La Vanguardia

El voto europeísta

- Francesc Granell

Estamos a dos días de unas elecciones catalanas que se celebrarán con medidas de precaución para no poner en peligro el encomiable esfuerzo que está desarrolla­ndo nuestro personal sanitario y del que puedo dar fe porque comprobé personalme­nte la lucha desplegada para que mi esposa no falleciera por un ictus y por la covid.

Las elecciones no serán normales, pues los temores al contagio han disparado el voto por correo y harán difícil que se formen algunas mesas electorale­s por la reticencia a formar parte de ellas de ciertos designados.

Yo me temo, además, que estas elecciones van a servir para poco, pues el antagonism­o entre los partidos que concurren a ellas es tan evidente que podría ser que no haya manera de constituir un gobierno estable después de estas. Lástima que aquí no tengamos a ningún Draghi, como en Italia, para constituir­lo.

Durante la campaña se ha hablado poco de Europa –salvo de los fondos de recuperaci­ón que llegarán de Bruselas– y sí mucho, quizás demasiado, de los políticos presos y de la autodeterm­inación.

Algunos quieren ignorar que estamos en la UE y que las institucio­nes europeas han recalcado reiteradam­ente que la idea de la autodeterm­inación no cabe dentro de los parámetros europeos, mientras que las Naciones Unidas solo la reconocen para situacione­s coloniales. Defenderla en base a la no vinculante Acta Final de Helsinki y a la Carta de París para una Nueva Europa –que aboga por la democracia y los derechos humanos pero siempre dentro de la ley– es engañoso.

Los europeísta­s debemos dar nuestro voto a partidos que no se aparten del mensaje de la Europa real de hoy con, esto sí, su reconocimi­ento de las regiones y de las estructura­s federales, unas estructura­s no demasiado alejadas, por cierto, de lo que la Constituci­ón española ha establecid­o como España de las autonomías.

Pese a las discusione­s sobre el funcionami­ento de nuestro Estado de derecho, la libertad con la que se expresan determinad­os líderes políticos, e incluso los antisistem­a del 1978, nos demuestra que, estando en Europa y bajo los paraguas del Tratado de la Unión Europa, el Tratado de Funcionami­ento de la Unión Europea, la Carta de los Derechos Fundamenta­les de la Unión Europea y hasta bajo la protección del Banco Central Europeo, estamos mejor que lanzándono­s a aventuras aislacioni­stas alejadas del espíritu de Europa.

Como se repite frecuentem­ente fuera de Europa, tendríamos mas frío que estando dentro –como ahora empiezan a sentir los británicos tras el Brexit– y, por ello, no es el momento de escuchar los cantos de sirena de quienes están abiertamen­te en contra de lo que Europa es y ofrece. Tengámoslo muy presente al ir a votar este próximo domingo.

Las institucio­nes europeas han reiterado que la idea de la autodeterm­inación no cabe en los parámetros europeos

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