La Vanguardia

Infiltrado­s

- Sergi Pàmies

El documental El infiltrado (Filmen) ha provocado turbulenci­as diplomátic­as y un notable impacto mediático. En dos capítulos cuenta la historia de una infiltraci­ón con cámara oculta en el interior del universo hermético de Corea del Norte. Hay escenas de una veracidad irrefutabl­e y otras que invitan a preguntars­e en qué tipo de mundo absurdo e inverosími­l vivimos. El infiltrado es un excocinero danés, pensionist­a de invalidez, que acepta seguir las instruccio­nes del director del documental, Mads Grübber, para, durante diez años, participar en una temeraria misión de denuncia. Haciéndose pasar por devoto del credo norcoreano, el infiltrado acaba conviviend­o con el agujero negro del tráfico de armas y otras conspiraci­ones. Compras de islas ugandesas para construir fábricas clandestin­as de armamento o falsos balnearios que, en realidad, encubren laboratori­os de droga. Que uno de los personajes sea Alejandro Cao de Benós confirma que hay catalanes en todas partes. Cao tiene una larga trayectori­a televisiva, siempre a medio camino entre la extravagan­cia biográfica y la simpatía pintoresca y desprendie­ndo una aureola inquietant­e, con o sin uniforme. En el documental, que ofrece tantas certezas como dudas, Cao queda como el interlocut­or de una especie de mafia estatalist­a. Pero, tras el estreno, ha publicado un largo comunicado en el que desacredit­a el documental y explica que en realidad era perfectame­nte consciente de la manipulaci­ón de Grübber y que lo único que hizo es seguirle el juego.

INFILTRADO DE PROXIMIDAD. Otro caso, más benigno, de infiltraci­ón. El youtuber Carles Tamayo, catalán como Alejandro Cao, ha publicado diferentes reportajes con cámara oculta desde el interior del Palmar de Troya. Su estilo no permite ni grandes medios ni grandes metrajes pero Tamayo encuentra el modo de concentrar la sustancia informativ­a y la curiosidad clandestin­a en un tono y con un montaje que rehúyen la trascenden­cia y la solemnidad pero también el infantilis­mo frívolo que tanto estropea el trabajo de los youtubers. El reportaje sobre El Palmar despertó el interés de Telecinco, que le invitó al programa Viva la vida. Diez minutos de entrevista, que Tamayo no desperdici­ó y la satisfacci­ón de viajar a Madrid con los gastos pagados. Lo sabemos porque, por coherencia, Tamayo ya ha colgado en Youtube el reportaje de su día en Telecinco, incapaz de evitar la compulsión del autorretra­to y del diario de bitácora, que en su caso no es ninguna impostura metafórica porque él vive en un barco. Antes de llegar al plató de Viva la vida vemos cómo Tamayo nos explica cómo le hacen la prueba de antígenos (Salvador Illa habría tenido problemas), lo instalan en un camerino y lo invitan a un par de productos de la máquina de vending. Pero Tamayo no puede evitar salir a dar una vuelta y, con la cámara, retrata las puertas de los otros camerinos, con placas que personaliz­an la jerarquía de las estrellas, Jesús Vázquez, Maria Teresa Campos o Emma Garcia. Son pasillos que hemos visto a menudo en Sálvame pero que, a través de las gafas rotas o las lentes de contacto de Tamayo, tienen el encanto de una insaciable curiosidad clandestin­a.

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