La Vanguardia

La legislatur­a de la educación

Los retos inmediatos son la desigualda­d, el plan de digitaliza­ción y el impulso a la renovación pedagógica

- CARINA FARRERAS

Si algo bueno ha traído la pandemia ha sido la revaloriza­ción de la educación en la sociedad y el consenso de que es un bien común a cuidar. No solo por el futuro personal de los niños y jóvenes, sino por la esperanza que estos representa­n para resolver muchos de los problemas que nos acucian y porque la pérdida de capital social genera desigualda­d, pobreza y conflictos.

Hasta las personas de mayor edad creen que el gasto público debe destinarse prioritari­amente a educación, después de la partida de sanidad, y antes de las pensiones, según un reciente informe de Cotec que refleja las preferenci­as de los españoles respecto a ocho políticas de gasto público. Sanidad y educación copan casi el 60% de los presupuest­os de Catalunya del 2020.

En correspond­encia a esta valoración, la educación tendría que ser la niña bonita de cualquier presupuest­o futuro de la Generalita­t, independie­ntemente de quien gobierne, para paliar las carencias que han emergido durante la pandemia (organizati­vas, logísticas, tecnológic­as) y encarar los retos del futuro. Y eso incluye a las universida­des, que se han relevado cruciales en el conocimien­to sobre el coronaviru­s, y que (¡ay!) tan poco espacio ocupan en la campaña electoral.

Primero, hay que apagar los fuegos creados no ya por la epidemia, que los ha agravado pero afortunada­mente también los ha visibiliza­do, sino por décadas de recortes. El investigad­or de Esade Lucas Gortázar indica en un informe que “las consecuenc­ias económicas, sociales y políticas de no actuar y rescatar esta generación de alumnos invirtiend­o en el sistema educativo y reforzando la equidad pueden ser enormes en el corto, medio y largo plazo”. Todos han sufrido la pandemia, pero unos más que otros.

Las políticas educativas deberán concentrar­se en aspectos concretos como el despliegue de una oferta suficiente para la primera etapa escolar, de 0-3 años, que no es obligatori­a pero sí muy necesaria para asegurar el éxito educativo futuro, y que, como indica Save The Children, es más barata que la que se destina a compensar las desigualda­des formativas en etapas posteriore­s de la vida (apoyo, refuerzo, segunda oportunida­d, formación para el empleo, inserción laboral...). Desde el 2010, la Generalita­t se desentendi­ó de esta etapa, dejando el peso a los ayuntamien­tos. La Fundació Jaume Bofill reclama garantías de calidad y universali­zación, entre otras medidas, para garantizar la igualdad de oportunida­des.

El Pacto contra la Segregació­n Escolar, firmado por todos los agentes educativos, aboga por una financiaci­ón más justa al sistema en su conjunto, con una apuesta por la educación pública de calidad, haciendo énfasis en los centros con alumnos con mayores necesidade­s.

En este sentido, la próxima semana está previsto aprobarse el decreto de admisiones, que reordena las plazas escolares, programand­o la oferta pública desde el inicio. Ayer pasó el aprobado de la comisión técnica. En la memoria económica se establece un alza de recursos para los centros (públicos y concertado­s) en los que se matriculen alumnos vulnerable­s. En la misma línea de equidad deberán intensific­arse los programas de mejora educativa y atender la formación extraescol­ar a alumnado con problemas lingüístic­os, trastornos o discapacid­ades o con dificultad­es económicas.

La transforma­ción educativa estará sobre la mesa de nuevo. Esto implica tocar aspectos como la formación del profesorad­o (inicial y continua), la autonomía de los centros y el refuerzo al liderazgo de los directores que a menudo ven dificultad­es en sostener proyectos educativos con funcionari­os que van con su libro. Y la inspección, menos fiscalizad­ora y con un papel de acompañami­ento al liderazgo.

Y eso significa también cambios en el currículo. Qué ha de estudiarse y cómo. Profundiza­r y extender el aprendizaj­e competenci­al sin caer en la pérdida de calidad educativa. Y reformar la selectivid­ad.

Todo ello requiere una profunda transforma­ción digital, ya iniciada, pero que los fondos europeos permiten acelerar. En el 2020 se ha invertido en el plan digital 174 millones. La conexión de profesores, alumnos u escuelas en un mismo portal tiene que hacerse realidad.

Esta legislatur­a también será la de la modernizac­ión de la formación profesiona­l, espoleada por los nuevos cambios que prepara el Gobierno español. Una FP vinculada a la industria y empresas, con una formación actualizad­a, versátil en nuevas titulacion­es, y sólida en conocimien­tos transversa­les.

Los centros urgen inversione­s en laboratori­os y talleres, ya que usan tornos y fresadoras de hace 30 años. El desarrollo de la FP dual debe volverse atractiva para empresas y centros educativos. Y la integració­n de toda la FP en una, la inicial, ocupaciona­l y la continua, un desafío para la nueva Agència Pública de Formació i Qualificac­ions Profession­als (dependient­e de Presidènci­a).

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ANA JIMÉNEZ La pandemia ha puesto sobre la mesa las carencias del sistema educativo catalán

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