Los efectos de la covid sobre la salud mental amenazan con cronificarse
Afrontar la crisis como un paréntesis no ayuda a superar las secuelas emocionales
La primera ola de la pandemia estuvo marcada por el miedo. Miedo a lo desconocido e incertidumbre frente a lo estaba por venir. La tregua veraniega sentó bien, pero resultó contraproducente. A la vuelta de las vacaciones nos esperaba la segunda ola, que causó rabia, frustración y (más) desconfianza en las autoridades. Volvieron las restricciones, las cuarentenas y el distanciamiento físico y social. Se perpetuaron los toques de queda.
Ahora, casi un año después del inicio de la crisis sanitaria de la covid, las emociones predominantes en los millones de personas afectadas son la impotencia, el desánimo y la apatía. Y todo ello nos dirige a la siguiente epidemia que se cierne sobre la población mundial: la que amenaza con lastrar nuestra salud mental.
Ya en octubre, la Organización Mundial de la Salud (OMS) estimaba que el 60% de la población europea sufría la denominada fatiga pandémica. Muchas otras investigaciones internacionales han desvelado desde entonces los efectos devastadores de la crisis sanitaria sobre nuestro bienestar emocional. Ha aumentado significativamente la prevalencia del insomnio, el trastorno por estrés postraumático, la depresión, la ansiedad y el resto de trastornos psicológicos.
Un trazo menos científico pero igualmente ilustrativo es el que dibuja el gráfico de las búsquedas a lo largo del tiempo en Google de términos relacionados con la salud mental. La curva muestra que los picos de consultas sobre ansiedad coinciden con los peores momentos de las tres olas (a principios de abril, a finales de octubre y en el periodo actual).
Un informe más extenso de Semrush, una plataforma de software especializada en gestión de la visibilidad online, observa que entre los años 2017 y 2020 las peticiones de búsquedas del término ansiedad aumentaron un acumulado del 33% (el mayor pico fue en abril del 2020, con un incremento del 82% respecto a abril del 2019). Con respecto a depresión, el número de registros ha aumentado un 21%. Otras búsquedas asociadas crecen en similar proporción durante este periodo de tiempo: ansiedad síntomas (+60%); cómo calmar la ansiedad (+52%); cómo controlar la ansiedad (+17%), o qué tomar para la ansiedad y los nervios (+101%).
Con el fin de afrontar el impacto emocional de la pandemia, el profesor de Psicología de la UOC e investigador principal del grupo Carenet del IN3 (Internet Interdisciplinary Institute) Israel Rodríguez Giralt aboga por poner el foco no solo en el ámbito estrictamente sanitario, sino también en la perspectiva psicosocial. El punto de partida, según este experto, es asumir que no nos encontramos ante una emergencia sanitaria sino ante lo que califica de “desastre lento”.
Según su visión, la pandemia no una situación aislada que causa un impacto abrupto y después pasa de largo, como los efectos de la borrasca Filomena en Madrid. Es un proceso mucho más largo y sinuoso que tendrá secuelas a largo plazo. “Nos equivocamos al afrontar la crisis de la covid como un paréntesis. Se parece más a un episodio de contaminación por radiación, que deja efectos persistentes en la población”, argumenta Rodríguez Giralt.
Expertos como el psicoanalista José Ramón Ubieto o la psicóloga Aída Rubio apuntan algunas estrategias individuales que, sumadas a unas políticas sociales eficaces, pueden ayudar a combatir la fatiga emocional:
RECUPERAR EL CONTROL DE NUESTRAS EMOCIONES. Al afrontar la pandemia como algo con fecha inminente de caducidad, hemos aplazado algunos proyectos con la esperanza de reemprenderlos más adelante. Lo cierto es que la espera pasiva es nociva y que algunas cosas ya son irrecuperables. Es preciso asumirlo y normalizar nuestras emociones.
MANTENER LOS VÍNCULOS SOCIALES. En toda situación de incertidumbre hay que centrarse en lo esencial. Por eso es buena idea mantener los vínculos con nuestro entorno afectivo incluso en tiempos de distanciamiento social, sustituyendo el contacto físico por las vías de comunicación virtual (llamadas, chats, redes sociales, etcétera).
PONER LÍMITES A LA APATÍA. Las presiones a las que nos vemos sometidos en la situación actual provocan que todo lo que no sea el trabajo o la familia pase a un segundo plano. Conviene rebelarse ante ello, buscar espacio para el placer e incluso permitirse matar el tiempo con actividades improductivas que, en palabras de Ubieto, “relajen nuestras hipotecas mentales”.
BUSCAR AYUDA (Y PRESTARLA). La clave está en cada uno. Cuando no se puede controlar los factores externos hay que implementar los cambios necesarios para sentirnos mejor y hacer sentir mejor a los que nos rodean. Un primer paso puede ser apostar por la vitamina D: maximizar el contacto con la luz solar, muy importante para regular los biorritmos, adaptar nuestra dieta en la medida de lo posible y salir a la calle tanto como las restricciones y la prudencia lo permitan.