Sanitarios desmoralizados
El perfil del profesional de la salud estresado: doctoras y enfermeras de entre 30 y 50 años que ven el futuro inmediato con pesimismo
Apunto de cumplirse un año del inicio de las medidas sanitarias para contener la pandemia, la salud mental de muchos profesionales del sector salud empieza a entrar en el terreno de la desesperanza. Si con la primera ola, en marzo y abril del año pasado, se impuso el miedo causado por el desconocimiento del virus y con la segunda, en octubre, la rabia y frustración por las consecuencias de la mala gestión de las medidas de prevención durante el verano, en esta tercera ola cunde el pesimismo ante una normalización de la situación que se antoja incierta y lejana pese a la llegada de las vacunas.
Es la principal conclusión que se puede extraer de las más de 4.000 intervenciones a profesionales médicos y enfermeros de toda España que ha realizado la red de 42 psicólogos de la plataforma de Tele Apoyo Psicológico (TAP), un servicio gratuito impulsado por la Fundació La Caixa y desarrollado por la Fundación Galatea, una entidad que vela por el bienestar de los profesionales de la salud. Tres de cada cuatro (76%) de los 1.066 sanitarios que han solicitado ayuda psicológica desde el pasado mes de marzo presentan síntomas de sufrimiento emocional: ansiedad, estrés, irritabilidad, insomnio y, cada vez con más frecuencia, depresión.
“La demanda expresada por los usuarios del servicio ha ido cambiando a medida que evolucionaba la pandemia”, explica Antoni Calvo, director de la Fundación Galatea. Al principio explotó la emoción del “triple miedo”: por la falta de recursos para afrontar la epidemia (cuando no había equipos de protección para todos); por dejar a los compañeros en la estacada al contagiarse; y el pánico a pasar el virus a familiares y amigos. En otoño surgió la impotencia y el cansancio físico ante una segunda ola inesperada. La actual fase de fatiga pandémica entre los profesionales sanitarios está marcada por el desánimo. “Algunos no ven la luz al final del túnel”, resume Calvo.
La gran mayoría de las consultas (86%), son de mujeres, algo que no es tan anormal si se tiene en consideración que la asistencia sanitaria es un sector profesional feminizado (un porcentaje similar de los estudiantes de Medicina, Psicología, Enfermería y Trabajo Social son mujeres). “Ya antes de la pandemia habíamos observado que ellas tienen menos dificultades para pedir ayuda”, advierten los responsables del programa.
La distribución por edades de los solicitantes es dispar: el 30% tienen entre 41 y 50 años; el 24%, entre 31 y 40; y el 19%, entre 51 y 60 años. La mayoría son médicos (38%), enfermeros (33%) o auxiliares de enfermería (10%), aunque también se trata a cuidadores de residencias y asistentes sociales.
No obstante, los profesionales que han acudido a este servicio de asistencia psicológica son muchos menos de los esperados. Ocurre lo mismo con otros programas similares en hospitales y áreas básicas de salud. “A los profesionales de la salud a menudo les cuesta atender a su estado anímico y equilibrio emocional. Han sido formados para ayudar a los demás y no se cuestionan su propia vulnerabilidad. Su prioridad es estar en primera línea contra la Covid-19. Otros tienen miedo al estigma y se automedican. Pero cuidarse es esencial para poder cuidar a otros. De hecho, es un imperativo ético y deontológico”, reflexiona Calvo.
Desde el mes de marzo, 691 usuarios han sido dados de alta, casi el 70% de los profesionales atendidos por el TAP. Otros 36 han sido derivados a programas asistenciales por trastornos severos y adicciones; 12 a telesoporte de psiquiatría; 176 al Servicio de Soporte Emocional; y 23 a otros grupos terapéuticos. “Su salud mental y emocional es la salud de todos”, resume Isidro Fainé, presidente de la Fundació La Caixa.
El 86% de los profesionales de la salud que solicitan ayuda psicológica son mujeres