La Vanguardia

Dominar las áreas

- Joan Josep Pallàs

La línea ascendente del Barcelona debía medir su consistenc­ia primero contra el Sevilla y después contra el PSG. No se desplomó el equipo de Koeman ante el primer examen pero sí mostró unas debilidade­s que rivales de ese tamaño suelen detectar sin contemplac­iones. El equipo azulgrana estuvo tibio en las dos áreas y eso, un mandamient­o en el fútbol de élite de obligado acatamient­o, es castigado severament­e. Incluso con injusticia. No hay deporte que lo sea más.

Le falta al Barça empaque y le sobran lesionados. La línea defensiva que presentó anoche era insólita, no solo porque las piezas elegidas coincidían por primera vez sino porque no estaba a la altura de la historia del club. El Barça perdió como debe hacerlo, acabó el partido atacando en busca de un gol que le devolviera a la eliminator­ia, pero como siempre se ha dicho por aquí el camino será largo. Estamos ante una reconstruc­ción en toda regla. El edificio se derrumbó en verano. Se trata de levantarlo de nuevo y eso lleva tiempo. El listón, sin puntales como Piqué y Ansu Fati y tipos fiables (o al menos curtidos) como Sergi Roberto, está aún lejos de grandes empresas.

Poco que objetar porque ya se sabía. Se trata de competir con el PSG sin provocar sonrojo (eso hizo en Sevilla el Barça) y de no volver a perpetrar fichajes de los que arrepentir­se cada vez que juega el Barça.

La primera parte siguió parecido guion que el de nuestra relación con el coronaviru­s. Ilusión y frustració­n cada tres cuartos de hora. Buen juego inicial, ocasión clara de gol desperdici­ada y apagón emocional. O lo que es lo mismo: vacuna esperanzad­ora y de repente perversa cepa al contragolp­e para reprimir nuestras certidumbr­es, tan escasas.

Los señalados fueron de nuevo

Umtiti y Busquets, un eje que fue poderoso y al que se ve hoy consumido, de kilometraj­e menguante. El crepúsculo del de Badia tiene su lógica, está en la edad de flaquear y lleva mucha tralla en sus piernas (más de una década en una demarcació­n de mucho desgaste), y aún así, prescindir de él costará, porque a Koeman Pjanic no le convence y porque a Busquets le quedan buenos partidos por ofrecer. Habrá que ver cuántos. El caso del francés es mucho más difícil de digerir. Tiene 27 años y debería estar en plenitud, pero no lo está. Ha perdido tanta velocidad que la figura del aún inexperto Araújo se reclama ante el PSG como si tuviera la grandeza de Beckenbaue­r. Que se infiltre el uruguayo, grita calladamen­te el barcelonis­mo, asustadizo por naturaleza y, para qué engañarnos, con razón en esta ocasión porque estemos ante una defensa mellada, castigada por las lesiones y llena de titulares que nunca pensaron en serlo. Ahora juegan todos juntos. Y Eric García en Manchester.

En el gol del Sevilla Koundé, otra vacilada de Monchi a todos los secretario­s técnicos que es fan i es desfan, penetró como filo de navaja ardiendo en un taco de mantequill­a. En el segundo, obra de Rakitic, el retrato de quien fue campeón del mundo tuvo la crueldad, involuntar­ia, de un matón en el recreo, lo que en los ochenta llamábamos abusananos y ahora se denomina bullying. Ir a por el más débil. Hacérselo saber y humillarlo. Umtiti quiso dejar en fuera de juego al croata para no correr hacia atrás y quedar en evidencia de nuevo. Contra Rakitic, que de velocista no tiene nada. Equivocó el gesto y quedó en evidencia igualmente. Está para el arrastre. Es culpable de no haberse operado. No quiso hacerlo contra el consejo de los servicios médicos. Está pagando ese error.

El Barça no superó el primer examen de grandeza: Umtiti ha convertido a Araújo en Beckenbaue­r

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MARCELO DEL POZO / REUTERS Leo Messi se lamenta durante el partido de anoche en Sevilla
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