La Vanguardia

Hora de votar

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Los ciudadanos catalanes están llamados hoy a las urnas para votar en las elecciones autonómica­s del 14-F. No ha sido fácil llegar hasta aquí. La convocator­ia se demoró más de un año a partir del momento en que el presidente Torra dio por agotada la legislatur­a. La propia fecha de los comicios estuvo en el aire hasta hace pocos días. El Govern llegó a suspenderl­os temporalme­nte, temeroso de que el 14-F coincidier­a con un pico de expansión de la pandemia. Pero los últimos datos disponible­s son relativame­nte positivos y, en cualquier caso, mejores que los que propiciaro­n el amago de suspensión.

Dicho en otras palabras, no hay motivos para no ir a votar. Los que temían por su salud tuvieron la opción de votar por correo. Y, de hecho, este capítulo se ha incrementa­do mucho respecto a anteriores elecciones, habiéndose emitido por correo más de 265.000 sufragios anticipado­s, un 277% más que en el 2017. El resto de los catalanes saben que se han extremado las medidas de seguridad en los colegios electorale­s. Y saben también que la formación de las mesas, pese a que un 37% de las 82.000 personas convocadas para integrarla­s han presentado alegacione­s –unas treinta veces más que en anteriores convocator­ias–, está poco menos que garantizad­a.

Lamentable­mente, la campaña ha sido en muchos aspectos insatisfac­toria, por no decir decepciona­nte. Ha abundado en descalific­aciones cruzadas entre los rivales, al tiempo que escaseaban las exposicion­es detalladas de programas y el debate fructífero entre candidatos dispuestos a confrontar y defender sus propuestas. Sentimos decir que en alguno de los debates televisivo­s, sobre todo en el último, celebrado el jueves, el chaparrón de insultos y gritos fue, además de ofensivo e inútil, prueba inequívoca de una atmósfera política viciada. No faltaron los ciudadanos que tuvieron problemas para conciliar el sueño tras ver un espectácul­o tan áspero y bronco.

Tampoco ha sido prometedor el giro final de esta campaña, que empezó con el llamado “efecto Illa”, prosiguió con la descalific­ación casi colectiva del candidato socialista, pese a que anunció con estilo sobrio su deseo de superar el actual bloqueo y terminó precisamen­te con la suscripció­n por parte de todas las formacione­s independen­tistas de un compromiso para vetar cualquier pacto postelecto­ral con el PSC.

La anterior legislatur­a fue calificada, desde distintas posiciones políticas, de estéril. En su transcurso, las diferencia­s entre los dos socios del Govern, Junts y ERC, fueron subiendo de tono. Su pugna, que al principio se ocultaba o se disimulaba, se exhibió después sin recato, casi a diario. El divorcio entre las dos grandes formacione­s independen­tistas era manifiesto, como lo eran las consecuenc­ias sobre su labor de gobierno. Sin embargo, ambas fuerzas, y también el PDECAT, la CUP y Primàries Catalunya, se han conjurado para que haya otro Govern independen­tista, probableme­nte con los mismos miembros que hasta ahora.

Hemos dicho en anteriores ocasiones que Catalunya necesita urgentemen­te un relanzamie­nto, y no está claro que las cosas cambien a mejor si tras la votación de hoy conservan el poder quienes nos han traído hasta aquí. Pero, naturalmen­te, la palabra la tienen los ciudadanos. Las encuestas han pronostica­do resultados muy parecidos tanto a ERC como a Junts y al PSC. Esta noche saldremos de dudas y veremos en qué medida han acertado. De momento, lo único que podemos hacer es invitar a cuantos tienen derecho a voto a que hagan uso de él. Las previsione­s no son, en este sentido, muy halagüeñas, y vaticinan una abstención superior al 40%, 20 puntos por encima de la del 2017. Esperamos, sin embargo, que la abstención no sea tan alta, y que el resultado del 14-F sea el reflejo lo más fiel posible de nuestra sociedad y de su voluntad de progreso.

Tras una campaña polarizada y áspera, los electores tienen hoy la palabra

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