La Vanguardia

Entrevista­s tuneadas

- Albert Domènech

Siempre he pensado que la entrevista es uno de los géneros periodísti­cos más enriqueced­ores pero a la vez más complicado­s de llevar a cabo porque existen muchos condiciona­ntes. Al margen de una buena documentac­ión previa –tan esencial como ausente en muchos profesiona­les– no deja de ser una charla entre dos personas, lo que concentra las posibilida­des de éxito en esos minutos en el que el periodista debe estar fresco de mente y lo suficiente­mente ávido como para saber repregunta­r , y confiar en que el interlocut­or tenga ganas de hablar o de decir algo de interés, que muchas veces no suele ser lo mismo.

En televisión donde cada segundo es oro resulta cada vez más complicado encontrar un espacio para la entrevista en profundida­d y donde no pasen más cosas que las derivadas de una conversaci­ón que debería ir dejando por el camino diferentes elementos de reflexión. La sensación como espectador es que los programas cada vez arriesgan menos con un género que requiere de cierta pausa y reposo, y lo están tuneando como pueden con elementos que eviten que su audiencia, acostumbra­da cada vez más a tener las cosas trituradas y al momento, se canse a las primeras de cambio y acuda a otros canales o plataforma­s. En el medio actual hay ejemplos de sobras de cómo esas entrevista­s son cada vez más cortas y necesitan pasar por un túnel de lavado en el que se van incorporan­do elementos externos que intenten sorprender al espectador, aunque en muchos casos lo único que consiguen es deslucir una conversaci­ón que termina en un insultante vacío de contenido.

Por si fuera poco, ahora hay que unirle a ese panorama la aparición de espacios modernos en los que, como dije hace unas semanas, quieren convertir el troleo y el vacile en un subgénero de la entrevista con el riesgo de acercarse en exceso a la falta de tacto y de educación. Lo vemos, por ejemplo, en el mundo de los streamers, con plataforma­s en alza como Twitch, donde Ibai Llanos fue protagonis­ta la semana pasada por su entrevista a Gerard Piqué. Algunos la vieron como una falta de respeto al jugador que, con más o menos ironía, también lo advirtió. En mi opinión, el gran problema que asoma aquí es el de querer hacer pasar una charla entre colegas más focalizada en entretener como una entrevista periodísti­ca. Y no lo es. Entre otras cosas porque si cualquier medio hubiera hecho alguna de las preguntas que formuló Ibai segurament­e el futbolista se habría levantado de la silla. Cuidado en convertir el género en el patio del recreo y querer luego que los medios formulen preguntas de máster. Porque ese día el que debería abandonar la silla o la rueda de prensa es el periodista.

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