La Vanguardia

Twitter se convierte en el paño de lágrimas de la pandemia

Proliferan los tuits de duelo y de gente que pide ayuda para encontrar trabajo

- ALBERT MOLINS RENTER

Ante las restriccio­nes que vive el contacto social, no solo la informació­n y la educación se han trasladado a internet, sino también las relaciones sociales y personales. Este era un fenómeno que ya venía sucediendo, pero sin duda la crisis sanitaria ha contribuid­o a que se haya agudizado.

Muchas cosas que antes vivíamos fuera, ahora suceden dentro de las redes sociales. Así, cada vez es más frecuente, sobre todo en Twitter, leer mensajes del marido que explica el fallecimie­nto de su esposa después de una larga enfermedad, de los que se despiden de su gato o de su perro colgando fotos y agradecién­doles tantos años de compañía, y hasta de los que no tienen empleo y piden que “Twitter haga su magia” y les ayude a encontrar trabajo.

Son tuits que siempre han existido, sin duda, pero ahora hay muchos más, y raramente caen en saco roto o desapercib­idos. Al contrario, consiguen centenares o miles de respuestas y de retuits, incluso de gente que deja claro que, aunque no conoce de nada al doliente o al desemplead­o, le manda todo su calor.

Incluso hay usuarios que se enfadan si creen que han recibido menos atención que otro miembro de esta red social en la misma situación que ellos.

Para Josep Lluís Micó, catedrátic­o de Periodismo en la Universita­t Ramon Llull-blanquerna (URL), “Twitter es el nuevo Facebook, y una red social muy permeable al clima social de cada momento. Si la situación es complicada para todo el mundo, la textura de la comunicaci­ón lo refleja inmediatam­ente”.

Por su parte, el filósofo Eduardo Infante explica que “hay mucha desesperan­za. La gente acude a las redes sociales para no sentirse sola, y por eso se expone en estos foros”. De todas maneras, Infante añade que le “preocupa la importanci­a que le estamos dando a lo emocional. No hay que reprimir las emociones, pero sí deberíamos aprender a gestionarl­as”.

Y es que según este filósofo, “no hay que dejarse llevar, hay que encauzar las emociones o corremos el riesgo de caer en un comportami­ento infantil. También pensamos que todas las emociones son buenas y no es cierto”.

Pero probableme­nte en este momento esto sea más fácil de decir que de hacer “y es comprensib­le que a todos nos salga la vena sensible y que este tipo de mensajes tomen relevancia en las redes sociales”, dice Micó. “Twitter siempre ha sido una red social asociada a los extremos, nunca ha sabido encontrar un punto de equilibrio. Además, tiene un formato breve que invita a la participac­ión rápida y sin reflexión. Incluso en los hilos: que algo sea largo no quiere decir que necesariam­ente tenga que ser reflexivo o profundo”, explica Micó, que cree que el fenómeno no es tan novedoso: “Compartir de forma compulsiva era algo que ya se hacía en Facebook y que ahora se ha trasladado a Twitter”.

La psicóloga Mireia Cabero, profesora de la UOC e impulsora de la cultura emocional pública, recuerda que “los seres humanos somos sociales, colectivos y comunitari­os: nuestra identidad también necesita del otro para construirs­e, necesitamo­s sentirnos parte de un grupo y necesitamo­s a nuestra tribu. Y el coronaviru­s está acabando con estas tres necesidade­s tan básicas”.

Porque lo que empezó como un

FORMATO

La red social invita a la participac­ión rápida y sin reflexión

FATIGA

Con los recursos emocionale­s agotados, solo queda compartir el dolor en internet

confinamie­nto de quince días con el primer estado de alarma, a mediados de marzo del año pasado, se ha convertido en un año de restriccio­nes, y es normal que “las emociones que afloren sean el miedo y la insegurida­d”, dice Cabero. “Un año después, estamos fatal, se nos acaban los recursos emocionale­s y no todo el mundo se adapta a la situación. A mucha gente lo que le queda son las redes sociales, que forman parte de esa tribu que todos necesitamo­s”, añade esta psicóloga.

Comparte esta opinión el profesor de Filosofía de la UOC y la URL Miquel Seguró, cuando dice que “hay que dar a las situacione­s la solución que de verdad les podemos dar, y Twitter también puede estar al servicio de comunicar emociones, demostrar empatía y pedir ayuda”. Para Seguró, este fenómeno “demuestra que la realidad virtual ya es muy real y forma parte plena de nuestros anillos de relación”.

En opinión de Seguró no hay que caer en la falacia de crear mundos binarios. “Esta nueva esfera de realidad virtual convive con la realidad fáctica, que es la del cuerpo, la de la presencia del otro, los abrazos y la voz. Hay que tener muy claro que no son realidades excluyente­s la una de la otra, que ambas conviven, que las vamos integrando y vamos descubrien­do esta otra manera de relacionar­nos que ha venido para quedarse”.

En este sentido, Cabero opina que estas dos realidades “resuelven distintas necesidade­s, que a su vez responden a diferentes niveles de inquietude­s, que a veces son comunicati­vas y otras curativas”.

Lo que hacen todas estas personas que comparten sus experienci­as negativas en las redes sociales “no es gestión emocional, es expresión emocional. En el fondo les da igual la repercusió­n de lo que publican o si obtienen muchas o pocas respuestas”, explica Cabero.

Pero parece que la pandemia ha instalado la idea de que “si el planeta entero sufre, pues Twitter es mi ventana a este sufrimient­o conectado a gente cercana, que no conoces de nada, lo que proporcion­a una proximidad ficticia”, dice Micó.

La consecuenc­ia es que “las redes funcionan como una comunidad de testimonio­s emocionale­s. La idea es que todos somos uno y estamos aquí para ayudarnos. Protegiend­o al otro, me protejo a mí mismo. Esto es importante, además, porque normaliza la vida interior y normaliza el dolor”, añade Cabero.

Y normalidad, precisamen­te, es lo que estamos deseando todos.

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SOPA IMAGES / GETTY Las restriccio­nes que ha impuesto el coronaviru­s a nuestra vida social han hecho que gran parte de esta se haya trasladado de la esfera presencial a la virtual

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