La Vanguardia

“Y siento que aún puedo jugar”

Víctor Tomàs revive su retirada, hace un año, a consecuenc­ia de una afección de corazón

- Sergio Heredia

Hay que escuchar a la cabeza, pero dejar hablar al corazón

Marguerite Yourcenar

Hace un par de semanas me fui a correr a la Carretera de les Aigües. Íbamos varios, incluidos Aleix Parisé, periodista de RAC1, y Jess Bonet, atleta multitask y, sobre todo, entrenador­a.

Estábamos trotando suave, calentando, cuando nos adelantó un fortachón que marchaba deprisa, muy concentrad­o. Parisé reconoció al fortachón. Voceó:

–¡Eh, Víctor!

Víctor Tomàs (35) aflojó el paso, se volvió hacia nosotros y nos dijo:

–¿Qué hacéis?

Le contamos que correríamo­s suave durante 5K, para ir deprisa en los 5K de vuelta. A Víctor Tomàs le pareció bien la idea Se unió al grupo.

Y a la vuelta, a un ritmo que rondaba el 4m20s el km, no hubo manera de soltarlo. Y cuando terminamos, gritó: –¡Pero si estoy para jugar!

(...)

A finales de 2019, el doctor Josep Antoni Gutiérrez, responsabl­e del balonmano en el Barça, le decía a Víctor Tomàs: –¿Un café?

Víctor Tomàs, eterno extremo del Barça, con 18 temporadas a cuestas, doce títulos de Liga, tres Champions y un bronce olímpico en Pekín 2008, llevaba la mosca tras la oreja. La última revisión médica había emitido señales preocupant­es.

Algo había en su corazón, él no sabía bien el qué.

–Yo esperaba que el médico me dijera: ‘Te medicamos, y a seguir jugando’. –¿Y qué le dijo? –le pregunto. –Mientras nos tomábamos el café, me soltó una bomba: ‘A falta de una resonancia magnética, es posible que debas retirarte a finales de esta temporada’.

–¿...?

–Me quedé en estado de shock. –Pero, ¿qué tenía usted?

–Se llamaba bloqueo auriculove­ntricular. Es un problema en la corriente eléctrica: la señal que va de la aurícula al ventrículo tarda más tiempo en llegar y la frecuencia cardiaca se cae. Yo ya estaba en grado 3, y eso es peligroso para la vida. Podía hacer una apnea mientras dormía y no despertarm­e.

–Pero, ¿sentía algo?

–Nada, era asintomáti­co.

–¿Y qué vino entonces?

–Hablar con la familia. Pensar mucho. Escucharme demasiado.

En los primeros días me decía: ‘¿Estoy bien? ¿No me late demasiado...?’. Más tarde me adapté y dejé de pensar. Seguí jugando, aportando al equipo, hasta que la resonancia lo confirmó todo. Ahí vino lo peor. Tenía que explicarlo. Debía pensar el cómo y a quién. Hablé con Valero Rivera, mi padre deportivo. Ambos lloramos en el teléfono. Y debía preparar mi retirada...

–Era enero del 2020, tenía hasta junio... –En ese sentido, mi situación era ideal. Estaba triste, pero me esperaban seis meses de homenajes en el Palau Blaugrana, o allí por donde pasáramos a jugar. –Y entonces, la pandemia...

–Ni homenajes ni nada. Jugué la Copa del Rey del 8 de marzo, nos confinaron cinco días más tarde, y adiós.

Dice que se encerró con su mujer, Hege, y los niños, y que todos salían al jardín, a entrenarse día sí, día también.

–Hege me exigía mucho. Y yo también. Al fin y al cabo, soñaba con retirarme en agosto, en la final four europea. –Pero no llegó.

–Cuando anunciaron que la Final Four pasaba a diciembre, ya me rompí. El médico

me dijo que no podía seguir adelante: no llegaría a la final

four. Y no cabía ninguna discusión.

–¿Ninguna?

–La intensidad que el deporte de élite exige al corazón estaba agravando el problema. Si aflojas, la situación tiende a remitir. –¿Vive con miedo?

–Ni lo pienso. Si me hubieran trasladado alguna preocupaci­ón, la situación sería otra. Pero no es el caso.

Ahora, Víctor Tomàs eleva la mirada y recuerda sus orígenes deportivos. Si ha practicado el balonmano es cosa de su padre, Carlos, jugador amateur y entrenador. Y de su madre, Montse, que les acompañaba a ver partidos en el Palau.

–Vimos la era del Dream Team de balonmano. Aquel equipo me inspiró.

Recuerda que pasó por el Sagrat Cor de Diputació, La Salle Bonanova, el Safa Horta y el Sant Martí Adrianenc, antes de aparecer en el Barça, ya como cadete.

–Mi hermana, Carla, jugó en el Barça femenino de Marigol, ¿recuerda esa época? La recuerdo.

–¿Y se añora? –le pregunto.

–No añoro el tacto de la pelota en la mano. Sí el competir y el ambiente del vestuario. Aún puedo vivir el balonmano de cerca, como comentaris­ta televisivo o como gestor del calendario de competicio­nes del Palau, que es a lo que me dedico ahora. Pero ¿sabe qué me duele de verdad?

–¿...?

–El hecho de sentir que ahora mismo estaría en condicione­s de entrar en ese vestuario, unirme al equipo y saltar a competir. Supongo que se me pasará, pero eso solo ocurrirá con el tiempo.

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LLIBERT TEIXIDÓ Víctor Tomàs, el pasado lunes, a las puertas del Palau Blaugrana
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