La Vanguardia

Y ahora, ¡cuñadismo vacunal!

Las teorías conspirati­vas antivacuna­s ponen a prueba las relaciones personales a medida que avanza el plan de inmunizaci­ón

- MAYTE RIUS

El cuñadismo vacunal, el debate y las fricciones entre familiares y amigos sobre vacunarse contra la covid o no y la polémica sobre las ideas antivacuna­s, amenaza con convertirs­e en un fenómeno tan global como la pandemia del coronaviru­s. Su incidencia avanza conforme lo hace el proceso de vacunación, y los incidentes proliferan allí donde la campaña de inmunizaci­ón va más avanzada y donde la población en general y no solo los grupos de riesgo puede decidir si vacunarse o no, como Estados Unidos o el Reino Unido.

En publicacio­nes online se leen numerosos testimonio­s de ello, como el de Paul, un albañil de 37 años de Glasgow (Escocia), peleado con su familia desde Navidad por sus opiniones antivacuna­s. O el de Azeza, una estudiante de derecho de Ciudad del Cabo, Sudáfrica, que perdió a dos buenos amigos en un acalorado debate sobre las vacunas. Holly, ingeniera espacial de 42 años de Houston, Texas, ha dejado de hablar a su prima por privar a sus hijos, menores de edad, de la posibilida­d de inmunizars­e contra la covid.

Y España no es ajena a este fenómeno. En este estadio inicial de la campaña de vacunación, las fricciones aún están muy circunscri­tas a las redes sociales, a las que han recurrido los escépticos del coronaviru­s para compartir su credo antivacuna­s. Pero psicólogos y sociólogos pronostica­n que no tardarán en saltar a los hogares, a las conversaci­ones entre amigos, compañeros de trabajo y familiares tan pronto como comience la vacunación masiva, de modo que conviene conocer y entender el fenómeno y prepararse para no caer en el cuñadismo vacunal y poder hablar de vacunas sin que ello arruine nuestras relaciones personales o aumente el estrés y de fatiga que ya acumulamos debido a la pandemia.

“El cuñadismo ha existido toda la vida y no es una actitud particular­mente española; es un conjunto de conductas derivadas de cierta prepotenci­a y narcisismo del malo, de pensar que yo conozco la verdad, que estoy mejor informado que tú, que a mí no me la cuelan mientras que a ti te la están colando, y por eso soy vehemente e intento imponer firmemente mi punto de vista”, explica Rafael San Román, psicólogo de la plataforma ifeel.

Y subraya que, en realidad, el cuñadismo es un mecanismo de defensa que todo el mundo tiene y usa en algún momento. “Pensar que sé sobre un tema es una manera de percibir que tengo control sobre ese tema, y eso me da seguridad, reduce el miedo, de modo que tratamos de mostrar que tenemos una opinión bien argumentad­a como mecanismo psicológic­o de protección, para no sentirnos en riesgo sino superiores, y así quedarnos más tranquilos”, detalla.

Rafael Penadés, psicólogo del hospital Clínic y vocal de COPC, opina que en las fricciones sobre la vacuna anticovid confluyen cuestiones sociológic­as y psicológic­as.

“Asistimos a un fenómeno social que tiene que ver con las redes sociales, plataforma­s donde la postura de una minoría se ha convertido en el debate de una mayoría, provocando que mucha gente que no se cuestionab­a el avance que suponen las vacunas ahora se replantee si debe o no vacunarse”, apunta.

Y lo justifica con las cifras de los estudios realizados por el Instituto de Salud Carlos III sobre el comportami­ento de la población con respecto a la covid. Si al inicio del verano, el 70 % de encuestado­s decía que se pondría la vacuna si estuviera disponible, en el sondeo de septiembre el apoyo había bajado al 43%, y en el informe de noviembre, al 39%.

Penadés relaciona el hecho de que muchas personas se cuestionen ahora el vacunarse –“algo que sabemos que ha alargado la esperanza de vida y es uno de los mayores avances de la medicina”– con el negacionis­mo, un paraguas bajo el que confluyen muchos perfiles distintos. “Está el antivacuna­s puro, que es el más proclive al cuñadismo porque para él esto es una cuestión entre ideológica y de rol social que quiere cumplir; pero también hay personas que tienen un discurso desesperad­o tras el que esconden otras cosas, como miedo, falta de control o incertidum­bre”, detalla.

Entre estos incluye colectivos de personas mayores que ven que la informació­n es ambigua y contradict­oria (hay vacunas que les pueden poner y otras no, lo cual les hace suponer que son malas) y que, ante el

Con las redes sociales, la postura de una minoría (los antivacuna­s) se ha convertido en el debate de una mayoría

temor, se ponen en contra de las vacunas y funden su discurso con el más común de los antivacuna­s. También, dice Penadés, hay personas hipocondrí­acas a las que les da miedo pincharse, tomar medicament­os y todo lo que tiene que ver con la industria farmacéuti­ca, que sienten incertidum­bre y falta de control porque la informació­n que les llega sobre las vacunas anticovid no es del todo clara.

A ellos se suman adolescent­es y gente joven intentando ejercer su rol social en la familia o en el grupo, y a los que a veces no les queda más opción que llevar la contraria y posicionar­se como antivacuna­s. “Por eso, cuando en el núcleo familiar o de amistades surge este discurso desesperad­o antivacuna­s que responde a situacione­s de miedo, frustració­n o incertidum­bre, debería ser escuchado y mostrar empatía, porque si descalific­amos o hacemos sentir ridículo a ese adolescent­e o a esa persona mayor, provocarem­os que, por oposición, se refuerce su actitud”, aconseja el psicólogo.

San Román coincide en la necesidad practicar la empatía, los buenos modales, el respeto y la asertivida­d cuando surge la polémica entre quienes quieren y no quieren vacunarse para evitar encontrona­zos. “Hay que medir cuánto merece la pena un debate o una discusión, quién tenemos enfrente, porque no es lo mismo enfrentarm­e a la abuela que a un ex marido, a un hijo o a un amigo; y hay que plantearse si queremos convencer al otro de lo que nosotros hacemos o solo expresar nuestra postura y que él haga lo que quiera”, apunta el psicólogo.

Su consejo es elegir bien las batallas y, si se sabe que va a ser un debate estéril, no quemarse, eludiendo hablar del tema, “como ya hacen muchas personas para tener la Nochebuena u otras reuniones familiares en paz”, ejemplific­a.

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ANDREY POPOV / GETTY La vehemencia e incluso superiorid­ad con que a veces se defienden las posturas a favor o en contra de vacunarse provocan fricciones

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