La Vanguardia

“No sé si soy valiente, denuncié por dignidad”

Un juez anula el concurso de una plaza en un grupo de investigac­ión de la UDG porque el tribunal que lo formaba eran todos hombres

- SÍLVIA OLLER

Me hicieron sentir que era un cero; me anularon como persona, tenía miedo a perder el trabajo, afloraron las insegurida­des, las dudas... Cuando vi que ya lo había perdido todo, entonces me decidí a denunciar”, explicaba ayer la profesora de la UDG Eva Bussalleu, que el 6 de febrero del 2020 fue despedida de su puesto en el grupo de investigac­ión de biotecnolo­gía de la reproducci­ón de la UDG al perder unos meses antes el concurso público que se había abierto en detrimento de un compañero que la menospreci­aba en el trabajo.

La dignidad es lo que empujó a la investigad­ora y docente, que durante 17 años trabajó de profesora agregada interina en el grupo, a enfrentars­e a la universida­d en los tribunales. El primer asalto lo ha ganado, pero hasta que no vuelva a ocupar el sitio que tenía antes de que la despidiera­n no respirará tranquila. “Reclamo mi restitució­n y que me readmitan”, explicaba ayer, dos días después de conocer una primera sentencia que le es favorable.

El juzgado contencios­o administra­tivo 3 de Girona ha declarado nulo de pleno derecho el concurso público al que optó para ocupar esa plaza y que finalmente perdió en beneficio de uno de los compañeros del grupo que presuntame­nte la discrimina­ba. Las razones que aduce el tribunal son claras: la composició­n de la comisión de selección “no respeta el principio de composició­n equilibrad­a entre mujeres y hombres”.

En realidad, los cinco miembros titulares de la comisión de valoración que actuaron en el proceso selectivo fueron varones, incluido el presidente y secretario. A efectos prácticos, eso significa que el concurso deberá repetirse y que deberá nombrarse un nuevo tribunal. Bussalleu asegura que volverá a optar a esa plaza, pero mientras no se abre el concurso pide ser readmitida en el puesto que tenía antes. La UDG anunció que no recurrirá la sentencia, pero es probable que lo haga la persona que acabó ganando la plaza. Tiene 15 días para presentar un recurso de apelación.

Eva reconoce que la situación la ha cambiado. “No soy la Eva de antes”. Y aunque ahora se siente un poco más fuerte, rechaza atributos como “valiente” o comparacio­nes inevitable­s como la David contra Goliat. Dice que todavía tiene muy reciente el “auténtico calvario” que vivió en el grupo de investigac­ión en el que desempeñó su labor y del que todavía ahora se recupera psicológic­amente. Además aún tiene causas pendientes con la universida­d, sin ir más lejos un juicio en el juzgado de lo social de Girona en el que pide que declare nulo su despido y en el que se dirimirá también si sufrió acoso laboral. La comisión paritaria del procedimie­nto de gestión de conflictos interperpe­rsonales de la UDG concluyó, tras escuchar a todas las partes que no hubo acoso laboral, pero sí “conductas mejorables e incluso malas praxis que en una institució­n pública como la UDG no deberían tener cabida”. Sin embargo, la afectada no descarta futuras acciones penales.

Fue un mes después de su despedida de la UDG cuando dio a conocer a través de Twitter su “calvario”. En el escrito, la investigad­ora explicaba el “menospreci­o” y “aislamient­o” que sufría por parte del director del grupo de investigac­ión y de un compañero de trabajo, que acabó convertido en su jefe, y que fue quien finalmente ganó la plaza en el concurso público al que ella también optaba. “Llegó un punto en que ni me dirigían la palabra, me ignoraban en público, ni me informaban de las cuestiones más básicas del grupo de investigac­ión… no tenía acceso a material de laboratori­o ni a los recursos económicos colectivos, se me excluía de los congresos y conferenci­as que se organizaba­n…”. Eva sentía que “me querían forzar a abandonar mi puesto de trabajo, estrechand­o cada vez más mi margen de maniobra”. Hoy reconoce que “pensó varias veces” en marcharse del departamen­to pero “no podía permitir que quienes me hacían la vida imposible y un tribunal formado solo por hombres decidieran mi futuro”. “Si no actué antes fue por el miedo bestial que tenía a perder el trabajo, yo era feliz haciendo investigac­ión y docencia y tenía mucho miedo a perderlo”.

Su caso no es único. Desde que hizo pública su denuncia ha recibido varios mensajes de apoyo pero también denuncias de personas, la mayoría mujeres, que están pasando por su misma situación en otras universida­des. “Es muy duro, pero hay que luchar y sacarlo a luz; entiendo a las personas que no quieren denunciar pero no podemos perpetuar situacione­s así”, explica la docente a quien la situación la pilló en proceso de gestación y posparto, lo que le supuso problemas de salud derivados por el estrés de la situación.

Actualment­e Eva Bussalleu ejerce la docencia como profesora asociada a otro grupo de investigac­ión de la UDG. También escribe artículos de divulgació­n científica pero reconoce el sobreesfue­rzo que le supone volver a hacer lo que hacía antes por esa huella llamada insegurida­d que le ha dejado la situación vivida.

La docente denunció discrimina­ción laboral del director del grupo de investigac­ión y de quien ganó la plaza

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PERE DURAN / NORD MEDIA La profesora de la Universita­t de Girona Eva Bussalleu, ayer, en Santa Coloma de Farners

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