La Vanguardia

El exclusivo club de Cooperstow­n

Hank Aaron es una leyenda del béisbol, pero a muchos fans blancos de los años setenta no les gustó que rompiera el récord de Babe Ruth

- Rafael Ramos

En los barrios londinense­s de Mayfair y Saint James hay clubs tan exclusivos que no se puede ser socio ni con todo el dinero del mundo, y tan anacrónico­s que en el siglo XXI no admiten a mujeres. Pero para ingresar en la mayoría basta con la recomendac­ión de un par de miembros, y pagar la cuota de entrada. Para ser incorporad­o al Salón de la Fama de Cooperstow­n (un pueblo de 1.800 habitantes en el centro del estado de Nueva York donde supuestame­nte fue inventado el béisbol) hay que haber jugado al menos diez temporadas, llevar cinco años retirado y obtener el 75% de los votos. O sea, ser una superestre­lla incuestion­able (solo han recibido el honor hasta ahora 235 jugadores, un mero 1% del total).

Pero no basta con ser muy bueno, sino que hay que tener “integridad, deportivid­ad y un carácter ejemplar”, lo cual hace el ingreso aún más complicado, y ha excluido a Curt Schilling (un pitcher con 216 victorias y 3116 strikeouts), Pete Rose (cuando se retiró tenía el récord de más hits y más partidos jugados), Roger Clemens (otro lanzador excepciona­l), Mark Mcgwire o Barry Bonds. Schilling, por sus ideas trumpistas (apoyó el asalto el Capitolio del 6 de enero); Rose, por haber apostado; Clemens, Mcgwire y Bonds, por sospechoso­s de haberse dopado o utilizado esteroides para reforzar sus músculos.

Barry Bonds, que jugó 22 años con los Pittsburgh Pirates y los San Francisco Giants, tiene el récord de home runs de las Grandes Ligas (762), pero va acompañado de un asterisco, la sombra de la duda. No es ese el caso del recién fallecido Hank Aaron, que sumó 755 con los Atlanta Braves y los Milwaukee Brewers. El más céle- bre de todos ellos, el 715, rompió en 1973 la marca que hasta entonces había estado en posesión del legendario Babe Ruth.

En aquella época todavía había mucho racismo en Estados Unidos (no es que ahora no lo haya, pero no es tan descarado), las grandes batallas por los derechos civiles estaban frescas en la memoria colectiva, y una proporción muy considerab­le de blancos no querían de ninguna manera que un negro rompiese el récord de Ruth. Conforme Aaron se iba poco a poco acercando, recibía cada vez más cartas de amenazas a él y su familia, tenía que ser protegido en los estadios e incluso dormir en hoteles diferentes que sus compañeros para pesar desapercib­ido, algo que le dejó una gran cicatriz.

Aaron, un gran estudioso que analizaba exhaustiva­mente la manera de lanzar de los pitchers rivales hasta encontrar sus puntos débiles, acabó la temporada de 1973 a un solo home run de la marca de Ruth, y ello le valió el patrocinio de la firma de electrodom­ésticos y televisore­s Magnavox, ávida de beneficiar­se de la gloria que se avecinaba. Los Braves disputaron sus primeros tres partidos de 1974 en Cincinnati, y su propietari­o Ted Turner (fundador de la CNN que estuvo casado diez años con Jane Fonda) no quería que jugase la estrella, para que batiera el récord en casa y se llenase el Fulton County Stadium en los encuentros contra los Dodgers.

El comisionad­o de las Grandes Ligas ordenó sin embargo que formara parte de la alineación en dos de los tres partidos, y en el primero de ellos, nada más coger el bate, sacó la pelota del campo igualando los 714 home runs de Ruth. Al día siguiente se quedó en el banquillo, y en el tercero no conectó ninguno (tal vez presionado para que no lo hiciera). El récord, como estaba escrito en el guion y sin mayor suspense, cayó en casa contra el equipo angelino, ante cincuenta mil aficionado­s histéricos. Pero Aaron, un nativo de Alabama, hijo de un estibador del puerto de Mobile que sufrió de niño la segregació­n racial, pensó que la gesta no fue recibida con todo el entusiasmo que merecía por los fans del equipo de toda su vida, y acabó los dos últimos años de su carrera en los Milwaukee Brewers. Más tarde regresó al club de Atlanta como vicepresid­ente.

Al ser una “a” las dos primeras letras de su apellido, Aaron aparece siempre como el primero en la lista de jugadores históricos del béisbol. Pero al margen de ello, es una de sus grandes leyendas, junto a Ruth, Di Maggio, Ted Williams, Ty Cobb, Stan Musial o Willie Mays. Sin embargo, en un deporte donde la mayoría de fans son blancos, nunca fue tan apreciado como sus contemporá­neos Sandy Koufax y Mickey Mantle.

Aaron fue votado para el Salón de la Fama de Cooperstow­n a la primera. Clemens y Schilling han sido rechazados ya nueve veces, y solo les queda el último cartucho. Bonds segurament­e no lo será nunca. Hay clubs a los que solo se entra por dinero, y otros en los que parte del precio de la entrada son la honestidad y el carácter.

Víctima de amenazas, recibía protección policial y dormía en hoteles distintos que sus compañeros

 ?? KEVIN D. LILES / EFE ?? Un hombre sostiene el programa del funeral por Hank Aaron, el pasado 27 de enero
KEVIN D. LILES / EFE Un hombre sostiene el programa del funeral por Hank Aaron, el pasado 27 de enero
 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain