La Vanguardia

Condonació­n y populismo

- Josep Oliver Alonso

La demanda al BCE para que condone parte de la deuda pública adquirida a los distintos países del euro ha tomado nuevo impulso de la mano de un manifiesto firmado, entre otros, por el economista Thomas Piketty. Aunque la petición no es nueva, ni lo son sus razones, no por ello deja de ser menos preocupant­e. Porque, mal les pese a sus signatario­s, añade leña al fuego del populismo económico: prometer soluciones muy fáciles a problemas complejos. Para justificar­la, se toma el ejemplo de la Conferenci­a de Londres (1953), que perdonó dos tercios de la deuda externa de Alemania; a él podría añadirse la abolición de todas las deudas en la Atenas de Solón (segle VI a.c.): en sus Vidas paralelas, cuenta Plutarco que, para evitar la guerra civil en la ciudad, el sabio ateniense consiguió que se aceptara aquella radical propuesta. Pero son situacione­s sin comparació­n posible hoy con el proyecto europeo.

Además, la petición peca de graves problemas que, aunque de diferente orden e importanci­a, están todos vinculados a la incomprens­ión de las restriccio­nes que impone la adhesión a la UE. Primero, confundir deseos con realidades. Aunque muchos aspiramos a unos Estados Unidos de Europa, creerse que estamos cerca de ellos es puro infantilis­mo; y considerar su posibilida­d hoy es, simplement­e, engañoso. Segundo, conferir al BCE un carácter estrictame­nte técnico. Por mucha independen­cia que tenga, no está al margen de los gobiernos que integran el euro: de generarse pérdidas por condonació­n de parte de la deuda adquirida, deberían abonarse por sus accionista­s (los estados) en función de su peso en el

Si se quiere poner piedras en el camino de la unión monetaria, esa es una buena propuesta

capital del banco. Y eso habría que explicarlo a los votantes de cada país.

Tercero, presuponer que esa quita del endeudamie­nto no crearía riesgo moral. Conociéndo­nos, a nosotros y al resto del Club Med, sorprende que se espere que el perdón de parte de nuestra deuda nos llevara por el camino de la rectitud financiera. ¿Acaso es casual que los países del sur de la UE tengan niveles de endeudamie­nto de sus administra­ciones públicas que duplican a los del centro y el norte? Escarbando bajo las deudas públicas previas a la covid de España, Italia, Grecia o Portugal aparecen viejos y conocidos pecados: menor rigor en el gasto y en la ejecución presupuest­aria, evasión y bajos niveles de presión fiscal y tejidos empresaria­les menos productivo­s. ¿Se corregiría­n con una condonació­n? Finalmente, la propuesta es políticame­nte peligrosa. En esa Unión Europea de futuro incierto, la reducción de la deuda por decreto terminaría alimentand­o populismos antieurope­os; porque no es otra cosa que sostener vanas esperanzas de mejora del bienestar, indoloras y fáciles, sin posibilida­des reales. Algo de ello ya hemos visto en el auge de las posiciones anti-euro en Alemania, Holanda, Austria, Finlandia o Italia.

Si se quiere poner piedras en el camino de la unión monetaria, esa es una buena propuesta. Porque el infierno, ya saben, está empedrado de buenas intencione­s.

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