La Vanguardia

¿Saben aquel que dice...?

- Margarita Puig

Hay bromas que no hacen ninguna gracia. Solo ofenden. Y sin embargo, las mejores (bromas) suelen ser las que recogen algo terrible y con un giro de gestos, intencione­s y/o palabras convierten el horror o miseria inicial en un ítem estúpido. Que nos desbarata. Nos hace partir de risa. Porque su fuente secreta, lo que de veras alimenta las bromas más aplaudidas, casi siempre es el dolor. La diversión cuenta de entrada poco o nada…

La risa es un fenómeno de fallo de inhibición, dicen los expertos, que hace generar dopamina al cerebro ante aquello inesperado que rompe de repente sus esquemas. Por eso todavía es más irresistib­le (la risa) ante alguien, algo o cualquier circunstan­cia que nos impida la carcajada. Entonces nos desternill­amos. Nos sentimos los amos del humor. Los reyes del mundo. Como el piloto y el ciclista con su estúpida charla sobre el sueldo y las vacaciones de la Juani. ¿No sabían que su grosería acabaría trotando por las redes? ¡Pues claro! Eso es justo lo que hacía tanta risa. Lo que les hacía tantísima gracia.

Primero creas una expectativ­a y luego la subviertes. Así se fabrica el humor. Ahí es donde se gesta la risa. Hay chistes inofensivo­s (“Está Pavlov en el bar bebiendo una caña y de repente suena el timbre de un teléfono: ‘¡Ostras! Me he olvidado de dar de comer al perro!’” , me encanta) y otros que hieren como (todos) los que cuenta Gottfried. “En Japón son tan avanzados que ellos no van a la playa, la playa viene a ellos”, dijo tras el tsunami o “había buscado un billete de avión, pero no había vuelos directos, hacían escala en el Empire State Building”, había espetado diez años antes y solo tres semanas después de los atentados de las torres. ¡demasiado pronto! le abucheó el público del

“Van un ciclista y un piloto de motos y exclaman ‘Juani, estamos haciendo cálculos, cómo puede ser que...’”

club Friars, que, sin embargo siguió ahí riéndose hasta el final del selecto espectácul­o. ¿Por qué pronto? Pues porque igual de humana que esta ¿necesidad? de reírse de las miserias, lo es la obligación de dejar pasar un tiempo suficiente para encontrar algo divertido en la desgracia. El dolor hace poso con todo revés y trauma latente para quedar atrapado como el avatar que es del pasado. Y podemos al fin reír libres, con la herida medio cerrada. A veces pasan años, otras no son suficiente­s ni décadas ni siglos y hay cosas que no dan para reírse ni en una eternidad entera.

¿Saben aquel que dice (es ese chiste tan nuevo, el de hace solo una semana): “Van un ciclista y un motorista y exclaman ‘Juani, estamos haciendo cálculos, ¿cómo puede ser que ganemos tanta pasta trabajando menos días que los que tú tienes de vacaciones?’”. Puede que, menos a los mismos Purito y Aleix Espargaró, en algún momento llegue a hacer reír a muchos.también a las Juanis que hayan superado baches y pandemias. Cotizando felices o jubiladas. Eso es. Cuestión de tiempo.

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