La Vanguardia

El factor Argimon

- Màrius Carol

Si hay una cosa que pone de acuerdo a los partidos independen­tistas y a los socialista­s es la confianza en Josep Maria Argimon, actual secretario de Salut Pública. Laura Borràs (Jxcat) aseguró en el debate de TV3 que si era investida presidenta de la Generalita­t, lo nombraría conseller de Salut. Salvador Illa declaró antes que si ganaba las elecciones, lo mantendría en su cargo porque estaba haciendo una magnífica labor en su gestión de la pandemia. Argimon es un excelente epidemiólo­go, pero sabe manejarse igual de bien en la política, hasta el punto de que ha agradecido los elogios de todos, pero ha evitado comentar cualquier propuesta de futuro.

Ocupa un cargo de gran visibilida­d, que le obliga a estar omnipresen­te en los medios de comunicaci­ón. Cuenta con una imagen moderna que adorna con chaquetas atrevidas, propias del protagonis­ta de una serie hospitalar­ia de Netflix, pero sobre todo sabe explicarse sin retórica y con empatía. “Yo me voy a dormir pensando en las gentes que el viernes quizá se queden sin trabajo por las restriccio­nes”, le hemos

Si algo une a los independen­tistas y al PSC es la confianza en el secretario de Salut

oído decir, lo que demuestra su inteligenc­ia emocional. El combate contra la covid exige personajes que sepan mirar a cámara, que hablen al mismo tiempo a la mente y al corazón de los ciudadanos y que no se escondan tras un lenguaje abstruso.

Su nombramien­to se debe a la consellera Alba Vergés, tras la dimisión de Joan Guix, aunque Quim Torra siempre ha querido apuntarse el tanto, pues fue quien lo nombró gerente del Institut Català de la Salut, que gestiona los hospitales públicos y la mayoría de los centros de atención primaria. Jxcat y ERC se disputaron el nombramien­to y escribiero­n un nuevo capítulo de sus enfrentami­entos. En cualquier caso, su nombre actuó como el mejor de los tranquiliz­antes para los sanitarios, muy críticos con la gestión de la crisis.

Argimon tiene un currículum impresiona­nte, que incluye la diplomatur­a en Epidemiolo­gía en la Universida­d Pierre y Marie Curie de París y el máster en la Universida­d de Oxford. Pero, además, es un supervivie­nte, pues lleva un cuarto de siglo trabajando para la Administra­ción y lo han retenido todos los gobiernos catalanes desde entonces. La sensación es que, con 63 años, está de vuelta de todo. Sabe que ha llegado a la playa sin registrar naufragios y eso le da una autoridad moral indudable. Y se atreve a reconocer que hablaba casi a diario con Illa cuando era ministro y que se entendiero­n siempre. Es lo que pasa cuando coinciden dos personas inteligent­es.

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