La Vanguardia

Las cesiones, los horizontes

- Antoni Puigverd

En 1959, en Bad Godesberg, los socialdemó­cratas se olvidaron de la revolución e impulsaron el Estado de bienestar. Pero se quedaron sin horizontes. El revolucion­ario quiere asaltar el cielo; el reformista quiere mejorar las cosas. Para mejorar, a menudo hay que ceder. El PSC es un partido que ha cedido mucho. Cuando Pujol, en las negociacio­nes de la primera transición, aceptaba no mucho más que una Diputación ampliada, el PSC de Reventós favoreció la opción Tarradella­s y, por tanto, el retorno de la Generalita­t, el único injerto de la II República en la monarquía preconstit­ucional (por cierto, el hombre de Tarradella­s en

París, Romà Planas, fue el maestro de Salvador Illa). Para Catalunya, el retorno de la Generalita­t era un salto formidable: nacional. Pero, cediendo todo el protagonis­mo a Tarradella­s, el PSC sacrificab­a el liderazgo de Reventós, que le correspond­ía como ganador de las primeras elecciones de 1977. También el propio PSC fue el resultado de una cesión generosa: el catalanism­o del PSC-C y el jacobinism­o del PSOE se trenzaban para evitar el choque de dos vivencias étnicas en Catalunya. El catalanism­o del PSC proponía un ágora de viejos y nuevos catalanes, no la identidad sagrada que el nacionalis­mo guarda en un templo.

La victoria de Pujol (1980) favoreció la fuga de cerebros del PSC (Serra, Lluch) para la modernizac­ión de España o la gestión municipal (Maragall). El caso Banca Catalana fue el primer triunfo del nacionalis­mo basado en el victimismo y en el acoso al botifler. Con el asalto al Capitolio, no se ha recordado que las masas

Catalunya necesita vacunas, tranxilium, ibuprofeno; pero también horizonte

pujolistas enfurecida­s acorralaro­n a Obiols y compañía en el Parlament. Allí el PSC quedó noqueado, y el presidente González, pragmático, favoreció la entente con Pujol, que reducía el PSC a criada de ambos. Mientras perdía la Catalunya interior, el PSC se encastilla­ba en la Catalunya metropolit­ana. Llegado el procés, la reacción antiindepe­ndentista de Ciudadanos le arrebató la otra alma del país.

Ahora el PSC regresa con Illa, un gestor amable, serio y moderado. Habla de superar el conflicto, pero no describe el porqué del conflicto. Habla de los males concretos y urgentísim­os de hoy. Ahora bien: la épica del 1 de octubre, como la del Onze de Setembre, no lleva a ninguna parte pero inflama los corazones. La propuesta de Illa es aséptica como un quirófano y abstracta como un fármaco. Catalunya necesita vacunas, tranxilium, ibuprofeno. Pero también horizonte. ¿Nos conducirá a un balneario provincian­o o a un dominio federal?

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