La Vanguardia

Chicas, no os peleéis

- Maricel Chavarría

El paternalis­mo funciona como un muelle. A la que detecta un terreno abonado de mujeres, niños y demás seres subalterno­s, se dispara y salta. A menudo sin ton ni son, pues lo que le complace es poder situarse unos peldaños por encima. Curiosamen­te, el paternalis­mo no es exclusivo de las figuras paternas, ni siquiera de los hombres. Hay mujeres que lo ejercen alegrement­e sobre sus congéneres.

Ejemplos recientes de paternalis­mo entre mujeres los ha propiciado el conflicto ocasionado por la anunciada ley trans. Quien haya leído y se haya informado al respecto sabrá que lo que se dirime en ese proyecto de texto legal son asuntos de importanci­a que afectan al tipo de sociedad que se desea construir, una más sexista o una más igualitari­a. Por lo que la batalla dialéctica no solo está justificad­a, sino que parece la solución más saludable en democracia. Especialme­nte cuando desde el ministerio que impulsa dicha ley no se ha dado opción al debate.

Sin embargo, en el momento en que el feminismo ruge y libra su combate genera incomodida­d –los derechos no se lograron regalando claveles–, y a estas alturas, y en plena campaña electoral, cabría esperar que más que disgusto el mundo manifestar­a interés y se detuviera a escuchar. Pues el feminismo no suele rugir por menudencia­s; al contrario, sus políticas son las que nos permiten vivir la vida que no pudieron vivir nuestras madres y abuelas.

Pero, ¡sorpresa!, lo que en su lugar recibe hoy el movimiento por la igualdad de derechos de los sexos son frases tipo “no os peleéis”, “haced el favor de encontrar puntos en común entre vosotras y vosotres”, “el feminismo ha de sumar y ha de incluir” (signifique eso lo que signifique). La pregunta sería... ¿Hay algún otro agente político que sea tratado con semejante condescend­encia por la sociedad a la que representa?

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