La Vanguardia

Literatura y sociedad

- Julià Guillamon

No se asusten: el título es de broma. Cuando empecé a meter la nariz en el mundo literario, todavía duraba la resaca de la literatura social y encontraba­s libros, artículos y conferenci­as que se titulaban así. Me quito la espina y me recochineo un poco.

Vamos a lo importante: a principios de diciembre vi que alguna cosa no funcionaba, mandé una foto al doctor, que nos ordenó bajar enseguida. Cris quedó ingresada. Estábamos en Arbúcies pasando la pandemia y fue un sobresalto. Cuando no podía estar en el hospital me iba a casa a ordenar papeles. Recuperé un opúsculo de los años veinte, muy divertido: “Pel·lícula (sense pantalla) de la Vila d’arbúcies escrita d’en J.P. (Pepet de Pujals) i no recitada per en J.M. (Noi de Tona) per haver-se mort abans d’aprendre-la”. Pepet de Pujals fue el alcalde republican­o de Arbúcies, lo depuraron y murió en la cárcel después de la guerra. Me añoraba y me sentó muy bien leerlo.

Explica la visita del Noi de Tona a Arbúcies, por la Fiesta Mayor. Pepet de Pujals es su cicerone. Van pasando por los cafés y le presenta a los vecinos, arracimado­s por apellidos y motes. Los contrahech­os (el Borni, el Coix, el Cama-tort, el Manco, el Peranco), los animales (el Esquirol, el Cuní, el Gatet, el Cabrit, el Senglà, con los de pluma: el Canari, el hereu Gall, el Esparver, el Merla y el Colom), los del monte (el Bosch, el Aulet, el Noguera, el Hom, el Grèvol, el Riera, el Fruitós y el Ginesta), los forasteros (el Gabaig, el Moro y el Rifenyo). A la hora del aperitivo encuentran a los más divertidos: el Renegat, el Pixa-brosses, el Trompet, el Mistos, el Barrabola, el Baldufa, el Moeca, el Pau no-soparàs,

El Renegat, el Pixa-brosses, el Trompet, el Mistos, el Barrabola, el Baldufa, el Moeca, el Pau no-soparàs y el Pere de la Llet

el Cornet y el Pere de la Llet. En este grupo de los buenos está “el que escriu”: el Quevedo.

Como me gustaría regresar a Arbúcies, entrar en el Casino y que todos estos tipos me saludaran: “On t’havies fotut, Quevedo!” Me he convertido más o menos en el escritor del pueblo y podría ser el Servantes, el Kenfollet (todo junto y con acento abierto en la e) o el Rodoreda. La gente sabe que me dedico a escribir. El otro día esperaba turno en la pescadería contestand­o whattsapps y comenté: “és el problema de portar l’oficina a sobre”. Una señora a quien no conozco de nada me dijo: “Potser t’inspires”. Ellos me observan y yo a ellos. El día de Todos los Santos fui al cementerio para ver donde está enterrada la gente del pueblo que apreciaba y que me enseñaron a conocer el bosque. Al día siguiente preguntaba a los hijos de los que no supe encontrar. En la tienda del bacalao me explicaron una historia impresiona­nte. Roseta era una mujer gruesa, muy pintada, muy amable. Cuando me mandaban a por bacalao, me cuidaba mucho. “Jesús, no vaig trobar la teva àvia”, le dije al nieto. Me contó que estaba en un nicho muy soleado: quería estar al sol. Cuando lo abrieron para enterrar a su marido, del sol y la falta de humedad, la encontraro­n momificada. El nieto me lo explicaba con una ternura que me emocionó, como si la abuela, después de tantos sufrimient­os, hubiera alcanzado la vida eterna. “A aquest, en Quevedo, les històries se li escriuen soles.”

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