La Vanguardia

Nadal, pese al lumbar

“Aún me molesta la espalda”, dice el balear tras batir a Mmoh

- SERGIO HEREDIA

Si agudiza los sentidos, algún experto cree apreciar algún punto en común entre Michael Mmoh y Rafael Nadal.

El estadounid­ense (23 años), procedente de la fase previa, luce bíceps con sus camisetas de tirantes, como aquel Nadal adolescent­e. Y se muestra quisquillo­so con los botellines de agua. Los dispone de forma ordenada junto al banco.

¿Les suena?

En realidad, la comparació­n es algo forzada: no hay más elementos comunes entre ambos. De hecho, a los 23 años Nadal ya había sido número 1, había ganado nueve grandes (incluido el Open de Australia) y un oro olímpico y se había elevado a la categoría de icono del deporte.

De hecho, ya han pasado once años y aquí sigue Nadal: ya no luce tirantes, pero todavía se muestra puntilloso con los botellines y con las líneas. Siempre las salta, procura no pisarlas.

Así es él y sus rituales. Paradojas de la vida, su entorno cuenta que, más allá de la competició­n, Nadal tiende a ser más bien desordenad­o.

–Fuera de las pistas, ni es maniático ni es puntual –nos contaba su entrenador, Francis Roig, el hombre que le acompaña en estos días en Melbourne (Carlos Moyá ha preferido quedarse en Mallorca, junto a la familia).

Francis Roig también reconoce que pilota un Mercedes:

–Pero no siento la presión. Rafa es cercano y transparen­te. Seguro que nos hemos equivocado muchas veces y lo sabe. Pero nunca me lo ha hecho sentir.

Ayer, ante el advenedizo Mmoh, tampoco Nadal sintió la presión.

Nunca, en ningún Grand Slam, ha perdido ante un rival de la previa.

Segurament­e, tampoco se lo planteaba en ese momento, mientras trasteaba en la Rod Laver Arena, otro día en la oficina.

Y desde luego, la posibilida­d de que aquello fuera a ocurrir jamás cobró forma.

Michael Mmoh (177º. del mundo; cedió en tres mangas, por 6-1, 6-4 y 6-2) comprender­ía la magnitud de la tragedia a mitad del tercer set. En un momento del juego, parecía haber acorralado al balear cuando se sobrevino un momento Nadal: un revés cruzado desde el fondo y la enésima rotura del servicio del estadounid­ense. Se acabó.

Luego, Nadal se declaraba más o menos satisfecho. Aún cabalga hacia su 21.º grande, hito que le elevaría por encima de Federer, pero sus lumbares siguen chirriando: –Sinceramen­te, mi problema en la espalda no está controlado. Hago las cosas que puedo. Si se fija en la mecánica de mi servicio, he cambiado algún movimiento. Estamos buscando soluciones.

Ahora le espera Cameron Norrie, 69.º del circuito.

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LOREN ELLIOTT / REUTERS Michael Mmoh y Rafael Nadal se saludan tras su partido de segunda ronda, ayer en Melbourne

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