Con estos mimbres hay que entenderse
La clave del resultado no va a ser solo quién gana las elecciones en número de escaños, sino cuántas mayorías son posibles. Si existe más de una opción, la legislatura puede ser imprevisible.
Cuando ERC otorgó la presidencia de la Generalitat a Pasqual Maragall –que había ganado en votos pero no en escaños– para encabezar un tripartito de izquierdas en el 2003, no fue una resolución fácil de adoptar para los republicanos. Sus dirigentes dieron un paso que sabían que iba a provocar recelos entre la militancia y que tendrían que emplearse a fondo para explicar su posición de manera convincente. Para bien o para mal, las decisiones de Esquerra vienen marcando el rumbo de la política catalana desde hace dos décadas. Siempre a la búsqueda de una posición hegemónica que se le resiste de forma obstinada. Gane o pierda la votación de hoy, es probable que los republicanos se vean obligados a elegir una opción decisiva.
El debate en el seno de ERC aquel 2003 fue intenso. Josep Lluís Carodrovira y Joan Puigcercós se alinearon con la teoría de que ese gobierno de izquierdas acabaría arrastrando al PSC a las tesis del soberanismo para construir así un respaldo social mayoritario a favor de un referéndum de autodeterminación (que Carod situaba en el 2014). Se suponía que CIU, despojada del confortable revestimiento del poder, se sumaría a esa demanda como comparsa. Y ERC ejercería de rótula central del país.
Pero los dos tripartitos sumieron la gestión diaria en un estruendo político constante, lo que acabó por dañar los resultados electorales de socialistas y republicanos. En ERC se desató una crisis que acabó con el traumático descabezamiento de toda su cúpula. Desde entonces, tanto ERC como el PSC recelan de cualquier acercamiento mutuo como el gato escaldado del agua fría. Y la nueva dirección republicana de Oriol Junqueras optó por virar hacia el acuerdo con Convergència basado en la meta de la independencia y con el afán de sustituir a esa fuerza como vector nuclear de la sociedad catalana. Junqueras lo hizo al principio con mucha prudencia, sin entrar en el Govern de Artur Mas .Y después ya a fondo cabalgando sobre el tsunami del procés.
ERC se presenta hoy a un nuevo examen crucial. Si no logra superar a Junts, toda su estrategia puede desbaratarse. Tanto la desplegada para ocupar el espacio de Convergència como la ensayada en el Congreso de colaboración con el Gobierno central. Su resultado deberá leerse siempre en relación al que obtenga Junts, su rival por la hegemonía del independentismo. Pero tanto si gana como si queda por detrás del partido de
Carles Puigdemont, es posible que ERC tenga que afrontar decisiones complicadas después de las elecciones. El elemento clave del resultado que arrojen las urnas no es solo quién gana en número de escaños, sino cuántas mayorías son posibles. La independentista parece bastante garantizada, según todas las encuestas. La de izquierdas sólo por algunas. En caso de existir ambas opciones, ERC se encontrará en una encrucijada.
Si se produce esa doble posibilidad, la legislatura puede ser diferente a la que estamos a punto de dejar atrás incluso aunque se forme un ejecutivo independentista, sobre todo si este depende de la CUP. El documento firmado por los partidos favorables a la secesión que veta un gobierno con el PSC demuestra que en la política catalana sigue imperando el eje identitario por encima de cualquier otra consideración. Pero la política da muchas vueltas. Las elecciones de hace tres años se produjeron después de la intervención de la autonomía y el encarcelamiento de los líderes del procés. En esta campaña los presos han podido participar sin que la Fiscalía –nada sospechosa de condescender con los condenados– haya actuado para acelerar su encarcelamiento. Los indultos pueden ser la próxima estación de un apaciguamiento progresivo.
Los últimos presupuestos del Govern, que salieron adelante gracias al voto de los comunes porque la CUP se descolgó, demostraron que no es fácil mantener el bloque únicamente independentista estanco. Esa fórmula solo funcionó mientras existía un objetivo que predominaba sobre todo lo demás, a cumplir en un plazo acotado en el tiempo, como fue el referéndum del 1-O. Pero los dos grandes partidos independentistas son conscientes de que no están en condiciones de repetir la experiencia a corto plazo. Así que ningún vencedor saldrá de estas elecciones en disposición de hacer y deshacer a su antojo. Como ningún bloque podrá imponer su criterio al otro. Con los mimbres que hay deberían entenderse. Y no caer en la tentación de repetir las elecciones.