La Vanguardia

Los independen­tistas gobernarán por primera vez Nueva Caledonia

- EUSEBIO VAL París. Correspons­al

La situación en Nueva Caledonia está dando un vuelco rápido e inesperado que puede acelerar el proceso hacia su plena soberanía, aunque con el peligro de agravar las tensiones entre las comunidade­s del archipiéla­go. Es casi seguro que los independen­tistas, a partir de este miércoles, pasarán a dirigir el gobierno de este territorio francés del Pacífico sur. Será la primera vez que ocurra desde que en 1998 se firmaron los acuerdos de Nouméa, hoja de ruta hacia una eventual descoloniz­ación pacífica de las islas.

La crisis política se ha desencaden­ado por culpa de una decisión económica de gran calado, la prevista venta de las minas de níquel del sur del país a la multinacio­nal suiza Trafigura. Los independen­tistas del Frente de Liberación Nacional Canaco Socialista (FLNKS), que se oponen a la operación, decidieron hace unas semanas retirar a sus cinco ministros del gobierno colegial del archipiéla­go que comparten con los lealistas (partidario­s de mantenerse en Francia). Pero ahora lograrán el control del Ejecutivo gracias a un pequeño partido bisagra, Despertar Oceánico, que se ha alineado con el FLNKS.

Detrás del contencios­o minero está en realidad el conflicto sobre el proyecto independen­tista, que exacerba los ánimos en un territorio situado en las antípodas, a 17.000 kilómetros de la metrópoli, en el que solo viven 270.000 personas. Hace más de treinta años hubo casi una guerra civil, que París logró frenar al arbitrar un acuerdo. Como parte de este pacto a largo plazo, ha habido ya dos referéndum­s de autodeterm­inación desde el 2018. En ambos se impusieron los lealistas, si bien en el último, en octubre del 2020, los contrarios a la independen­cia se impusieron por poco más del 53% de votos. Las distancias se están reduciendo. La actitud de Despertar Oceánico es sintomátic­a de la evolución. Una tercera consulta debe tener lugar en el 2022, a no ser que haya una renegociac­ión integral y se pacte algún tipo de estatuto constituci­onal intermedio entre la vinculació­n con Francia y la plena independen­cia.

París quiere ser neutral y admite que se trata de un caso neocolonia­l que debe solventars­e en una u otra dirección. Es un asunto delicado que consume muchas energías. Los cálculos geopolític­os también están presentes. Los lealistas argumentan que la independen­cia convertirí­a a Nueva Caledonia, como está ocurriendo con otros microestad­os del Pacífico, en una colonia económica de facto de China, que persigue una política expansioni­sta muy agresiva en la región. Según su punto de vista, seguir siendo franceses supondría una protección.

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