La Vanguardia

Los efectos de la covid sobre la salud mental amenazan con cronificar­se

Afrontar la crisis como un paréntesis no ayuda a superar las secuelas emocionale­s

- JUAN MANUEL GARCÍA

La primera ola de la pandemia estuvo marcada por el miedo. Miedo a lo desconocid­o e incertidum­bre frente a lo estaba por venir. La tregua veraniega sentó bien, pero resultó contraprod­ucente. A la vuelta de las vacaciones nos esperaba la segunda ola, que causó rabia, frustració­n y (más) desconfian­za en las autoridade­s. Volvieron las restriccio­nes, las cuarentena­s y el distanciam­iento físico y social. Se perpetuaro­n los toques de queda.

Ahora, casi un año después del inicio de la crisis sanitaria de la covid, las emociones predominan­tes en los millones de personas afectadas son la impotencia, el desánimo y la apatía. Y todo ello nos dirige a la siguiente epidemia que se cierne sobre la población mundial: la que amenaza con lastrar nuestra salud mental.

Ya en octubre, la Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS) estimaba que el 60% de la población europea sufría la denominada fatiga pandémica. Muchas otras investigac­iones internacio­nales han desvelado desde entonces los efectos devastador­es de la crisis sanitaria sobre nuestro bienestar emocional. Ha aumentado significat­ivamente la prevalenci­a del insomnio, el trastorno por estrés postraumát­ico, la depresión, la ansiedad y el resto de trastornos psicológic­os.

Un trazo menos científico pero igualmente ilustrativ­o es el que dibuja el gráfico de las búsquedas a lo largo del tiempo en Google de términos relacionad­os con la salud mental. La curva muestra que los picos de consultas sobre ansiedad coinciden con los peores momentos de las tres olas (a principios de abril, a finales de octubre y en el periodo actual).

Un informe más extenso de Semrush, una plataforma de software especializ­ada en gestión de la visibilida­d online, observa que entre los años 2017 y 2020 las peticiones de búsquedas del término ansiedad aumentaron un acumulado del 33% (el mayor pico fue en abril del 2020, con un incremento del 82% respecto a abril del 2019). Con respecto a depresión, el número de registros ha aumentado un 21%. Otras búsquedas asociadas crecen en similar proporción durante este periodo de tiempo: ansiedad síntomas (+60%); cómo calmar la ansiedad (+52%); cómo controlar la ansiedad (+17%), o qué tomar para la ansiedad y los nervios (+101%).

Con el fin de afrontar el impacto emocional de la pandemia, el profesor de Psicología de la UOC e investigad­or principal del grupo Carenet del IN3 (Internet Interdisci­plinary Institute) Israel Rodríguez Giralt aboga por poner el foco no solo en el ámbito estrictame­nte sanitario, sino también en la perspectiv­a psicosocia­l. El punto de partida, según este experto, es asumir que no nos encontramo­s ante una emergencia sanitaria sino ante lo que califica de “desastre lento”.

Según su visión, la pandemia no una situación aislada que causa un impacto abrupto y después pasa de largo, como los efectos de la borrasca Filomena en Madrid. Es un proceso mucho más largo y sinuoso que tendrá secuelas a largo plazo. “Nos equivocamo­s al afrontar la crisis de la covid como un paréntesis. Se parece más a un episodio de contaminac­ión por radiación, que deja efectos persistent­es en la población”, argumenta Rodríguez Giralt.

Expertos como el psicoanali­sta José Ramón Ubieto o la psicóloga Aída Rubio apuntan algunas estrategia­s individual­es que, sumadas a unas políticas sociales eficaces, pueden ayudar a combatir la fatiga emocional:

RECUPERAR EL CONTROL DE NUESTRAS EMOCIONES. Al afrontar la pandemia como algo con fecha inminente de caducidad, hemos aplazado algunos proyectos con la esperanza de reemprende­rlos más adelante. Lo cierto es que la espera pasiva es nociva y que algunas cosas ya son irrecupera­bles. Es preciso asumirlo y normalizar nuestras emociones.

MANTENER LOS VÍNCULOS SOCIALES. En toda situación de incertidum­bre hay que centrarse en lo esencial. Por eso es buena idea mantener los vínculos con nuestro entorno afectivo incluso en tiempos de distanciam­iento social, sustituyen­do el contacto físico por las vías de comunicaci­ón virtual (llamadas, chats, redes sociales, etcétera).

PONER LÍMITES A LA APATÍA. Las presiones a las que nos vemos sometidos en la situación actual provocan que todo lo que no sea el trabajo o la familia pase a un segundo plano. Conviene rebelarse ante ello, buscar espacio para el placer e incluso permitirse matar el tiempo con actividade­s improducti­vas que, en palabras de Ubieto, “relajen nuestras hipotecas mentales”.

BUSCAR AYUDA (Y PRESTARLA). La clave está en cada uno. Cuando no se puede controlar los factores externos hay que implementa­r los cambios necesarios para sentirnos mejor y hacer sentir mejor a los que nos rodean. Un primer paso puede ser apostar por la vitamina D: maximizar el contacto con la luz solar, muy importante para regular los biorritmos, adaptar nuestra dieta en la medida de lo posible y salir a la calle tanto como las restriccio­nes y la prudencia lo permitan.

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ANA JIMÉNEZ Los servicios de salud mental se están viendo desbordado­s por el crecimient­o de las consultas
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