El Athletic se mantiene en pie tras rehacerse de un pésimo inicio

Vaya contrastes nos ofrece el fútbol.

El Levante nunca se ha visto aquí, en la antesala de una final de Copa. Así que se está dejando la vida en el empeño. Y el Athletic, en cambio, a veces tiene poses de nuevo rico: ha ganado la última Supercopa y tiene pendiente la final de Copa del año pasado (se la jugará el 4 de abril en el estadio de La Cartuja de Sevilla ante la Real Sociedad).

Durante media hora, anoche en San Mamés, el Athletic ofrecía todos esos síntomas del nuevo rico. Se mostraba apático, indolente, como si le pesara el compromiso.

No le buscaba las espaldas, ni las cosquillas, al Levante, prodigio de orden, conjunto diseñado para exprimir sus propias limitaciones con tanto oficio que acaba volviéndose muy peligroso.

Hacían cosas Bardhi y Melero, para pasmo del indolente

Athletic y furia de su técnico, Marcelino, que se desgañitaba en la banda. Toda esa indolencia acabó volviéndose en contra del Athletic, que vio cómo Melero, en un doble remate, firmaba el gol del Levante (26).

Fue eso, un visto y no visto, y el Athletic se desperezó. Aparecieron sus pesos pesados –Muniain, Raúl García e Iñaki Williams– y el partido se transfiguró.

A la media hora, el Athletic se había arremangado definitivamente para encajonar al Levante, enfrentado a sus límites y tembloroso en la segunda parte, cuando perdió la posesión y también su ventaja en el marcador tras el empate de Iñigo Martínez (58).

Todo lo que vino desde entonces, y hasta el final, fue un despliegue del Athletic, decidido, si cabe, a recoger tres títulos en este 2021.

Y eso es ser rico, definitivamente.