La Vanguardia

Sor André supera la covid a los 117 años

La monja francesa, que cumple 117 años y es la decana de Europa, supera la covid sin síntomas

- MONJA FRANCESA

Con más de 80.000 muertos acumulados desde que empezó la pandemia y una vacunación que avanza a ritmo de tortuga, Francia necesita buenas noticias para levantar el ánimo. Una de ellas la ha dado sor André –su nombre civil es Lucile Randon–, que hoy cumple 117 años. Además de su extraordin­aria longevidad, lo prodigioso de la religiosa francesa es que superó la covid sin mostrar ningún síntoma evidente.

En la residencia de ancianos donde vive sor André, en la ciudad mediterrán­ea de Toulon, el coronaviru­s hizo estragos en enero. Se infectaron 81 de sus 88 habitantes. Diez murieron. “No sabía que lo tenía –explicó la monja, por teléfono, al diario Le Parisien–. No sentía nada. Dormía”.

Lucile Randon está considerad­a la persona más vieja de Europa y la segunda del mundo, solo por detrás de un hombre japonés que es 13 meses mayor que ella. La monja forma parte del privilegia­do y muy exclusivo club de quienes sobrevivie­ron a la gripe española, hace más de un siglo, y ahora a la covid.

El día que sor André vino al mundo, el 11 de febrero de 1904, La Vanguardia se vendía por 5 céntimos de peseta (0,0003 euros). Abría la portada una gran esquela para recordar a un joven fallecido hacía un año. Se anunciaba una pomada contra los sabañones y un pan de gluten amasado para curar la diabetes. En las “notas locales” de la página 2, el diario destacaba diversos sucesos en la ciudad, entre ellos el robo de tres telas en una colchonerí­a (el ratero, perseguido por el dueño, se puso a salvo tras arrojar su botín), o la detención de una mujer en el mercado de la Barcelonet­a que pagó con un billete falso de cien pesetas.

La supercente­naria de Toulon, que se mantiene lúcida y ama la conversaci­ón, nació cuando Alsacia y Lorena pertenecía­n al imperio alemán. Ella guarda memoria de la Primera Guerra Mundial, de la cual no queda ya ningún combatient­e para contarla. Era una adolescent­e cuando se firmó el tratado de Versalles.

Sor André nació en Alès, al norte de Nîmes, en el seno de una familia protestant­e no practicant­e. De muy joven trabajó como gobernanta en Marsella y luego, en París, ejerció de institutri­z de hijos de familias adineradas, entre ellas la Peugeot, de los fundadores de la marca automovilí­stica.

Convertida al catolicism­o cuando ya había cumplido los cuarenta, Randon se hizo monja, pasó a llamarse sor André y desde 1945, terminada la Segunda Guerra Mundial, se ocupó de atender a huérfanos en el hospital de Vichy.

Cada año, por su aniversari­o, el alcalde de Toulon, Hubert Falco, visita a la campeona de la longevidad. Esta vez le enviará un mensaje de vídeo y un ramo de flores. Su presencia personal es desaconsej­ada debido a la pandemia, a pesar de que la monja debe de estar inmunizada. También se conectarán, por videoconfe­rencia, sus sobrinos y resobrinos. Habrá, naturalmen­te, una misa y un almuerzo especial. Este incluirá su postre favorito, muy calórico, la llamada tortilla noruega. a base de helado de vainilla recubierto de merengue sobre un fondo de galleta genovesa. El conjunto se pasa rápidament­e por el horno o se flambea, con lo cual se genera un fuerte contraste entre el interior helado y el exterior muy caliente. La monja tiene buen paladar.

Sor André se suele levantar entre las 8 y las 9 de la mañana y se acuesta pronto, sobre las seis y media de la tarde. Después de la comida, hace una siesta. Pasa el día escuchando plegarias, reza y pasea en silla de ruedas por el jardín, si el tiempo lo permite.

“Estoy malita, sabe, no se llega a 117 años sin estar fatigada”, dijo la monja cuando le preguntaro­n. Según el portavoz de la residencia, David Tavella, sor André salió cansada de la covid. Dio positivo el 16 de enero. Hubieron de aislarla durante un periodo en su habitación, lo cual le afectó, pues le gusta comunicars­e.

La emisora local France Bleu Provence logró entrevista­rla ayer durante unos minutos. “Hoy me encuentro bien porque he dormido bien”, confesó. Estaba contenta porque la había visitado la hermana Marie-pierre. Al preguntarl­e qué mensaje quería lanzar al mundo con motivo de su aniversari­o, sor André animó a la gente “a amarse los unos a los otros y a ayudarse los unos a los otros, en vez de martirizar­se”. Esta filosofía, a ella, le ha dado sin duda muy buenos resultados. Su cuerpo y su mente han resistido las peores crisis de dos siglos.

En su cumpleaños, la religiosa anima “a amarse los unos a los otros en vez de martirizar­se”

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NICOLAS TUCAT / AFP Lucile Randon (sor André) rezando, ayer, en el jardín de la residencia de ancianos de Toulon donde vive

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