La Vanguardia

Honra a la gran cineasta del feminismo

Un libro íntimo y profundo rescata la figura de Akerman

- FERNANDO GARCÍA

AChantal Akerman (Bruselas, 1950París, 2015) le dolía su madre: una polaca judía, Natalia, que con 15 años sobrevivió a los campos de concentrac­ión mientras su familia quedaba por el camino. Ese dolor filial de la pionera del feminismo en el cine marcó toda su obra en el celuloide, pero también su extraordin­ario libro Una familia en Bruselas (Tránsito), que escribió en 1998. La editora Sol Salama acaba de publicarlo en España, sin apenas expectativ­as de entrada pero con un éxito “inesperado” desde su lanzamient­o hace unos días. El texto se presenta este jueves en la Filmoteca de Catalunya con el aderezo de un pase de dos filmes de la autora: su primera cinta, el corto Saute ma ville (Exploto mi ciudad), que rodó a los 18 años, y su autorretra­to Chantal Akerman par Chantal Akerman (1996). La Filmoteca Española de Madrid hará otra presentaci­ón del libro el 17 de marzo. Ambos actos, unidos a la retrospect­iva que entre noviembre y diciembre acogieron el Reina Sofía y la propia Filmoteca Española, representa­n el rescate de una de las figuras más importante­s del cine del siglo XX pero también “de las más olvidadas en España, aunque no en Europa”, señala Salama.

Una familia en Bruselas es un monólogo de gran intensidad donde la escritora se pone en la piel de su madre y en la suya propia cuando el padre acaba de fallecer. La escritura es peculiar. Se despliega al ritmo del pensamient­o, tal como lo que las protagonis­tas lo van cavilando. Apenas hay comas y sí muchas repeticion­es. La narración pasa sin aviso previo de la primera a la tercera persona, y dela madre de chantal a ella misma como “la hija que vive en el barrio ese de Ménilmonta­nt”. Y lo importante no es lo que una y otra cuentan en sus diálogos consigo mismas, que son cosas cotidianas en apariencia banales, sino la forma en que se expresan y las sensacione­s que transmiten: la ansiedad, la pena por la distancia o la ausencia, el cariño y el amor frustrados y, siempre, el dolor; un padecimien­to subterráne­o que, sin necesidad de ser mencionado, notamos discurrir por debajo de lo que ambas dicen.

Salama vincula el libro a dos de las principale­s películas de Akerman: la última que hizo, No Home Movie (No es una película doméstica, 2015), considerad­a como una declaració­n de amor a su madre a través de la reconcilia­ción de su mundo tradiciona­l y hogareño en Bruselas con la vida nómada y cosmopolit­a de la realizador­a; y News from home (1976), donde Akerman lee las cartas reales que Natalia le ha escrito desde la capital belga a la par que traza un mapa personal de los barrios y calles de Nueva York; una cinta en la que Susan Sontag y Douglas Crimp vieron uno de los retratos más bellos y sinceros de la Gran Manzana.

Cuando Natalia Akerman murió en el ño 20 , Chantal se vino abajo. “Dijo q había dado cuenta d do el centro de su o gravitaba alrededor su madre y, ahora ue ella no estaba, sentía miedo al haberse convencido de que ya no te

‘Una familia en Bruselas’ retrata a una madre y una hija heridas por el siglo XX “Es incomprens­ible y triste que Akerman sea tan poco conocida en España”, dice la editora

nía nada que decir”. Un año después, y diagnostic­ada de una dolencia psíquica maniaco depresiva, la cineasta se suicidó.

Chantal Akerman siempre “añoró el cariño de su madre y trató por todos los medios de entenderla”, pero Natalia era una mujer traumatiza­da que jamás hablaba de sus fantasmas, empezando por su más que traumática experienci­a en Auschwitz, donde murieron su padres. “Ella ni siquiera pronunciab­a esa palabra ni el término ‘campo de concentrac­ión’; en su lugar hablaba

de là-bas, allá”. Los monólogos cruzados de Una familia en Bruselas son en ese sentido “el retrato de una generación de madres e hijas heridísima­s, cuyo afecto estuvo atravesado por los traumas del siglo XX”.

Akerman hija se consagró ante la crítica internacio­nal con el filme

Jeanne Dielman, 23 quai du Commerce, 1080 Bruxelles (1975), sobre la vida cotidiana de una viuda que se prostituye para salir adelante junto a su hijo. Pese al irregular recibimien­to que tuvo entre los espectador­es e intelectua­les del momento, y aunque dura tres horas y 20 minutos, el New York Times la etiquetó como “la primera obra maestra del feminismo en la historia del cine”. Y la teórica del cine Laura Mulvey dijo: “Esta película significa para el movimiento feminista una sacudida solo comparable a la que produjo

Ciudadano Kane (1941) en la historia general de la cinematogr­afía”.

Con ése y muchos otros de sus más de 40 filmes, así como con Una

familia en Bruselas y otros libros, la autora “nos detiene a mirar a la mujer de una forma en que no la hubiéramos mirado jamás”. Su cine rupturista, su visión crítica de la sociedad y sobre todo con sus acometidas contra la opresión de esa mitad de la población “condenada a estar siempre metida en casa” le costaron la incomprens­ión de muchos y los abucheos de algunos. Incluso Marguerite Duras la llamó “loca” mientras abandonaba la sala donde se estrenó Jeanne Dielman.

Pero tales visiones se corrigiero­n con el tiempo, que terminó por hacer aparecer a la realizador­a belga como una adelantada... menos en España, donde se la sigue conociendo poco. Lo que, para Salama, es “triste e incompresi­ble”. Pues una y otra vez Akerman escribió y filmó sobre cuestiones fundamenta­les y en boga. “Ella nos mostró el rol de la mujer alienada por el trabajo doméstico, y no sólo denunció esa opresión sino que la hizo saltar por los aires en sus películas, mientras que en otras soñó con la liberación sexual femenina. ¿Hay temas más actuales para las mujeres de hoy?”.

El auge del movimiento Metoo confirman la actualidad a la que alude la editora. Pero el Metoo viene de Hollywood, y Akerman era de Bruselas, que como su cine nos es más próximo pero al parecer nos queda más lejos. Salvo cuando un libro nos lo acerca.

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MATT CARR / GETTY Chantal Akerman, fotografia­da en Toronto en el año 2012
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Akerman hizo más de cuarenta filmes, entre ficciones, documental­es y autorretra­tos fílmicos, y escribió más de media docena de libros. Las mujeres y la memoria fueron sus grandes temas
LV Creadora prolífica Akerman hizo más de cuarenta filmes, entre ficciones, documental­es y autorretra­tos fílmicos, y escribió más de media docena de libros. Las mujeres y la memoria fueron sus grandes temas

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