Borrell defiende su viaje a Rusia ante las críticas de la Eurocámara
El alto representante de la UE recibe una oleada de críticas de los diputados
Josep Borrell, alto representante de la UE para la Política Exterior, defendió ayer su polémico viaje a Moscú en la Eurocámara, en una tensa sesión en la que tuvo que responder a una batería de críticas por parte de varios grupos parlamentarios. “Entonces, ¿para qué quieren al alto representante?”, llegó a decir Borrell.
En dos horas de debate, aparecieron dos Borrell. El del inicio, hablando en inglés, con un discurso más analítico, de fondo, justificando las razones del polémico viaje del pasado viernes a Rusia; y el del final, el Borrell de las réplicas. Allí, pasando a expresarse en español, el alto representante estuvo más suelto, más directo y también más contundente.
Justificó el viaje ante el Parlamento Europeo y defendió la tarea del alto representante como un actor sobre el terreno y no encerrado en su despacho, y acabó preguntándose si los ministros de Asuntos Exteriores de los países miembros han ido diecinueve veces a Rusia en los últimos dos años, por qué razón él no puede. “Entonces, ¿para qué quieren al alto representante?”, preguntó Borrell.
Una réplica que llegó después de una sesión parlamentaria en la que Borrell tuvo que escuchar numerosas críticas, repetidos calificativos de error y alguna petición de dimisión, como la formulada por Carles Puigdemont, al invitarlo a realizar un “Borrellexit”. Todo en referencia a su encuentro con Serguéi Lavrov que se convirtió en un choque frontal entre la UE y Rusia con la percepción generalizada de que la Unión Europea salió como perdedora del envite. Falta de cálculo, error o caída en una emboscada, fueron algunos de los calificativos que se utilizaron para calificar la iniciativa.
En cambio, Borrell defendió la validez del viaje, argumentó que hay que mantener la puerta del diábásicamente, logo abierta, pero sus críticas a Moscú subieron de tono y anunció que propondrá sanciones. “El Gobierno ruso está en una vía autoritaria y se muestra sin piedad en el caso Navalni... Sería conveniente prever sanciones. Utilizaré mi derecho de iniciativa y haré propuestas que combinarán las actuaciones para luchar contra la desinformación y los ciberataques”, dijo Borrell ante los diputados europeos.
Un objetivo del viaje fue transmitir “cara a cara la posición de la UE en los temas que nos preocupan”, como son los derechos humanos, las libertades políticas y la situación de Navalni, objetivo que da por cumplido. Un paso que provocó intercambios tensos con el ministro ruso, Lavrov. “No acariciaba ilusiones antes del viaje, pero estoy sinceramente más preocupado, incluso después del desplazamiento”, porque Rusia no está dispuesta a establecer una relación constructiva con la Unión Europea.
su conclusión es que, si se mencionan derechos humanos, Moscú se desentiende y, para Borrell, eso es algo que no se puede excluir dado que forma parte del ADN de la UE. Sabía que el viaje comportaba riesgos, pero considera que valía la pena asumirlos para formular “cara a cara” con las autoridades rusas la petición de liberar a Navalni.
La mayoría de los diputados fueron críticos con el viaje. Desde los populares europeos, que le preguntaron si no se sabía lo que le esperaba en Moscú, hasta los liberales, que se mostraron especialmente duros. Su jefe de filas, Dacian Ciolos, dijo
que la visita había mandado la señal diplomática equivocada y que “usted fue a Moscú a una trampa mediática tendida por el régimen de Putin”.
Por su parte, desde las filas socialistas reclamaron que las críticas apunten al régimen ruso y no al alto representante, aunque subrayando que el viaje lo aprovechó Moscú para humillar y ofender a la UE.
El debate también dio paso a un duelo entre Carles Puigdemont y Josep Borrell. El expresident le atacó frontalmente afirmando que “habíamos avisado que el doble rasero de la UE socaba su credibilidad como defensora de las libertades y ahora tiene consecuencias humillantes para todos”. También añadió que quiere una Europa fuerte en defensa de los derechos humanos, pero que “usted no es esta voz, señor Borrell. Por favor, haga un Borrellexit”.
En su réplica, Borrell dijo que no tiene sentido comparar la situación del opositor Navalni, que ha sufrido un intento de asesinato, “con algún diputado que se sienta en esta Cámara y la de algunos colegas suyos que están haciendo libremente campaña electoral en Catalunya en este momento”.
También se dirigió a otros parlamentarios críticos con su actuación para señalar que “escuchándolos, me daba la sensación de que quién había expulsado a los diplomáticos europeos era yo y no el ministro Lavrov”.
Borrell tiró de comparativa para defender su viaje a Moscú. Sumó los desplazamientos que han realizado las autoridades de los países miembros de la Unión Europea a Rusia, diecinueve visitas de nivel ministerial o superior en dos años, cuando el alto representante llevaba desde el 2017 sin viajar a Rusia. “¿Qué pasa?, ¿hay que ir o no hay que ir? ¿O pueden ir todos menos el alto representante? ¿Entonces para que lo tienen?”.
Fueron las preguntas finales con que Borrell quiso justificar su función y especialmente el momento del viaje, porque este fue uno de los elementos más criticados, el contexto elegido. Aquí, Borrell reconoció que hay margen de interpretación, aunque él sigue aferrado al argumento de que era una buena ocasión tanto para dejar clara la posición de la UE reclamando la liberación de Navalni como para tener más información sobre las intenciones reales de Rusia. La respuesta es clara. Moscú no tiene ninguna intención de flexibilizar su postura, ni con Navalni, ni con la UE, lo que tendrán que tener cuenta los Veintisiete a la hora de decidir si aplican sanciones adicionales a Moscú, un paso al que algunos países, como Alemania y Francia, se resisten. Su posición es que, a pesar de todo, se priorice el diálogo.