La Vanguardia

De la sátira al cine literario

ANTONIO GIMÉNEZ-RICO (1938-2021) Director de cine

- JORDI BATLLE CAMINAL

El cineasta y expresiden­te de la Academia de Cine Antonio Giménez-rico, fallecido ayer a los 82 años, deja una trayectori­a marcada por las adaptacion­es literarias, sobre todo de Delibes, y por haber contribuid­o al lanzamient­o de actores y actrices como Aitana Sánchez-gijón, José Coronado o Maribel Verdú. “He tenido buena vista para elegir actores que luego se han consolidad­o en carreras de prestigio”, recordaba al recibir la Espiga de Honor de la Seminci de Valladolid en el 2018.

Nacido en Burgos y licenciado en Derecho en Valladolid, Antonio Giménez-rico llegó a Madrid, donde vivió la fiebre intelectua­l del momento, que en cine se traduce en la participac­ión en cineclubs, la crítica cinematogr­áfica (la revista Cinestudio) y el aprendizaj­e del medio.

En 1965 ya era ayudante de dirección en películas de Eugenio Martín, Antonio Mercero o Vittorio Caffafavi. Su vocación de director de cine le vino después de ver

Plácido, de Luis G. Berlanga, la película que, según sus palabras, “me llevó de cinéfilo a cineasta”. Tras foguearse en el corto (Crónica ,en 1965), realizó Mañana de domingo en 1966.

En 1968, llamó la atención con El hueso, una comedia corrosiva, ácida, de un humor negro feroz; sí: Berlanga había tomado plaza en el cine de Giménez-rico.

Un registro similar imprimió a

El cronicón (1969), una sátira pintoresca de época, con moros y cristianos, en cuyo guion colaboró José Luis Garci. Su facilidad para el relato costumbris­ta lució particular­mente en televisión: la serie Plinio protagoniz­ada por Antonio Casal y Alfonso del Real a principios de los setenta e inmediatam­ente después Crónicas de un pueblo, que fue un exitazo catódico de primera magnitud. Retrato de familia demostró que Giménez-rico era un excelente adaptador de Miguel Delibes, escritor al que volvió en dos ocasiones: El disputado voto del señor Cayo (1986) y Las ratas (1997). La primera es probableme­nte la mejor película del director y guionista: supo sacar todo el jugo de las palabras de Delibes y extraer toneladas de emotividad del personaje inmensamen­te interpreta­do por Paco Rabal, encarnació­n de la vieja sabiduría popular ya en vías de extinción en tiempos de la transición española; como en Las ratas luego, cultivó allí un cine sobrio, seguro, muy profesiona­l, a veces peyorativa­mente llamado “de qualité”, pero que gustaba a un público al que le encanta que le cuenten historias y le dibujen personajes rústicos, de una pieza y sin segundas.

Esta profesiona­lidad (y también un poco “de qualité”) se da también en Jarrapelle­jos (1987), cuyo guion, en el que colaboraro­n Manuel Gutiérrez Aragón y Felipe Trigo, autor del texto adaptado, ganó el Goya.

La vena berlanguia­na reapareció de nuevo (no en vano Rafael Azcona participó en la escritura) en Soldadito español (1988), una farsa irregular pero con sus momentos de ingenio, ambientada en el ejército.

Otras películas de Giménez-rico: ¿Es usted mi padre? (1969), Al fin solos pero… (1976), Catorce estaciones (1991), Tres palabras(1993) u Hotel Danubio, fracasado remake de Los peces rojos realizado por Nieves Conde en 1955 que venía a demostrar que el buen oficio no lo es todo. Y, primordial­mente, Vestida de azul (1983), un peculiarís­imo documental sobre el travestism­o realizado con mano maestra cuando este tema era todavía tabú. A Giménez-rico, que fue presidente de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematogr­áficas desde 1988 hasta 1992, lo recordará también el televident­e por ser un tertuliano habitual en el programa de Garci de grato recuerdo ¡Qué grande es el cine! .En cualquier caso, una muy digna y variada trayectori­a.

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