Los lienzos de la vida
“Pinto lo que veo, pinto lo que siento”. Esta frase reproducida al inicio de la película retrata la vertiente creativa y humana de Laurence Stephen Lowry (18871976), artista inglés que con sus dibujos y pinturas reflejaba la vida cotidiana en zonas industriales en apariencia carentes de encanto para las paletas de colores. Su gran capacidad artística tardaría en reconocerse y Lowry nunca abandonó sus trabajos como cobrador de alquileres y oficinista. Estuvo siempre viviendo al lado de su madre, una mujer protectora, dictatorial y ansiosa de poder alcanzar un nivel económico que le permitiera alternar con lo mejor de la sociedad británica. Meticuloso director de La Sra. Lowry e hijo, Adrian Noble es una figura relevante del mundo escénico y en este primer largometraje de ficción con dosis biográficas reales recrea la soledad de dos seres a la vez próximos y distantes. No era una aventura fácil, pero es ahí donde emergen las personalidades de Vanessa Redgrave y Timothy Spall. Sin caer en excesos teatrales o el histrionismo, ambos recrean portentosamente las figuras de esta pareja que se ama y se rechaza al mismo tiempo. Ganadora de un Oscar a la mejor actriz de reparto por Julia, dirigida en 1977 por Fred Zinnemann, y candidata a otras cinco estatuillas, Redgrave transmite gran autenticidad a esta anciana que quiere controlarlo todo. Empezando por su hijo, al que intentará disuadir de la pasión pictórica que le aísla en su taller. Prolífico actor que el pasado año rodó Nieva en Benidorm a las órdenes de Isabel Coixet, el también veterano Timothy Spall forma con Vanessa Redgrave un dueto ciertamente magistral.