Un hombre de consenso
Aunque será recordado como el ministro de Defensa que tuvo que lidiar con el ejército tras el golpe del 23-F, en plena transición, lo que mejor puede definir a Alberto Oliart, fallecido ayer en Madrid a los 92 años, es que fue el hombre de consenso que más de 20 años después de haber dejado la política encontraron el entonces presidente del gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, y el líder de la oposición, Mariano Rajoy, para hacerse cargo de RTVE, en una etapa en la que se suponía que debía avanzar hacia la despolitización.
Fue el último cargo público que desempeñó Alberto Oliart Saussolt, nacido en Mérida (Badajoz), en 1928, después de casi toda una vida dedicada al servicio público. Licenciado en Derecho por la Universitat de Barcelona, en 1950, obtuvo su plaza de abogado del Estado a los 25 años, aunque enseguida se destapó como un gran hombre de negocios que desempeñó cargos importantes en empresas públicas y entidades financieras como Renfe, el Banco Hispano Americano o Explosivos Río Tinto.
Pero donde Alberto Oliart alcanzó gran notoriedad fue en la política, a la que llegó de la mano de Adolfo Suárez, con una participación significativa en los pactos de la Moncloa, y a quien acompañó, como ministro, desde 1977 hasta la dimisión del expresidente en 1981. Con él fue ministro de Sanidad y de Industria y Energía. Pero fue el Ministerio de Defensa, que ocupó con Leopoldo Calvo Sotelo de presidente, entre febrero de 1981 –tras el intento de golpe de Estado del teniente coronel Antonio Tejero– y el triunfo socialista en octubre de 1982, el que le daría la proyección política y el respeto que ha mantenido hasta ahora.
Su carácter integrador, de persona rigurosa, y su marcada preparación jurídica le hicieron el hombre idóneo para lidiar con un ejército anclado aún en el franquismo que se enfrentaba a graves penas de cárcel por el golpe del 23-F. Fue durante su mandato cuando se celebró el juicio a los principales responsables del fallido golpe, y él supo dejar claro a los militares que no se les juzgaba como colectivo sino por lo que había hecho un grupo de ellos.
Tras el triunfo del PSOE en 1982 deja la política con una aureola de hombre de Estado, moderado, pactista, que sabía escuchar al contrario y que trataba de compartir con el adversario los elementos principales de sus políticas, porque entendía la política como un servicio público, que hoy tanto se echa de menos.
En los casi dos años que estuvo al frente del Ministerio de Defensa se preocupó de poner las bases para atajar cualquier movimiento involucionista en sus filas, empezando por el Cesid (Centro Superior de Información de la Defensa), antecesor del CNI, al frente del cual colocó al general Emilio Alonso Manglano, que consiguió frenar de raíz, antes de que se produjera, el que se conoció como golpe de los coroneles, previsto para el día de las elecciones que ganarían los socialistas, el 28 de octubre de 1982. Empeñado en la modernización del ejército, aceleró la integración de España en la OTAN, a pesar de la posición contraria de los socialistas, que se firmó el 31 de mayo de 1982, con Calvo Sotelo de presidente y Oliart como ministro.
Aunque con la UCD se había presentado a las elecciones y obtuvo acta de diputado en 1979 por Badajoz, cuando la UCD se deshace tras elecciones de 1982 dejó la política y rechazó algunos que los socialistas llegaron a ofrecerle, como el cargo de Defensor del Pueblo. Solo en el 2009 volvió a la vida pública, al aceptar dirigir la radiotelevisión pública, donde pudo comprobar lo que había cambiado la política y cómo el consenso, el pacto y la aproximación entre opuestos era algo que había pasado a la historia. No se encontró cómodo en ningún momento y acabó dimitiendo en el 2011.
Alberto Oliart, un político en desuso, no sólo era un gran y sólido jurista, también era un enamorado de las letras, en especial de la poesía, a la que se había dedicado desde estudiante, cuando conoció a los miembros del autodenominado Novísimos, lo que le llevó a mantener una relación muy estrecha con Carlos Barral, cuya editorial llegó a dirigir, con Alfonso Costafreda, José María Castellet y Jaime Gil de Biedma.
Desempeñó con eficacia el cargo de ministro de Defensa con Calvo-sotelo después del 23-F
Sólido jurista y hombre de letras, aceptó en el 2009 dirigir RTVE al ser el único candidato que unía a PP y PSOE