La Vanguardia

Honores al poeta Joan Maragall

- LLUÍS PERMANYER FREDERIC BALLELL / IMAGEN CEDIDA POR EL ARXIU FOTOGRÀFIC DE BARCELONA

La angosta calle Alfons XII aparecía desbordada e incapaz de encajar la multitud que no cesaba de aumentar. Por fortuna, la amplitud inmediata que ofrecía la plaza Molina permitió dar cabida a tantos ciudadanos deseosos de rendir homenaje a su poeta admirado. La imponente comitiva había efectuado un recorrido a modo de cercavila por Gràcia, principiad­o en el inicio de la calle Gran, punto de encuentro.

Yes que en aquel 3 de junio de 1917 se llevaba a cabo la ceremonia oficial de colocar la lápida artística, cincelada por el escultor Joan Carrera, destinada a realzar la fachada de la casa del número 79. Conmemorab­a su muerte allí acaecida el 20 de diciembre de 1911. El relieve que enmarca la parte superior del texto evoca la sardana y la vaca ciega. El alcalde marqués de Olèrdola bordó con emoción el ofrecimien­to.

No era el primer reconocimi­ento público, pues el 4 de mayo de 1913, poco después de su fallecimie­nto, ya fue inaugurado el monumento que le dedicaba su ciudad y que había sido emplazado en la Ciutadella, cabe el paseo de los tilos. El lugar había sido escogido con acierto, pues no en balde lo había frecuentad­o al percatarse de que le procuraba inspiració­n. El arquitecto Bonaventur­a Bassegoda pronunció un discurso que la prensa resumió así: sincero, breve y emocionant­e.

Había sido plantada una muy alta y elegante columna jónica, proyectada por el arquitecto Lluís Domènech i Montaner, su amigo y admirador. Justo debajo del capitel aparece coronada con esta inscripció­n: “J. Maragall 1860-1911”.

El escultor Eusebi Arnau cinceló el busto y en la base de la columna llevó a cabo un alto relieve que en buena lógica la enrolla al haber escogido representa­r un tema tan caro al poeta y circular, el de la dança més bella.

En 1961 fue llevado a cabo otro homenaje, en cierto modo indirecto, pues se honraba su memoria con una escultura de su hijo Ernest, que la había bautizadoe­n homenaje al poeta con este título evocador: L’empordà. Oda Nova a Barcelona. Se vio envuelta en un escándalo, reacción muy propia de la época al ser calificada la actitud de las dos figuras femeninas como una celebració­n del lesbianism­o. Pese a tratarse de un episodio grotesco no tanto de puritanism­o como de imbecilida­d notoria, el alcalde Porcioles se acobardó y la condenó al ostracismo, el parque Cervantes; al acabar la dictadura y recuperar la razón, pudo ser devuelta en 1985, siendo alcalde su nieto PasqualM ar agall,a su emplazamie­ntoorigina­l: jard in etsd el paseo de Gràcia.

En el 2010 fue celebrado el 150 aniversari­o de su nacimiento con la puesta en pie de un busto, que hacía años dejó modelado en yeso su hijo Ernest, y con esta ocasión se fundió en bronce. el arquitecto jordigarcé­s escogió el punto indicado en una plaza Molina que conocía a fondo, al haberla reurbaniza­do con acierto de punta a cabo.

Un gran escritor que logró gozar siempre de un enorme fervor popular

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Colocación de la lápida en la fachada de su casa en la calle Alfons XII
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