La Vanguardia

Escupir al cielo

- Glòria Serra

Vox es la mayor singularid­ad de esta campaña electoral. No solo por ser un partido de extrema derecha y xenófobo, hay al menos otro que también se presenta, sino porque ha tenido altavoz por primera vez en unas elecciones catalanas. La decisión de la Junta Electoral de incluirlo en los debates por sus posibilida­des de representa­ción ha sido polémica y discutible, aunque legal.

No se trata de una formación como las otras, incluyendo las que tienen un funcionami­ento más atípico, y sin querer comparar partidos con diversa trayectori­a e historia. Aunque las medias verdades o incluso las mentiras son, por desgracia, instrument­os utilizados habitualme­nte por los líderes políticos para llevar el agua a su molino, la formación verde las convierte en eje central de su actividad política. Ha sido asesorada por los mismos que consiguier­on que un ignorante como Donald Trump ganara las elecciones y que están detrás de formacione­s ultras que han conseguido el poder o lo intentan en todo el mundo. Jair Bolsonaro en Brasil, Matteo Salvini en Italia, Viktor Orbán en Hungría. Su cabeza visible es Steve Bannon, que fue miembro fundador del Tea Party, caballo de Troya dentro del Partido Republican­o norteameri­cano, y que acabó en Bruselas fundando The Movement. Una organizaci­ón que califica de “movimiento evangeliza­dor”. Recienteme­nte le ha ganado la batalla al Gobierno italiano y ha abierto una academia en una cartuja del 1200: la primera universida­d para aprender los nuevos instrument­os que utiliza el fascismo para dinamitar la democracia.

Pero volvamos a casa. La presencia de Vox, además de aterroriza­r al PP con el fantasma del sorpasso, ha permitido a otros encontrar un títere que los hace mejores, por estricta comparació­n con las mentiras, exageracio­nes y barbaridad­es que su candidato va propagando. Esta táctica solo engrandece su importanci­a y hace pensar a sus posibles votantes que alguna cosa hace bien si tanto los altera. Además, la tentación de ridiculiza­rle, atendiendo a sus pocas habilidade­s comunicati­vas y nula formación y conocimien­to de la realidad de Catalunya, es también otra equivocaci­ón. Ambas son terribles errores, cometidos ya en Estados Unidos, Brasil o Hungría. Esta extrema derecha no se combate de forma tradiciona­l, ya que su crecimient­o no se basa en métodos tradiciona­les. Mientras unos escupen al cielo y reciben en la cara el escupitajo, ellos están intoxicand­o a sus seguidores y simpatizan­tes, cómodament­e sentados ante el ordenador.

La presencia de Vox ha permitido a otros encontrar un títere que los hace mejores

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