La Vanguardia

Ataque a la moda británica

Las tarifas y las restriccio­nes post-brexit a viajar e inmigrar ahogan al sector

- RAFAEL RAMOS Londres. Correspons­al

El Brexit le ha pegado un mamporro en la mejilla derecha, y la pandemia le ha dado un tortazo en la izquierda, y eso sin ponerla voluntaria­mente como propone la Biblia. Entre una cosa y la otra, la industria británica de la moda, un elemento clave del soft power del Reino Unido (junto con la música, la literatura, el cine, la fascinació­n por su monarquía, el fútbol de la Premier League y el idioma inglés, entre otros) se encuentra tumbada en la lona, o ingresada en la unidad de cuidados intensivos. Se recuperará de alguna manera, pero quizás no del todo, como los pacientes a quienes les quedan secuelas de la covid.

Londres echa la culpa a Bruselas, Bruselas se la echa a Londres, y todos a la pandemia. Es de esos casos de que entre todos la mataron y ella sola se murió, o está herida de gravedad. Un 42% de las exportacio­nes de las marcas británicas de lujo es a la Unión Europea, y el Brexit supone un incremento exponencia­l del papeleo y la burocracia para mover todo tipo de mercancías. A ello hay que añadir costes adicionale­s de envío, de IVA y tarifas que antes no existían, y que en algunos están suponiendo hasta un cuarenta por ciento del valor de la prenda. Y la guinda en el pastel son las necesidade­s de visado y permiso de trabajo como consecuenc­ia de la libertad de movimiento, y las enormes dificultad­es que el Reino Unido pone a los trabajador­es europeos del sector para que se establezca­n aquí. Total, el caos, o poco menos.

No es un asunto trivial, porque, al margen de la influencia global para la imagen del país, se trata de un sector que genera 40.000 millones de euros al año y da trabajo a casi un millón de personas. Más de cuatrocien­tas figuras del sector, entre ellas las modelos Twiggy y Yasmin Lebon, han dirigido una carta abierta al primer ministro Boris Johnson pidiéndole que intervenga para negociar un nuevo régimen antes de que sea demasiado tarde.

Pero el Gobierno, en plena borrachera del Brexit (y más aún con el éxito de su campaña de vacunación) tiene por el momento otras preocupaci­ones y prioridade­s, como los problemas de suministro en Irlanda del Norte, las colas de camiones o el pescado que se pudre por los retrasos aduaneros. La industria de la moda se siente ninguneada, y las autoridade­s responden que ya había avisado de lo que se venía encima sin que nadie tomara cartas en el asunto, y además tiene tresciento­s expertos en comercio internacio­nal y una página web de asistencia a disposició­n de todas las empresas, para las consultas que consideren necesarias.

La pandemia tiene cerradas las pasarelas (el gran escaparate de la moda) desde hace ya un año, y no se sabe cuándo se reanudarán. Boutiques, grandes almacenes, fábricas y almacenes están a oscuras. El turismo internacio­nal ha desapareci­do, y con él los doce mil millones de euros que los turistas chinos se gastan al año en las capitales europeas, entre ellas Londres. “Es peor que el Sars, el 11-S y la crisis financiera todo junto, una situación sin precedente­s de la que no sé cómo vamos a salir”, dice John Hooks, consultor de un consorcio de algunas de las principale­s casas de diseño británicas. Algunas han empezado a poner almacenes y crear subsidiari­as en el continente, para ahorrarse al menos parte de los gastos adicionale­s. Otras, sobre todo pequeñas, quizás no sobrevivan.

Es predecible que algunas de las cuestiones de papeleo se simplifiqu­en con el tiempo, o que se conviertan en parte de la rutina y las firmas se acostumbre­n. Más complicado es el problema de los costes adicionale­s, que repercuten en los precios y los hacen poco competitiv­os. Las nuevas regulacion­es post Brexit impiden a los turistas reclamar la devolución del IVA en las marcas de lujo, lo cual, cuando se reabran las fronteras, tendrá un impacto sobre los compradore­s del Lejano y el Medio Oriente, en especial. Máxime cuando se han acostumbra­do a los considerab­les descuentos realizados en la pandemia.

La Administra­ción Johnson se ha negado a catalogar a los trabajador­es extranjero­s del sector como “cualificad­os”, de manera que los europeos que ya estaban empleados por las casas de diseño británicas podrán quedarse en el país, pero cuando se vayan no serán reemplazad­os por otros nuevos (la inmensa mayoría no ganaría dinero suficiente, entre 15.000 y 25.000 euros al año, para obtener un visado). El objetivo de esta política es que esos puestos pasen eventualme­nte a ciudadanos de este país, pero será un proceso largo porque no existen centros que proporcion­en el aprendizaj­e necesario. En las Islas Británicas, por ejemplo, no se hacen cremallera­s ni botones, hay que traerlos de fuera, con una monumental burocracia, desproporc­ionada al coste. Modelos y fotógrafos británicos, si hacen una gira más o menos larga por países de la UE, se tropiezan con las mismas trabas de visados y permisos que los músicos.

En la dirección contraria, las dificultad­es son igual de graves para las marcas de diseño europeas que exportan al Reino Unido, muchas de las cuales han dejado de hacerlo por los impuestos adicionale­s que han de pagar si cualquier componente es fabricado fuera de la UE (caso habitual). Prendas que se adquieren por Internet están tardando hasta un mes en llegar, y el comprador se encuentra después con una factura adicional por mail que puede ser de hasta noventa euros por unos pantalones vaqueros que valen doscientos. Si no paga, el vendedor ha de hacerse cargo, y para eso prefiere no vender y no arriesgars­e.

Aparte de todo ello, la crisis ha expuesto los problemas estructura­les del sector, como un exceso de producción y una falta de sensibilid­ad (salvo excepcione­s) por la sostenibil­idad y el medio ambiente. La industria de la moda post pandemia y post Brexit, predicen los expertos, tendrá más materiales reciclados y descuentos, menos tiendas, y dependerá más de las ventas online y los compradore­s chinos. La nueva normalidad es un misterio. Pero primero se trata de sobrevivir y pasar al otro lado.

AUXILIO

Modelos y diseñadore­s han advertido a Boris Johnson que la actual situación es dramática

ADVERTENCI­A Numerosas firmas prefieren cerrar antes que afrontar costes adicionale­s y retrasos

PROBLEMA

La creativida­d sufrirá por las dificultad­es para que los europeos se instalen en este país

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TOLGA AKMEN / AFP Unas modelos desfilan durante la celebració­n de la Semana de la Moda de Londres en otoño del 2019

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