La Vanguardia

El virus saca a la luz los conflictos de los barrios de la periferia

La Guardia Urbana traslada efectivos del centro a los distritos tradiciona­lmente fuera del foco

- MAYKA NAVARRO

Esa nueva normalidad en la que estamos inmersos desde hace prácticame­nte un año para combatir la pandemia ha ampliado el foco sacando a la luz conflictos en los barrios periférico­s de Barcelona. El descenso de la actividad en los distritos de Ciutat Vella y el Eixample ha permitido a la administra­ción dedicar esfuerzos, personal y atención a lo que está pasando en otros puntos de la ciudad como Nou Barris, Sant Andreu, Horta Guinardó o Sant Martí. Un trasvase de recursos en el que se está aplicando la Guardia Urbana de Barcelona que estudia el fenómeno desde la oficina central de proximidad que dirige el intendente mayor Benito Granados.

Tras unos cuantos años, nada fáciles, dirigiendo la comisaría de la Guardia Urbana en Ciutat Vella, el actual jefe Pedro Velázquez se llevó a Benito Granados a la jefatura para que coordinara e impulsara la actuación de todas las unidades territoria­les. Desde su nueva responsabi­lidad, el intendente mayor ha potenciado el análisis de los fenómenos que suceden en la ciudad para tratar de adelantars­e y diseñar estrategia­s de prevención.

“No está pasando nada nuevo en esos barrios periférico­s donde también hay un descenso generaliza­do de los delitos, pero la tregua delincuenc­ial de la covid nos permite trabajar en esos puntos con mucha más intensidad y recursos porque se están produciend­o comportami­entos vinculados con la pandemia que nos obliga a reforzarno­s”. Se trata, añade el intendente Granados, del incremento del uso del espacio público y de un relajamien­to cada vez mayor en el cumplimien­to de las restriccio­nes sanitarias.

La crisis económica desencaden­ada de la covid está golpeando con insistenci­a a familias vulnerable­s de esos barrios. En muchos casos son viviendas de pocos metros cuadrados y escasos recursos que gestionan las horas de encierro directamen­te en la calle. A todos esos elementos hay que añadir que en esos barrios no existe la costumbre de ver, con la frecuencia de los vecinos del Eixample o Ciutat Vella, dispositiv­os policiales para pedir documentac­ión o insistir en el uso de la mascarilla.

“En las plazas de Ciutat Vella nadie se sorprende si ven a tres patrullas solicitand­o documentac­ión. Eso en Trinitat Vella o en Baró de Viver no es tan habitual, pero nos estamos esforzando en que empiece a serlo”, añade.

¿Cómo? Ganando recursos de servicios centrales ante la disminució­n de determinad­a tareas. Por ejemplo la venta ambulante. Los manteros han desapareci­do literalmen­te. Muchos se han reagrupado con familiares en otros puntos de Europa y los que tienen documentac­ión y han podido han regresado a su país de origen. Otros tantos se han readaptado y están recogiendo y vendiendo chatarra. “Los pocos que asoman la cabeza por el Moll de la Fusta en cuanto nos ven, huyen. Tal como están las cosas ya no se pueden permitir el lujo de que les incautemos una mercancía”. Apenas hay prostituci­ón en la vía pública y la que se mantiene está escondida en pisos. Solo la ausencia de esos dos servicios ha permitido a la Guardia Urbana dedicar la unidad de refuerzo de emergencia y proximidad (UREP) a la fiscalizac­ión del cumplimien­to de las medidas sanitarias en la periferia.

Los búnkers del Carmel en la cima del Turó de la Rovira se pusieron de moda mucho antes de la pandemia. Pero es ahora cuando las concentrac­iones, especialme­nte de jóvenes los fines de semana, van a más y además incumplien­do cualquier norma que tiene que ver con la responsabi­lidad y la seguridad sanitaria. “Allí no puede entrar una patrulla, ni dos. Tenemos que planificar las actuacione­s con unidades centraliza­das, desalojar y sancionar. Aunque sabemos que en cuanto nos vamos regresan con las neveras. Pero trabajamos con disuación, prevención y fomentando nuestra presencia”, insiste Granados.

La Guardia Urbana es consciente de que tras la pandemia, con la vacuna y la inmunidad de grupo, poco a poco regresarán las rutinas. Les tocará gestionarl­as en una ciudad sacudida por la crisis económica. “Tenemos muy claro que nuestra presencia en esos barrios no va a decrecer. Volverán los turistas y los visitantes, el foco se reajustará sobre las problemáti­cas de siempre, pero no podemos permitirno­s deshacer el camino que hemos hecho estos meses en algunos barrios”. Para ello, insiste Granados, se destinarán a esos distritos muchos de los nuevos guardias

LOS NUEVOS ESCENARIOS Nou Barris, Sant Andreu, Sant Martí y Horta-guinardó focalizan la actividad

DESTIERRO DE ACTIVIDADE­S La venta ambulante y la prostituci­ón en la vía pública han desapareci­do del centro

urbanos que se incorporar­án en este mandato.

Se trata, insiste el intendente mayor, de apostar cada vez más por una visión global de las cosas que ocurren en la ciudad y para la que necesitan anticipars­e a través del análisis preciso de los datos. “El secreto está en adelantarn­os e incluso prevenir, si se puede”. Otro ejemplo. ¿Qué pasará con la venta ilegal en la vía publica cuando regrese y compita contra un comercio asfixiado tras un año durísimo de crisis? La previsión es que bajarán los índices de tolerancia y que crecerán los conflictos. Como crecerán también las tensiones vecinales cuando los barcelones­es descubran que ha vuelto el ruido por la noche.

 ?? LLIBERT TEIXIDÓ ?? El espacio público. Los búnkers del Carmel se han convertido en la válvula de escape de la dispersión de decenas de jóvenes los fines de semana
LLIBERT TEIXIDÓ El espacio público. Los búnkers del Carmel se han convertido en la válvula de escape de la dispersión de decenas de jóvenes los fines de semana
 ?? LLIBERT TEIXIDÓ ?? Los espacios abiertos son la válvula de escape de una ciudadanía condiciona­da por las restriccio­nes
LLIBERT TEIXIDÓ Los espacios abiertos son la válvula de escape de una ciudadanía condiciona­da por las restriccio­nes
 ?? LLIBERT TEIXIDÓ ?? La inmensa mayoría de los barcelones­es hace un uso responsabl­e del espacio público de la ciudad
LLIBERT TEIXIDÓ La inmensa mayoría de los barcelones­es hace un uso responsabl­e del espacio público de la ciudad

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