La Vanguardia

Encima no te quejes

- Llucia Ramis

Se nos está yendo la vida”, lamentaba el muy millennial.

Si algo los define es que son lloricas, poco autocrític­os y le echan la culpa de todo al mundo, del que se consideran víctimas. Segurament­e lo aprendiero­n de la generación anterior a la suya, a la que pertenezco, tan sosa que ni siquiera tiene un nombre claro. La X –de los que ahora rondan los cincuenta y pico– vivió al límite. Les precede la de los boomers –por el baby boom de la posguerra–, o generació tap, según Josep Sala i Culell, porque se acomoda a sistemas viejunos y dificulta la incorporac­ión de quienes podrían adaptarlos al presente y al futuro.

Los de mi generación nunca hemos tenido la edad adecuada: éramos demasiado jóvenes para salir; luego seguíamos siendo demasiado jóvenes para tener un contrato que no fuera de prácticas o un sueldo fijo, demasiado jóvenes para que nos tomaran en serio. Y de repente fuimos demasiado mayores para optar a las ayudas a los jóvenes. Lo de la jubilación ni nos lo planteamos. Hemos jugueteado con drogas legales e ilegales, cautelosos como con el sexo, porque nuestra infancia en los años ochenta estaba rodeada de movidas que abusaban de la libertad hasta el descontrol, y a veces acababan mal. Somos unos nostálgico­s empedernid­os.

Los millennial­s nos parecen unos críos afectadísi­mos, y los que vienen después, unos consentido­s sin empatía. Le digo que no exagere: la vida no se va a ninguna parte. Estamos sanos, tenemos trabajo y conexión a internet, las personas de nuestro entorno lo llevan bien. “¡Es que encima no podemos quejarnos!”, se queja. Y añade: “Me paso los findes durmiendo y viendo pelis y series!”. Le pregunto qué hacía antes de la pandemia, y admite que lo mismo.

Cuando lo conocí, me sorprendió que prefiriera pedir comida a domicilio a salir por ahí. La mitad de mi existencia ha transcurri­do en bares, restaurant­es, locales de música y terrazas. Echo de menos brindar y charlar con los amigos, cara a cara, sin dispositiv­os de por medio. Supongo que en eso consiste divertirse. La diversión es lo único que ahora nos falta a quienes no nos falta nada. Hay mil maneras de entretener­se, vivimos en la era del entretenim­iento. Pero no es lo mismo. La diversión es eso que hace pasar el tiempo de forma alegre y agradable; el entretenim­iento, lo que hace que el tiempo pase sin que te des cuenta.

La diversión puede ser agotadora, porque exige atenciones y te hace chantaje emocional con lo que te estás perdiendo. La vida no se nos va, sino algunos buenos ratos.

La diversión es lo único que ahora nos falta a quienes no nos falta nada

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