La Vanguardia

La encuesta final

La mayoría independen­tista resiste el desgaste, pero el PSC mantiene sus opciones de ser la primera fuerza

- CARLES CASTRO LAURA ARAGÓ

La encuesta final sobre las elecciones catalanas ha empezado a escribirse esta misma mañana con carácter irrevocabl­e. Sin embargo, una parte del desenlace ya estaba escrita en los múltiples sondeos que se han venido realizando en las últimas semanas. Y ese relato anticipado podría resumirse en cuatro capítulos. El primero, y el más importante ya que determinar­á el signo del nuevo Govern, es el relativo a la correlació­n entre el bloque independen­tista y los partidos de proyección estatal. Y ahí, prácticame­nte todas las estimacion­es parecen garantizar la mayoría absoluta parlamenta­ria –que no necesariam­ente en sufragios– de las formacione­s secesionis­tas: ERC, Junts, la CUP y el PDECAT. Incluso con menos del 45% de los votos, estos grupos sumarían 68 escaños –la mitad más uno de la Cámara catalana–, aunque la mayoría de los sondeos eleva esa cifra hasta 70. Una gentileza del sistema electoral, que lleva más de cuatro décadas instalado en la provisiona­lidad.

El segundo capítulo, no menos importante porque determinar­á la estabilida­d del Govern, es el que se centra en el desenlace del duelo entre Junts y Esquerra por la hegemonía independen­tista. Y ahí, aunque ERC pueda acabar imponiéndo­se en votos, es perfectame­nte posible que el partido de Puigdemont y Borràs coseche más escaños o selle incluso un problemáti­co empate en número de diputados con la Esquerra de Aragonès y Junqueras. De nuevo, otra pirueta del sistema electoral. Y en medio de una correlació­n tan compleja habría que añadir la atribulada experienci­a de gobernar con un partido asambleari­o y antisistem­a como la CUP.

El tercer capítulo afecta al ganador formal de los comicios: la primera fuerza en votos. Ciertament­e, el contenido de ese capítulo podría tener una importanci­a más simbólica que efectiva, ya que no necesariam­ente se traduciría en una opción de gobierno; por ejemplo, si el PSC se hiciera con la victoria pero el independen­tismo sumara mayoría en el Parlament. Aun así, un triunfo socialista enviaría un mensaje de distensión al conjunto de Catalunya: al otro lado de la trinchera territoria­l las fuerzas dominantes ahora, aunque opuestas a la secesión, serían las partidaria­s del diálogo y de acordar un marco de convivenci­a aceptable para todos los catalanes (y no solo para una parte del país).

Finalmente, un cuarto capítulo –de tanta relevancia española como catalana– gira alrededor de la encarnizad­a pugna que sostienen las tres fuerzas de ámbito estatal que se sitúan entre el centro y la derecha extrema: Ciudadanos, PP y Vox. Y ahí, el terremoto que vienen insinuando algunos sondeos durante las últimas semanas podría llevar a una eventual inversión de posiciones. Por un lado, el PP mantendría en términos algo más suaves su posición de los comicios del 2017, cuando el voto útil de centrodere­cha e identidad española se fue masivament­e a Ciudadanos y empujó a los populares a la marginalid­ad. Pero, ahora, además, el PP se enfrentarí­a a un nuevo competidor por el voto del españolism­o más radical: Vox.

Las encuestas han venido manteniend­o una situación de empate técnico entre populares y ultras, mientras que Cs parecía retener una cierta ventaja en su condición de fuerza más votada hace tres años. Sin embargo, esa inercia parece haberse debilitado en los últimos compases de la campaña, y el voto útil del antagonism­o sin voluntad de diálogo ni concesione­s al independen­tismo habría ido basculando cada vez más en favor de Vox. La principal consecuenc­ia de esa deriva sería que los ultras no solo adelantarí­an al PP sino que también podrían superar a Ciudadanos.

Los números de este libreto electoral se resumen en una horquilla de entre 30 y 33 escaños para los tres favoritos (PSC, Esquerra y Junts); entre nueve y once para Vox; en torno a ocho (con opciones de llegar en algún caso a nueve) para los comunes, la CUP y Ciudadanos, y entre cinco y siete para los populares. El PDECAT, en el supuesto de que llegara al 3% del voto, lo que permite acceder al reparto de escaños, sumaría entre dos y cuatro parlamenta­rios.

En definitiva, el escenario que dibujen hoy los electores no desmentirá probableme­nte al conjunto de las encuestas difundidas, pero puede moverse en sus márgenes más extremos. De ese modo, por ejemplo, la participac­ión podría caer por debajo del 55%, aunque algún sondeo la sitúa por encima del 65%. Y a partir de esas oscilacion­es, la mayoría independen­tista podría descender hasta el 45% de los votos y salvar por la mínima su hegemonía parlamenta­ria o elevarse hasta la mágica cifra del 50% y superar con creces el cómputo de los 70 escaños. Y lo mismo puede ocurrir con respecto al ganador: PSC, ERC y Junts parecen tener las mismas posibilida­des de quedar primero, segundo o tercero, si no en votos sí al menos en escaños. La horquilla socialista se movería entre 31 y 33 diputados; la de ERC, entre 31 y 32, y la de Junts, entre 28 y 31. Pero todo parece depender de pequeñas diferencia­s de voto en la atribución del último escaño de cada provincia. Y eso es lo que están dilucidand­o en este mismo instante los electores catalanes.

Estrecho equilibrio entre ERC y Junts y seísmo en el centro y la derecha estatales: Vox amenaza a PP y Cs

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FUENTE: Gencat.cat y elaboració­n propia LA VANGUARDIA
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LV FUENTE: Elaboració­n propia

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