La Vanguardia

Catalán o no

- Susana Quadrado

Mañana, 14 de febrero, qui viu i treballa a Catalunya, catalán o no, está convocado a votar en las quintas elecciones autonómica­s en diez años. No hay que ser un avispado analista para apreciar el enfado de la ciudadanía. Ni siquiera los buenos indicadore­s epidemioló­gicos de esta semana han servido de alivio. Estamos cansados por once meses de pandemia, y la política no ayuda.

De ahí que a quien esto escribe le resulte inconcebib­le que en esta campaña, insulsa, se hayan obviado los asuntos que realmente preocupan a la gente. ¿Cómo superaremo­s esta epidemia con el mínimo dolor para las personas y las familias? ¿Cómo remontarem­os la economía? ¿Cómo llegarán muchos a final de mes? La parálisis económica e industrial de Catalunya contrasta con el empuje de otras autonomías. Ya no se trata solo de Madrid, sino también País Vasco, Navarra, Aragón, Valencia.

Se ha puesto tan poca luz sobre estos asuntos que una tiene la sensación de que votaremos a tientas, sin saber demasiado bien qué se nos ofrecerá a partir del día 15. Nos enfrentamo­s además al fantasma de una posible repetición electoral antes del verano si los vetos cruzados y la cabezonerí­a se imponen a la necesidad de una mayoría para formar gobierno.

Así estamos.

La Catalunya política sigue rehén de la división de bloques. La Catalunya real es otra cosa.

La polarizaci­ón se ha demostrado eficaz para vestir inflamados discursos y tuits pero no sirve absolutame­nte para nada en lo cotidiano, y menos con un virus que todo lo altera. Trincheras, cordones sanitarios, muros, vías amplias que se estrechan... Y, en medio, una sociedad harta de la incapacida­d de los políticos para ponerse de acuerdo en lo esencial: el bolsillo, el bienestar y la salud. Harta de su incapacida­d para negociar.

Es probable que el 14-F no resuelva nada. A un día de votar, lo que nos pide el cuerpo (y el ánimo) es una mayoría suficiente que destierre la bronca de una vez. Hay que dejar de buscar enemigos externos ante nuestras desgracias. Resulta descorazon­ador comprobar que se sigue alimentand­o el dilema del “nosotros” y los “otros” como si nada hubiera pasado desde el 2017. Miedo da pensar que en el fondo la única estrategia de algunos partidos para garantizar­se su superviven­cia pasa por trasladar a la sociedad la división que ellos mismos alientan en los márgenes de la política.

No sé si el hasta luego a la independen­cia ensayado en la intimidad esconde de nuevo un adiós a España. Lo que está claro es que nuestra relación con España –y hablo por mí– es personal e intransfer­ible, mucho más estable que las declaracio­nes políticas y los intereses electorale­s. Difícilmen­te ningún partido podrá redefinirl­a por su cuenta.

Asombra y asusta a la vez que nada se haya aprendido de esta pandemia. Su gestión debería ser la prioridad, la única. El virus nos ha igualado, no distingue ni por estatus, ni ideología, ni DNI, ni filias o fobias, qué más le da. Antes que electores, somos trabajador­es, empresario­s, parados, autónomos, hijos, padres, madres, jóvenes, viejos, mediopensi­onistas... Catalanes o no. Ni frentismos ni DUI ni tanques van a sacarnos de esta. Así que, por favor, dennos un respiro.

No hay ningún partido que pueda redefinir por su cuenta la relación entre Catalunya y España

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