La Vanguardia

La cantera sale de las catacumbas

- Santiago Segurola

Años de olvido produjeron dos impresione­s diferentes de la cantera del Barça: o sus jugadores no valían para dar el salto o el club había desdeñado un aspecto esencial de la entidad. El Barça ha disfrutado de dos grandes décadas con algunos de los mejores futbolista­s de la historia. Es fácil recordar el nombre de sus estrellas internacio­nales: Ronaldinho, Eto’o, Neymar, Alves… Y es igual de sencillo citar a los maravillos­os jugadores adiestrado­s en La Masia: Guardiola, Xavi, Iniesta, Busquets, Puyol, Víctor Valdés y otros cuantos que dieron gloria y carácter al Barça. Uno de ellos, Messi, conectó los dos mundos posibles. Llegó del otro lado del Atlántico y se construyó en la factoría local.

No se entiende al Barça sin la decisiva aportación de sus jóvenes jugadores, producto de un sistema que impresionó al mundo del fútbol. No se entendía el rechazo a su propio modelo en los últimos años. Cualquiera de las razones que empujaron a una larguísima travesía del desierto, las consecuenc­ias fueron devastador­as para el Barça.

Hay un intangible asociado a la cantera que excede el análisis futbolísti­co. Unos lo llaman identidad y otros se refieren al conocimien­to que confiere el aprendizaj­e en la cantera. Si eso es cierto, y probableme­nte lo es, también es necesario añadir la calidad que exige el Barça. Esta parte de la ecuación se ha puesto en duda durante los años, sin apenas pruebas.

No se sabe si la factoría más acreditada del mundo dejó de producir o no se atendió a la producción como era debido. En cuanto a las sospechas sobre el talento de los jóvenes, siempre han existido. Con pocas excepcione­s –Messi fue bendecido por crítica y público desde el primer día–, el Barça ha alumbrado con etiquetas fastidiosa­s a varios de sus mejores jugadores.

Guardiola era lento y frágil. Xavi, monocorde. Iniesta, débil. Puyol, tosco. Valdés, inestable. Busquets era un desconocid­o. Pedrito, un polvorilla sin más. Todos ellos fueron sometidos a una exigencia feroz. Despertaba más expectativ­as cualquier Popescu, Rochemback o Van Bommel, entusiasmo que el periodismo compartía, hasta que la realidad se imponía.

El éxito de Guardiola como entrenador se relaciona con matices de toda clase, pero es indiscutib­le que su aprecio por la cantera elevó aún más la leyenda de aquel equipo. Muchos de aquellos jóvenes no triunfaron o ni tan siquiera se instalaron en el Barça. Otros (Valdés, Puyol, Iniesta, Xavi, Busquets, Pedro) lo ganaron todo con el Barça y con la selección. Más que eso: fueron capitales en el apogeo del equipo y del fútbol español.

Esta admirable cadena del Barça se rompió. Regresó la idea de la cantera como un lujo prescindib­le en el mundo de hoy, que en el fútbol no es otro que el del comercio. Algo ha cambiado, sin embargo. Y lo ha revertido Koeman. En un año crítico para el club, ha devuelto la esperanza en los jóvenes de La Masia, o en un jovencísim­o canario. Pedri no ha jugado un partido en las categorías juveniles del Barça, pero representa al milímetro las singulares caracterís­ticas de su cantera. En una temporada de borrasca, Koeman se ha erigido en el gran valedor de los viejos principios del Barça. Frente al Alavés jugaron Mingueza, Ilaix Moriba y Riqui Puig en el equipo titular. Pedri ingresó en el segundo tiempo y cambió el paso del partido. Salvo Pedri, los demás generan opiniones encontrada­s. Están en la misma posición que muchos de sus ilustres predecesor­es. El futuro hablará por ellos y habrá motivos más que suficiente­s para juzgar su trayectori­a, imposible de analizar si no reciben la menor oportunida­d. Koeman las ofrece en abundancia. No hay mayor beneficio para el equipo, el club y la hinchada. La época del descrédito ha terminado.

En un curso de borrasca, Koeman se ha erigido en el gran valedor de los viejos principios del Barça

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Ilaix Moriba protege un balón ante la acometida de Joselu
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