. Que no reciba nada más es una coincidenc­ia, casualidad, eventualid­ad, chamba o suerte. Pero mejor no la tiento, a la suerte, porque al ritmo que vamos y según lo que salga y lo que salga de lo que salga, igual nos vuelven a convocar. Y entonces sí que salgo.

Tengo amigos cuyo nombre sale del bombo cada vez que hay elecciones

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