Juan Manuel Gil gana el premio Biblioteca Breve
El narrador de la novela investiga a un amigo de su infancia
Un niño corre y corre tras una pelota perdida. Está en una de las pistas del aeropuerto de Almería. Sus amigos lo jalean tras una valla metálica. De repente, se encienden las luces del suelo: un avión está a punto de aterrizar... Así, con esta impactante escena, comienza Trigo limpio, la novela de Juan Manuel Gil (Almería, 1979) que ayer ganó el premio Biblioteca Breve de novela, dotado con 30.000 euros y que será publicada el próximo 10 de marzo.
La escena inicial fue leída por el actor Àlex Brendemühl, durante la ceremonia del fallo, que se pudo seguir por streaming y tuvo lugar por la mañana, ante una restringida audiencia de editores y periodistas, en el Museu Marítim de Barcelona.
Gil reveló que una vez soñó que ganaba un premio literario pero el editor le conminaba a cambiarse su nombre –que le parecía poco comercial– por otro anglosajón, por lo que afirmó estar contento porque, así, firmando con su nombre real, “en mi barrio se van a enterar”. Explicó asimismo que “la infancia es un yacimiento espectacular para un escritor” y que él construye ficción a partir de su memoria “aunque la pregunta pertinente es si me puedo fiar de ella y si eso importa algo. El título alude a que nada ni nadie es lo que parece, y el lector se va a preguntar si esta novela es trigo limpio”.
La acción, ambientada en un barrio obrero de la Almería de los años 90, gira en torno a un grupo de cuatro amigos. Uno de ellos, el narrador innominado, investiga qué fue de otro, Simón, que en un correo electrónico le ha pedido, tras 25 años sin dar noticias suyas, que escriba sobre ellos para luego, al poco, desdecirse. La investigación detectivesca sobre Simón se va convirtiendo también en una pesquisa sobre la infancia y sobre la naturaleza misma de la novela.
El narrador, además de desgranar “la constelación de libros” que han sido importantes en su vida, “intenta demostrar al lector que aquello que va escribiendo está siempre sustentado por una base teórica”.
El tono de la novela está impregnado de humor, una tradición en la que Gil se enmarca aunque “no está muy bien vista, porque al humor te hacen adjetivarlo siempre, y a nadie se le ocurre decir que ha escrito una ‘tragedia inteligente’, por ejemplo”. En los agradecimientos, se acordó especialmente de su madre,”que desde pequeño me ha mantenido a salvo de terceras dimensiones, puertas al más allá, cortes de digestión, pozos, balsas, secuestradores y una cosa muy importante para ella que eran los traficantes de órganos, que debían de estar a la vuelta de cada esquina, porque constantemente me hacía relatos en los que ella creía profundamente. Creo que gracias a eso, hoy me dedico a la literatura. Y, gracias a ella también conservo todos los órganos en su lugar”.
Gil fue alumno de la primera promoción de la Fundación Antonio Gala, cantera por la que han pasado autores como Cristina Morales, Juan Gómez Bárcena, Aixa de la Cruz o Matías Candeira. Su primer libro fue un poemario, Guía inútil de un náufrago (2004), al que siguieron las novelas Inopia
(2008), Las islas vertebradas
(2017) y Un hombre bajo el agua
(2019). También es autor de Mi padre y yo. Un western (2012), breves diálogos con su progenitor y de la miscelánea Hipstamatic 100
(2014).
El jurado estuvo compuesto por Enrique Vila-matas (quien recordó a su amigo Juan Marsé, ganador del premio en 1966), Raquel Taranilla, Olga Merino, Pere Gimferrer y la editora Elena Ramírez.
“Una vez soñé que ganaba un premio así, pero me tenía que cambiar el nombre por otro más anglosajón”