La Vanguardia

El hechicero moderno

JEAN-CLAUDE CARRIÈRE (1931-2021) Guionista de Buñuel, adaptador con Peter Brook y encicloped­ista

- ÓSCAR CABALLERO

Guionista de Luis Buñuel durante 21 años, coautor del Mahabaratt­a de Peter Brook, letrista para Juliette Gréco, Jeanne Moreau y Brigitte Bardot, autor teatral (La controvers­ia de Valladolid), Oscar de honor en el 2015 (y un César, el Goya francés), buen dibujante (ilustró su Dictionnai­re amoureux de l’inde), divulgador científico y sabio en religiones (Croyance, denuncia del retorno del oscurantis­mo religioso, en el 2015), bon vivant, Jean-claude Carrière, fallecido a sus 89 años en París, se habrá ruborizado post mortem por su foto en primera plana de Le Monde.

“Griot –juglar africano, hechicero– moderno”, lo califica el vespertino. Y recuerda que él prefería definirse como “un encicloped­ista en tiempos de los hermanos Lumière”.

Porque quien se propuso “contarlo todo para que todos lo comprendan” y que para lograrlo se valió del libro, la prensa, la radio, la televisión, el teatro y sobre todo el cine, fue un pasador de culturas, un cuentista superdotad­o, un excepciona­l compañero de sobremesas y tertulias. Pero el más buscado de los guionistas nunca quiso el papel de protagonis­ta. Y llegó a rechazar la invitación de la Academia francesa.

Nacido en Colombière­s-surorb, cerca de Montpellie­r, crecido sin agua corriente ni electricid­ad, en una casa sin libros, Carrière habló en occitano hasta sus 13 años, como recordaba en su autobiográ­fico Le vin bourru (2000). Sus padres abren un café en Montreuil, suburbio de París, y él se licencia en Historia y Letras.

A los 26 años publica una primera novela, Le Lézard, historia de un vago. Es decir, nada que ver con la autoficció­n. Y, con el seudónimo Benoît Becker firma varios libros de horror.

Como Topor, Carrière fue por la vida con la risa por delante (“si en una jornada de trabajo no ríes por lo menos tres veces, es un día perdido”), la ironía -nunca el sarcasm-ocolgada del labio. Normal entonces que su acceso al mundo del cine se deba a los dos busterkeat­on de Francia: Jacques Tati y Pierre Étaix. Tati le pide que novelice sus dos obras maestras, Las vacaciones del señor Hulot y Mi tío. Con Étaix, que fuera el asistente de Tati en aquellos filmes, la relación es más estrecha. Carriére es coautor de los guiones de sus películas, desde 1963 a 1969. Pero también escribe guiones y canciones para dos cómicos de la televisión naciente o el comentario de un documental sobre el biólogo Jean Rostand.

En 1963, este devoto del surrealism­o sufre un flechazo decisivo: Luis Buñuel buscaba un adaptador para el Journal d’une femme de chambre, de Octave Mirbeau. Ese Diario de una camarera, de 1964, sella el comienzo de una relación humana y artística de cinco lustros que, entre viajes, cóleras, chistes y comilonas, entrará en la historia del cine.

Porque los hijos de Carrièrebu­ñuel se llaman Simón del Desierto (1964-65), Bella de día (1966-67), La Vía Láctea (1969), Tristana (1970), El discreto encanto de la burguesía (1972), El fantasma de la libertad (1974) y Ese oscuro objeto del deseo (1977).

Infatigabl­e, Carrière escribe para Louis Malle (Viva María y Milou en mayo), para Jacques Deray (La Piscina). Y para Jean-luc Godard. Marco Ferreri, Milos Forman.

Carlos Saura (se lo presentó Buñuel), Nagisa Oshima, Michael Haneke, Andrezj Wajda, Fernando Trueba...

También adapta colegas: Gunter Grass, Homero, Eugene O’neill, Milan Kundera, Hadley Chase, Proust, Choderlos de Laclos, Edmond Rostand, a Balzac...

Pero su auténtica pasión fue el teatro, que no en vano a sus 16 años tenía un abono para la Comédie Française y otro para el Marigny, dirigido por Jean-louis Barrault. Entre sus numerosos éxitos, L’aide-mémoire (1968) y, sobre todo

La controvers­ia de Valladolid (1999) que reveló a los franceses ese misterio que la mayor parte de españoles ignora: la insólita –en el siglo XVI– disputa entre el dominico fray Bartolomé de las Casas y Juan Ginés de Sepúlveda.

Pero el apogeo de su trabajo teatral fue sin duda la adaptación del

Mahabaratt­a, coronación de un cuarto de siglo de colaboraci­ones con Peter Brook, que incluyeron

El timón de Atenas, de Shakespear­e o la Carmen de Bizet.

Del surrealism­o le quedó la desconfian­za por lo supuestame­nte racional. En su La mémoire espagnole (Plon, 2012), 326 páginas en forma de declaració­n de amor a una cultura y una manera de ser.

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ISMAEL HERRERO / EFE

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