El parque de Marina pide más civismo a los ciclistas
Badalona exige que no se criminalice a los usuarios de la bicicleta y que las campañas de sensibilización se dirijan a todos los colectivos
La salida masiva de ciudadanos a espacios naturales cerca de casa propulsada por la covid ha acrecentado algunos problemas de incivismo que ya se venían registrando desde hace años. Ahora es la dirección del parque de la Serralada de Marina, a caballo entre Badalona, Santa Coloma de Gramenet, Montcada i Reixac y Tiana, la que hace un llamamiento para que los ciclistas cumplan la normativa y solo circulen por caminos de más de tres metros de ancho y a un máximo de 20 km/hora. Además de los accidentes y de las situaciones de conflicto que se producen con las personas que van a pie, los aficionados a la bicicleta que toman estrechas veredas a gran velocidad erosionan el terreno.
Este es un discurso que han repetido hasta la saciedad en Collserola y que ahora, en otros pulmones verdes, también quieren que cale. “Aquí tenemos el mismo problema. Cabe tener en cuenta que nuestra área de influencia abarca una población de 400.000 personas, sin contar Barcelona. El año pasado tuvimos cuatro accidentes de ciclistas y a tres los tuvieron que evacuar en helicóptero”, apunta Cinta Pérez, directora del parque de la Serralada de Marina.
Pérez subraya el incremento de usuarios tras el confinamiento: de los 103.000 visitantes contabilizados durante el segundo semestre del 2019 se pasó a los 242.000 del mismo periodo del 2020, más del doble y al ritmo de una media de 40.300 al mes. Y este enero la tendencia sigue al alza, con 71.000 entradas.
La directora muestra su desolación por el comportamiento de algunas personas que se dedican a eliminar los carteles en los que se informa de las normas del parque respecto a las bicis y se avisa de que, entre febrero y marzo, la Serralada de Marina recibirá escolares que desarrollarán diferentes actividades educativas en la naturaleza. Por eso, se pide prudencia, no superar la velocidad permitida ni salirse de las vías reglamentarias.
Para ello, se han reforzado los postes informativos, los que recuerdan que “por motivos de conservación y de seguridad está prohibida la circulación de bicicletas por caminos de menos de tres metros de ancho” y los que indican las zonas de actividades escolares. Pero estos rótulos no han sido bien recibidos por todos y en lo que llevamos de 2021 los guardas del parque han detectado ocho conductas, en algunos casos vandálicas, relacionadas con la bicicleta, como arrancar o romper postes y montar circuitos para saltos. En solo un mes y medio se han registrado tantos actos de este tipo como durante todo el 2019, y tres más que en el 2020.
“Ante estos daños lo que hemos hecho ha sido repararlos y reforzar la señalización para recordar por dónde pueden circular. Cabe apuntar que cada cartel cuesta 350 euros”, dice la directora. Asimismo, indica que las quejas de los paseantes por la irrupción de ciclistas a gran velocidad en sendas estrechas se han cuadruplicado.
Desde el Ayuntamiento de Badalona, el teniente de alcalde de Territorio y Sostenibilidad, Daniel Gracia, insta al parque a hacer también campañas de civismo entre otros colectivos y rechaza “criminalizar a los ciclistas”. En este sentido, mostró su disconformidad con los carteles “Viu al parc”, en los que se informa de las actividades escolares de estos dos meses y en los que se detalla que no pueden pasar las bicis. Por eso, añade Gracia, Badalona pidió retirar la alusión a los ciclistas y también los palos de madera colocados para evitar el acceso rodado a los senderos de su término municipal aludiendo que el parque no les pidió permiso.
Pérez ha confirmado que han atendido las reclamaciones de Badalona sin querer entrar en más polémicas. La semana que viene ambas instituciones se reunirán para discutir este tema.
Los problemas de convivencia se multiplican en espacios protegidos al aumentar la afluencia de visitantes. Los gestores consideran que no es prudente flexibilizar la normativa, una demanda de colectivos ciclistas.
Los visitantes se han duplicado en este espacio natural y los problemas de convivencia aumentan