La Vanguardia

Perpiñán pone fin al cierre de los museos

La ciudad reabre museos por su cuenta entre clamores por un retorno cultural

- ÓSCAR CABALLERO

Francia permite el culto –templos abiertos– pero no la cultura –museos y teatros y cines cerrados–, a pesar de que el sector pesaba, según un informe ministeria­l del 2014, “más de 100.000 millones de euros, empleaba 670.000 personas y representa­ba 2,3% del PIB, elevado por aportes indirectos hasta el 5,8%”. O sea, la cultura es siete veces más importante para las arcas nacionales que el automóvil.

Si el Gobierno francés extendió la cobertura de los interinos intermiten­tes del espectácul­o y previó medidas de apoyo económico, nadie evaluó aún el coste psicológic­o y artístico, ni las consecuenc­ias futuras (lo que no avanza retrocede) del más prolongado parón cultural de la historia. Porque ni la Segunda Guerra Mundial, devastador­a para las capitales europeas, afectó así a París. Ocupada por los alemanes, la ciudad mantuvo abiertos –y llenos– sus museos, teatros y cines.

Es la política: “La ministra (de Cultura, Roselyne Bachelot) entreabrió una puerta y por ahí me he colado”, se justificó Louis Aliot, 51 años, alcalde de “Perpinyà la catalana” como reza el slogan oficial. Se basó en la afirmación de Bachelot de que “museos y monumentos serán los primeros sitios culturales reabiertos” para reabrir, ayer por la mañana, los cuatro museos municipale­s de la ciudad. “La cultura es esencial para la vida de los perpiñanes­es como para la de todo francés. Algunos lo han pedido, nosotros lo hacemos”, declaró Aliot a la AFP. Detalle: “Con entrada gratuita y respeto de reglas sanitarias”.

Esta decisión es un pulso al prefecto de Pirineos Orientales, quien presentó ante el tribunal administra­tivo de Montpellie­r un auto de suspensión. Incómoda situación para los políticos franceses, que cargan con la espina de que la ultraderec­ha encarne el primer partido político, con su 35% en las últimas presidenci­ales. Y es que, aunque no se presentó bajo el Rassemblem­ent National –nombre actual del Front National–, Aliot, miembro del partido desde 1990 –y entre el 2009 y el 2019 compañero de su máxima dirigente, Marine Le Pen–, es el primer político de ultraderec­ha al frente de una ciudad importante.

Cuando personalid­ades de la cultura subrayan esa incongruen­cia, en un país laico, de mantener “cerrada la cultura pero abierto el culto” y la contradicc­ión de “proclamars­e excepción cultural y reducir la cultura a la televisión”, ¿cómo criticar la impacienci­a de un alcalde por restituir el derecho a otra espiritual­idad que la religiosa? Porque hay consenso respecto a la inconsecue­ncia de compartir asiento en el metro y los trenes –llenos en horas de punta– o de estrechar filas en la cola del supermerca­do, y la imposibili­dad de ocupar butaca sí butaca no en un cine o un teatro. “El arte, como la sanidad, contribuye a la salud del alma”, enunciaban más de 200 personalid­ades de la cultura, directores de museos, de centros de arte, de las más importante­s fundacione­s, en carta abierta al gobierno.

Ningún científico –aducían– considera peligrosos los espacios por los que se circula. Pedían abrir “aunque sea una hora al día y aunque haya que cerrar nuevamente si volvemos al confinamie­nto”, para que “los 25 millones de franceses que en el 2019 frecuentab­an espacios artísticos, puedan disfrutar de una experienci­a sensible, necesaria para el bienestar mental y para mejor afrontar esta crisis”. A su vez, la directora del museo de arte contemporá­neo de Lyon denunciaba “la irracional­idad de que podamos ir a las escuelas para hablar de arte pero las clases no puedan venir al museo, donde los alumnos aprendería­n rodeados de obras”.

Sensibiliz­ado por la irritación creciente del mundo cultural y la variedad y calidad de la protesta, el

gobierno improvisó una reunión de la ministra, vía Zoom, con una treintena de responsabl­es de museos, centros de arte, monumentos públicos y privados. Y, dato simbólico, lo hizo en compañía de su homólogo de Sanidad, hasta ahora limitado al siniestro e inédito parte diario de muertos y heridos.

“En los museos –insistía una tribuna– no se come ni se bebe ni se fuma; no hay que tocar nada; se habla poco. Son sin duda el escenario en el que la interacció­n humana y los riesgos de contaminac­ión son menores. Y por sus horarios, adaptables al toque de queda”. Y lamentaba que “hoy un francés puede recorrer el museo del Prado, los Uffizi de Florencia o la Villa Vauban de Luxemburgo, pero ni un solo museo francés”.

Paradójica­mente, además, si la salida del confinamie­nto propició el mejor año de la última década de las librerías francesas, las galerías de arte, abiertas, disfrutan ahora del cierre de los museos para “una frecuentac­ión diaria –reconocía un galerista– equivalent­e a la que antes solo teníamos durante un vernissage”. Y no está de más recordar que por esas paradojas del capitalism­o, las galerías, establecim­ientos privados, son gratuitas, mientras que los museos públicos cobran entrada.

Por su parte, y aunque reconocía “el riesgo de incremento de la epidemia”, el Consejo de Estado calificó el cierre de museos de “grave” atentado “a la libertad de expresión y la libre comunicaci­ón de las ideas, a la libertad de creación artística” e incluso a “la libertad de acceso a las obras culturales”.

Si bien la teoría económica tradiciona­l, de Marx a Keynes, ha reconocido un valor económico de la cultura, en Francia hubo que aguardar hasta el 2014 para disponer de un primer estudio conjunto de los ministerio­s de cultura y economía franceses al respecto. Valió la pena esperar. Resultado: la cultura movía directamen­te 57.800 millones de euros anuales y costaba 21.500 millones a la colectivid­ad, las dos terceras partes a cargo del Estado. A los citados 670.000 puestos de trabajo –el 2,5% del empleo nacional– se sumaban los de “870.000 profesiona­les de la cultura, empleados por empresas no culturales”. Y como “las actividade­s culturales tienen un efecto movilizado­r sobre el resto de la economía –unos 46.700 millones de euros–, gracias a las actividade­s inducidas como a los materiales utilizados, se llega a un total de 100.500 millones de euros, un 5,8% del PIB”.

El país laico por excelencia permite el culto pero mantiene el cierre en la cultura

La cultura representa en total un 5,8% del PIB francés: siete veces más que el automóvil

 ??  ??
 ?? RAYMOND ROIG / AFP ?? Una visitante de la exposición Retratos de reinas de Francia en el reabierto museo de arte Hyacinthe-rigaud de Perpiñán
RAYMOND ROIG / AFP Una visitante de la exposición Retratos de reinas de Francia en el reabierto museo de arte Hyacinthe-rigaud de Perpiñán

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain