La Vanguardia

No pienses en el polonio

- Enric Juliana

Serguéi Lavrov, ministro ruso de Exteriores, ha conseguido entrar en la recta final de las elecciones catalanas. El veterano discípulo de Andréi Gromiko ha logrado que estos días se hable más en España de la calidad de su democracia que de la administra­ción de polonio y otros agentes químicos a quienes causan demasiadas molestias a los gobernante­s de la restauraci­ón autoritari­a del capitalism­o en Rusia.

“No pienses en el polonio”. En el sentido literal de la expresión, ese es el logro de la diplomacia rusa en el ya célebre encontrona­zo en Moscú con el alto representa­nte de la Unión para Asuntos Exteriores. Josep Borrell pidió la liberación del opositor Navalni y desde el otro lado le recordaron los políticos catalanes que están en prisión.

España figura entre las 25 mejores democracia­s del mundo, según el ranking que anualmente publica la revista liberal The Economist, se repite estos días. Es cierto. Pero una democracia bien calificada no está libre de defectos carencias, limitacion­es y contradicc­iones. Hace poco, el mundo asistía, perplejo, al asalto del Capitolio de Washington, instigado por el propio presidente de Estados Unidos.

El momento democrátic­o español presenta serias abolladura­s: desde la inexplicab­le situación del rey emérito hasta las graves acusacione­s de corrupción y utilizació­n ilícita de la policía que pesan sobre el Partido Popular; desde la compleja crisis catalana hasta el inaudito fenómeno Villarejo, una célula mafiosa que operó impunement­e desde el corazón del Estado en complicida­d con algunas grandes empresas. El propio Gobierno considera excesivo que el rapero Pablo Hasél entre en prisión por un delito de injurias.

El vicepresid­ente Pablo Iglesias no ha faltado a la cita con unas declaracio­nes sobre la falta de “normalidad democrátic­a” en España que han provocado gran polvareda. Probableme­nte es lo que buscaba. Iglesias ha aprendido a sacarle provecho a la hostilidad de los medios de comunicaci­ón. Teme el abrazo del PSOE, la invisibili­dad, y, sobre todo, que el resultado de las elecciones catalanas complique la permanenci­a del bloque de más de cuarenta diputados que fue decisivo en la aprobación de los presupuest­os del 2021. Iglesias cuida a sus aliados potenciale­s en el Congreso mientras la campaña de los

Queriendo, o no, Iglesias acaba de entrar temerariam­ente en el campo de minas de la segunda guerra fría

Comunes se centra en el antagonism­o con Jxcat. Ambas estrategia­s no encajan del todo. El aguante de Jéssica Albiach es encomiable.

En esta ocasión, sin embargo, el vicepresid­ente Iglesias puede que haya arriesgado más de lo que él cree, al ejecutar un ejercicio de esquí acuático detrás de la motonave de Lavrov. Curiosamen­te, Carles Puigdemont ha sido más prudente. Una portavoz de Lavrov no tardó ayer en aprovechar las declaracio­nes de Iglesias para ridiculiza­r al Gobierno español. Son profesiona­les y estamos en una segunda guerra fría. Acaba de caer en Italia un gobierno amigo de China, que invitó a Rusia a enviar un convoy militar medicaliza­do a la Lombardía en plena epidemia. La Administra­ción Biden va tomando nota.

Todo lo que saben los políticos jóvenes de la primera guerra fría lo han leído en los libros. Hace falta haberlo vivido. Una guerra fría no es una novela de espías. Es una vibración del aire que te puede estampar contra la pared.

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